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Nuevos conflictos armados y crisis climática, ¿relación causa-efecto?

Por Mikel Gu

El surgimiento de conflictos violentos y la crisis climática están mucho más relacionados de lo que parece. Prueba de ello es la sesión que celebró el pasado 23 de febrero el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre el cambio climático y la seguridad. El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, describió la emergencia climática como “el tema definitorio de nuestro tiempo”, afirmando también que “estos choques no solo dañan el medio ambiente del que dependemos, también debilitan nuestros sistemas políticos, económicos y sociales”.

La escasez de agua es uno de los primeros cambios que se puede experimentar como efecto de la crisis climática. A esa escasez hay que sumarle la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones y las sequías, los cuales ya están agravando tanto la falta de recursos como la seguridad alimentaria de muchas poblaciones. En Sur Sudán, uno de los países más vulnerables a los efectos del calentamiento global, esa escasez ha obligado a los grupos pastoralistas a cambiar los patrones de sus rutas y migrar hacia otros territorios, lo cual ha agravado las disputas y los conflictos entre comunidades.

El agua es fundamental para la preservación de la vida y su falta puede actuar como acelerador o multiplicador de disputas y conflictos. La ocupación de la Franja de Gaza por el estado israelí, ha derivado en un empobrecimiento de la calidad del agua, la salinización de los pozos locales y las enfermedades relacionadas, afectando directamente a los casi dos millones de habitantes de ese territorio[1]. Y aunque no podemos culpar a la calidad del agua de los sucesivos estallidos de violencia generalizada, sí podemos decir que actuó como factor multiplicador en una situación inestable (Assadourian et al. 2005).

Crisis climática y fragilidad política

Existen varios estudios sobre este tema, entre los que cabe citar “A new climate for peace”, un informe independiente encargado por los Estados miembros del G7, para analizar los diversos efectos que tiene y puede generar el cambio climático en el desarrollo de revueltas y conflictos armados (Rüttinger et al., 2015).

Thomas Homer-Dixon (2007) examinó la relación entre distintas formas de estrés ambiental en países pobres (degradación de las tierras de cultivo, deforestación y escasez de agua dulce) y los conflictos violentos, concluyendo que los efectos del cambio climático producen un efecto multiplicador de los problemas ya existentes. Los habitantes de zonas rurales, que dependen directamente de recursos naturales para su alimentación y sustento, se vuelven cada vez más pobres, mientras las élites de esos países obtienen ganancias de la tierra, de los bosques y de un bien cada día más valioso como es el agua

A su vez, el cambio climático hace mella en gobiernos de por sí ya frágiles, y hará más factible la irrupción de grupos violentos, al demostrarse entre otras razones, la incapacidad de estos gobiernos para cubrir las necesidades básicas de la ciudadanía. Homer-Dixon señala como ejemplo las montañas de Filipinas, donde la deforestación, la erosión del suelo y el agotamiento de los nutrientes de la tierra han dado como resultado un aumento de la pobreza, lo que habría llevado a los campesinos a unirse a la insurgencia comunista del Nuevo Ejército del Pueblo (Ibidem).

En Somalia, grupos como Al Shabaab se han beneficiado de los impactos climáticos para aumentar el reclutamiento en sus filas. Los estudios muestran que el deterioro de los medios de vida causado por las sequías pueden desencadenar un declive económico. Los pastores se ven obligados a vender más ganado de sus rebaños, lo cual provoca una bajada en los precios y esto aumenta el riesgo de que puedan recurrir al robo de ganado o unirse a grupos armados (NUPI, 2021).

Oposición al concepto “guerras por el clima”

Por otro lado, existen también corrientes que niegan esta relación causa-efecto entre el cambio climático y los conflictos violentos. Bruno Tertrais, director de la Fondation pour la Recherche Stratégique, en su artículo “The Climate Wars Myth” (2011), argumenta que a lo largo de la historia de la humanidad los periodos más cálidos han sido aquellos en los que menos guerras se han padecido. La explicación de este hecho es que un clima más frío implica menos cultivos, más hambre y por lo tanto más inestabilidad.

Aunque considera que las variaciones del clima son parte de las condiciones que llevaron a la violencia en la región Oeste de Sudán (Darfur), argumenta que no son ni la razón ni la raíz de la violencia. Más bien, entiende que tanto los factores humanos como los políticos son imprescindibles para entender, si no la mayoría, al menos un gran número de las guerras. Es por eso que no considera apropiado hablar de “guerras por el clima”. De hecho, critica el término por contraproducente y dañino, ya que esa idea sitúa el cambio climático como la causa principal de los conflictos y descarga y borra las responsabilidades de quienes, de forma directa, están detrás de la violencia.

¿Relación causa-efecto?

En resumen, existe una corriente de análisis que defiende que la relación es causal, de forma que atribuye al cambio climático, sobre todo al calentamiento global, una responsabilidad directa en el surgimiento de inestabilidad socio-política y en el riesgo de que surjan conflictos violentos. Otros estudios, en cambio, aun reconociendo que existe una relación y dejando la puerta abierta a la influencia del cambio climático en el surgimiento de los conflictos, no comparten que existan evidencias sobre ello y, por tanto, niegan que pueda hablarse de una relación causal. Tertrais (2011) lo plantea de la siguiente manera: “Es razonable pensar que el cambio climático pueda tener un efecto multiplicador en los conflictos, pero esta afirmación no despeja ninguna incógnita sobre la probabilidad de que se incremente la inestabilidad o la violencia tanto a nivel global como en crisis de menor tamaño”.

Bibliografía

  • Assadourian, E., Starke, L., & Worldwatch Institute (Eds.). (2005). Redefining global security. Norton.
  • Homer-Dixon. (2007, April 24). Terror in the Weather Forecast. Thomas Homer-Dixon. https://homerdixon.com/terror-in-the-weather-forecast/
  • NUPI, S. (2021). Climate, Peace and Security Fact Sheet: Somalia. /nupi_eng/Publications/CRIStin-Pub/Climate-Peace-and-Security-Fact-Sheet-Somalia
  • Rüttinger, L., Smith, D., Stang, G., Tänzler, D., & Vivekananda, J. (2015). A New Climate for Peace. A New Climate for Peace. http://www.newclimateforpeace.org
  • Tertrais, B. (2011). The Climate Wars Myth: The Washington Quarterly: Vol 34, No 3. https://www-tandfonline-com.ehu.idm.oclc.org/doi/full/10.1080/0163660X.2011.587951

 [1]   En 1987 comenzó en la Franja de Gaza la primera Intifada, extendiéndose a toda Cisjordania.

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