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Música y letra de la Conferencia Euroafricana de Inmigración

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(Para Radio Nederland)
La primera Conferencia Euroafricana sobre inmigración y desarrollo (Rabat, 10/11 de julio) ha cerrado sus sesiones con la previsión de volver a encontrarse el próximo año en Lisboa. Esta iniciativa- impulsada fundamentalmente por España, Francia y Marruecos- responde, en primer lugar, a la clara preocupación española (y comunitaria) sobre los crecientes y descontrolados flujos de personas que aspiran a alcanzar su territorio, huyendo de una situación clamorosamente nefasta. Además, viene motivada por el convencimiento de que no hay ninguna barrera efectiva (ni física, ni policial, ni militar) para detener estos movimientos si no es con la colaboración de los países de emisión y los de paso.

Estamos ante un ejemplo más de que la voluntad política occidental prefiere optar por estrategias reactivas (que sólo se activan tras la ocurrencia del suceso), en lugar de hacerlo por otras de signo preventivo (adelantándose a los hechos). Al margen de las conocidas excepciones, África es hoy un continente ahogado en sus propias miserias, sin expectativas vitales dignas para la inmensa mayoría de sus 800 millones de habitantes. Por múltiples razones, las personas menos conformistas de entre ellos buscan mejorar sus condiciones de vida lejos de los suyos, orientando sus pasos hacia los supuestos paraísos de la UE en un afán inquebrantable que les motiva a intentarlo tantas veces como sea posible. Para quienes no se abandonen pasivamente al destino, ¿qué otra cosa cabe esperar de quienes son conscientes de que en el continente cada minuto muere una madre y cada tres segundos un niño por no poder atender sus necesidades más básicas? Un panorama, en resumen, bien conocido desde hace años.

Este poderoso impulso- que hasta ahora sólo parecía movilizar a los norteafricanos, pero que ya afecta en dosis crecientes a la población subsahariana- choca con una Unión Europea que pretende poner puertas al campo, estableciendo filtros que sólo dejen pasar, en función de un planteamiento instrumental, a aquellas personas que necesite la gigantesca maquinaria productiva comunitaria. Con esa visión, y ya desde el Consejo Europeo de Tampere (1999), se viene desarrollando una política comunitaria de inmigración con un evidente sesgo policial y restrictivo. Al igual que ocurre con el equivocado enfoque de los promotores de la “guerra contra el terror”, también aquí se prefiere poner el acento sobre los síntomas (hacer frente a las oleadas de inmigrantes, para evitar su entrada o para conseguir su inmediata repatriación), en lugar de hacerlo sobre las causas (tratando de reducir esa presión migratoria a través de la mejora de sus condiciones de vida en sus comunidades origen). Un modelo, en todo caso, condenado al fracaso, como nos lo demuestra cada verano el incesante flujo de todo tipo de embarcaciones que arriban a las costas comunitarias.

La Conferencia ahora celebrada parece apuntar a un cambio de perspectiva. La música no suena mal, aunque sólo sea por el hecho de que:

– La UE se implica en el tema (no es sólo un asunto de los países comunitarios más próximos geográficamente al área) y muestra su voluntad de poner en juego sus capacidades comunes. Al mismo tiempo, se integran en la iniciativa a países africanos (hasta un total de 27 han asistido al encuentro). Junto a los que tradicionalmente eran vistos como países de emisión, pero que ahora lo son también de paso (como Marruecos), se añaden la práctica totalidad de los del África Occidental.

– Se establece un Plan de Acción (acordado previamente en Dakar) que atiende al objetivo conjunto de impulsar la cooperación política y operativa en este terreno.

– Se ha aprobado una Declaración Política que pone el énfasis en la implicación comunitaria por el desarrollo africano, acompañado de un compromiso por reforzar y coordinar las medidas de lucha contra la inmigración irregular.

En todo caso, y a la espera de lo que el inmediato futuro nos depare, la letra no parece encajar totalmente con esa, en principio, agradable melodía. En efecto:

– No se ha logrado la presencia de todos los países africanos. Aunque se anuncia que a finales de año Libia convocará otra conferencia (¿similar?, ¿alternativa?) en la que estarán todos los países de la Unión Africana, ya podemos ver como Argelia, despechada por haber sido arrinconada por Marruecos, está dispuesta a boicotear la iniciativa.

– No se han fijado calendarios ni, sobre todo, fondos específicos para dar contenido a las ideas generales recogidas en los documentos aprobados. Con los pésimos antecedentes acumulados (un año después de que la cumbre del G-8 de Gleneeagles (Escocia) alumbrará un plan para África, que debería modificar drásticamente las oscuras tendencias registradas, comprobamos hoy como sólo la contabilidad creativa de los donantes permite sostener que hay una mayor apuesta por el continente; en tanto que se mantienen inalterables las proteccionistas reglas comerciales y se echa en falta una verdadera ayuda al desarrollo que permita cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio) no es fácil mantener la confianza en lo aprobado en Rabat.

– En un clima contaminado inevitablemente por la “guerra contra el terror” el esfuerzo parece nítidamente volcado a buscar la complicidad de los gobiernos de emisión de emigrantes para lograr su aceptación de la repatriación a cambio de fondos y apoyo político (algo que, en la práctica, ya contempla el Convenio de Cotonú, que regula las relaciones de la UE con los países ACP). Ligar la ayuda al desarrollo con el grado de aceptación de los irregulares es una vía coyuntural de cortas miras que no sirve para modificar la situación y que añade dudas sobre el respeto de los derechos humanos.

– El propio bloqueo de la UE impide imaginar que Bruselas vaya ir más allá de estas medidas coyunturales para reenfocar su visión de África como un territorio en el que, a las responsabilidades históricas que acumula, se debería añadir una voluntad para asumir como tarea prioritaria su salida del oscuro pozo en el que se encuentra. A modo de ejemplo, deben ser bienvenidos los 30 millones de euros que España ha comprometido ahora para microcréditos y para creación de infraestructuras en diversos países del continente africano, pero no deben hacernos creer que estas sumas pueden romper las tendencias actuales que apuntan hacia un mayor oscurecimiento. De los africanos, y de nosotros mismos, depende que no sea así.

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