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La reunión COP26 en Glasgow: Un futuro aún sombrío y un presente insostenible

Kelly Sikkema (Unsplash)

La última reunión sobre el cambio climático ha finalizado en Glasgow con avances en algunos ejes pero sin resolver varias cuestiones fundamentales. Los debates y el documento final, dejan entrever que las consecuencias del cambio climático aún se perciben como un problema a futuro; a pesar de ser ya nefastas para millones de personas. Las negociaciones sobre la reducción de las emisiones han logrado mantener – apenas – “con vida” el objetivo del calentamiento global de 1.5 grados respecto de niveles preindustriales. Sin embargo, cuestiones ligadas a las necesidades actuales como el financiamiento para que los países más pobres puedan adaptarse a los cambios en el clima o las reclamaciones por pérdidas y daños, no han obtenido la atención necesaria o soluciones concretas.

En cuanto a mitigación, de acuerdo a los compromisos asumidos por los países (NDCs) para reducir sus emisiones en los próximos años, se obtuvo algo de progreso, aunque muy lejos de la meta de 1.5 grados establecida en el Acuerdo de París. La trayectoria actual nos llevaría hacia un aumento de la temperatura de 2.4 (o 2.7 según otros estudios ) grados para fin de siglo y esto generará efectos más devastadores según los científicos. Por eso, los pedidos a los países para que revisen sus NDCs y sean altamente ambiciosos en sus planes de reducción en los próximos años. Hubo un momento durante las negociaciones en los que surgió la posibilidad de llegar a un acuerdo histórico sobre el carbón, pero a último momento se modificó en el texto el compromiso de  “acabar” por “reducir” su uso. Otra noticia que puede ser alentadora es el anuncio de Estados Unidos y China de que trabajarán juntos para reducir sus emisiones. Aunque las medidas concretas que tomarán aún son poco claras.   

Pero a pesar del modesto progreso en los compromisos de emisiones a futuro, la preocupación principal, sobre todo de los actores humanitarios, son las consecuencias que ya estamos padeciendo. En los últimos 20 años, se han duplicado los desastres relacionados con el clima, causando más de 1 millón de muertes y miles de millones afectados. En especial, las inundaciones han aumentado un 134% y los eventos de temperaturas extremas un 232%. Solo durante el año 2019, los desastres climáticos han obligado a 25 millones de personas a dejar sus hogares. Estas víctimas parecen ausentes en muchos debates o estudios sobre el cambio climático que se centran en los efectos del clima sobre el planeta pero no lo suficiente sobre las personas que lo habitan.

Los científicos estiman que en los próximos 10 años las zonas urbanas sufrirán más inundaciones, las sequías serán más extensas,  las tormentas más frecuentes e intensas, los incendios y las altas temperaturas cada vez más letales y la seguridad alimentaria mundial estará en riesgo. Estos factores, multiplicarán los conflictos armados, las migraciones epidemias y los medios de subsistencia de millones de personas serán destruidos.

Y esto no es todo. Existe una correlación alarmante entre los países más vulnerables al cambio climático y aquellos afectados por crisis humanitarias endémicas.  En 12 de los 15 países más vulnerables, se registran también crisis y han recibido asistencia humanitaria internacional por años. Con el impacto del clima, se necesitará aún más asistencia para ellos porque enfrentarán desafíos nuevos y más intensos. No nos olvidemos que la mayoría de estos países poco o nada han contribuido al calentamiento global. Sin embargo, sufren sus consecuencias más que ninguno. Un segundo grupo de países, que no enfrentan hoy crisis humanitarias, debido a su vulnerabilidad al cambio climático, comenzarán a sufrirlas.

Los actores humanitarios hacen frente hoy a estos efectos, con escasísimos recursos y con necesidades que aumentan exponencialmente. Y todo esto sucede a niveles de 1.2 grados de calentamiento. Imaginar la situación si nos dirigimos hacia 2.4 o 2.7 grados como indican las estimaciones actuales es aterrador.  Según la OCHA, podríamos estar hablando del colapso total del sistema humanitario si no tomamos medidas urgentes. En una carta conjunta, los miembros del IASC  manifestaron su preocupación y varias organizaciones humanitarias expresaron su descontento con los resultados obtenidos en Glasgow.

La adaptación – junto con la discusión sobre daños y pérdidas – son prioridad para la comunidad humanitaria. En París, se había acordado que los países donantes invertirán unos 100 mil millones de dólares anuales para ayudar a los países más pobres a hacer frente a los efectos del cambio climático. Pero hasta el momento, solo se han alcanzado 80 mil millones. De ellos, solamente 15 mil millones han llegado a los países menos desarrollados y más vulnerables. La ONU insiste en que los países cumplan sus obligaciones financieras ( después de todo son los países industrializados los que han generado las emisiones) y que la cifra deberá incrementarse a 300 mil millones para el 2030 y unos 500 mil millones para el 2050. Pero Glasgow no ha establecido mecanismos claros para lograr estos objetivos, y allí el desencanto de varios países y organismos humanitarios sobre la reunión. Tampoco se ha avanzado mucho en la discusión sobre pérdidas y daños. Se ha reconocido la necesidad de “dialogar sobre los modos de financiar” los daños y pérdidas irreversibles pero los países industrializados buscan evitar reclamos de compensación por los daños causados, por lo que han bloqueado avanzar más en esta agenda.

Más allá de la COP26, los actores humanitarios deberán adaptar radicalmente sus programas, estructuras y modos de financiamiento para hacer frente a los desafíos del cambio climático. En primer lugar, analizando en profundidad las consecuencias del cambio climático para el sector.  El ICRC realiza una lectura interesante del último informe científico de la IPCC y sobre la cumbre de Glasgow, uno de los análisis más simples y exhaustivos puede encontrarse aquí. Pero también adaptando sus programas, presupuestos y organización a los nuevos escenarios.  Más de 150 agencias humanitarias han adoptado la “carta sobre clima y medio ambiente”  en la que asumen el compromiso de que sus programas se orienten a los más vulnerables, sean sostenibles para el medioambiente y a reducir rápidamente las emisiones. También será preciso que todo el sistema humanitario urgentemente invierta en enfoque proactivos de reducción de desastres y acción anticipada, que permitan lograr el máximo de efectividad en sus programas.

Los acuerdos de Glasgow no hacen más que reflejar el estado del multilateralismo en el mundo actual. Quizás este fue el mejor acuerdo posible en un mundo reacio a asumir compromisos internacionales y en el que los intereses nacionales priman sobre las visiones globalistas. Sin embargo, la comunidad humanitaria debe llegar a estas negociaciones con mayor impronta y con mensajes en común más claros y precisos sobre las demandas a los países en materia de desastres, conflictos, financiamiento climático y otros ejes de relevancia. Ahora solo resta esperar que las promesas hechas la semana pasada sean llevadas a la práctica, y que el “momentum” logrado incite a los países a revisar sus objetivos y volverlos más ambiciosos.

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