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Oriente Medio: el gran bazar armamentístico

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(Texto para El País, 8 de diciembre de 2010)

Como reflejo de los conflictos abiertos en su seno- desde Sudán hasta Afganistán, pasando por Palestina, Líbano, Iraq e Irán- Oriente Medio es el mejor ejemplo de un patrón de comportamiento armamentístico en el que coinciden tanto los gobiernos y los diversos grupos violentos locales- esencialmente compradores- como los gobiernos y las empresas foráneas- básicamente vendedores. Todos ellos asumen equivocadamente que las armas son los mejores instrumentos para resolver sus diferencias y para garantizar su supervivencia, en un intento frecuentemente fracasado de disuadir a sus enemigos de emplear la fuerza contra ellos. Como resultado neto de todo ello, la región es, desde hace tiempo, la más militarizada del planeta.

El brillante ejercicio periodístico de Wikileaks y los medios que ahora difunden sus revelaciones nos permite mejorar nuestro conocimiento sobre una dinámica que se alimenta fundamentalmente de tres factores: a) la falta de un tratado internacional sobre el comercio de armas convencionales, sin que quepa albergar muchas esperanzas de cambio con la actual negociación para un futuro acuerdo sobre armas ligeras y pequeñas (responsables del 85% de la muertes en conflictos), en la medida en que los cinco miembros del Consejo de Seguridad son los que acaparan casi el 90% del comercio mundial de estos artefactos; b) la existencia de un enorme excedente de armas, derivado de la desmovilización de las grandes masas de ejércitos de la Guerra Fría y del menor volumen de adquisiciones de los países desarrollados de sus propias empresas de defensa, lo que facilita la compra a precios muy asequibles para cualquiera que desee armarse; y c) la visión cortoplacista de los vendedores, empeñados en fomentar la salida al exterior a sus empresas para vender armas a quien esté dispuesto a pagarlas.

Lo ahora difundido permite conocer mejor lo que los gobiernos norcoreano, sirio o iraní hacen en apoyo a sus circunstanciales aliados- válidos en la medida en que complican los planes de defensa de sus verdaderos enemigos (con EE UU e Israel a la cabeza). No son menos preocupantes, sin embargo, los ejemplos- trufados igualmente de presiones y premios a los compradores- que da Washington en sus relaciones con los gobiernos de la zona. Sirvan como muestras la oferta a Tel Aviv de una veintena de cazas F-35 a cambio de su declaración de una mínima congelación de 90 días en la construcción de los ilegales asentamientos en Cisjordania (es fácil apostar que la moratoria no se cumplirá pero que la venta sí se realizará finalmente) o el contrato suscrito con Arabia Saudí para venderle armas por unos 43.000 millones de euros.

En este terreno resulta muchas veces imposible desandar el camino para saber si fue antes el huevo o la gallina. Pero lo que sí cabe concluir es que nadie está en condiciones de tirar la primera piedra y que, por esta vía, saldremos perdiendo todos (salvo los mercaderes de la muerte de ambos lados de este macabro juego).

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