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Lenta ayuda a Pakistán

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Ha trascurrido más de un mes desde que un potente terremoto asolara la región de Cachemira, afectando sobre todo a Pakistán y en menor medida a la India, y las labores humanitarias siguen topando con enormes dificultades. La enorme complejidad del despliegue logístico en el terreno hizo que el Vicesecretario General de la ONU para Asuntos Humanitarios Jean Egeland se mostrara favorable a la participación de efectivos militares de la OTAN, pero no parece que este despliegue este resultando eficaz para las tareas de socorro. Una vez más, se vuelven a confundir las cosas y se empieza a hablar de reconstrucción y a “comprometer” fondos para esas tareas cuando aún quedan necesidades básicas que satisfacer y las operaciones de socorro aún no han conseguido sus objetivos. La portavoz de la OCHA (Oficina para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios de la ONU) Elisabeth Byrs tuvo que declarar esta semana que “todavía no estamos en la fase de reconstrucción sino de salvamento de vidas”. Algo evidente para todos los trabajadores humanitarios en el terreno, pero que algunos donantes parecen olvidar.

Como recordábamos en anteriores ocasiones, la respuesta internacional a este desastre está siendo mucho más lenta y menos generosa que en otras ocasiones. La llamada eufemísticamente “fatiga del donante”, que ya era evidente en el caso de la ayuda al desarrollo desde hace años, parece haber llegado también a las emergencias y los gobiernos y las opiniones públicas se encuentran aturdidos ante el gran número de desastres de todo tipo que demandan nuestra solidaridad. Lo mismo ha sucedido con el huracán Stán en Guatemala o Wilma en el Caribe en las últimas semanas. Los datos hablan por si solos. Hasta la fecha, las agencias de la ONU han recibido menos del 15% de lo solicitado en el llamamiento de ayuda. Tan sólo 95 millones de euros efectivos y otros 45 de fondos prometidos, cuando se solicitan 615 millones. Es decir, se ha recibido el 15% de lo solicitado. Esta falta de fondos está limitando seriamente el trabajo de las agencias sobre el terreno.

El programa Mundial de Alimentos (PAM, por ejemplo, tenía previsto movilizar una treintena de helicópteros de los cuales ha conseguido diecisiete pero, como decía su portavoz Christiane Berthiaume, “ no son helicópteros lo que nos faltan, sino dinero para hacerlos volar”. El alquiler de un helicóptero de mercancías de gran tamaño como los rusos MI-26 cuesta más de 12.000 euros la hora y las agencias humanitarias tienen que recurrir a alquilar estos aparatos al no disponer de medios logísticos propios de ese tipo. Los mismos problemas se encuentra el ACNUR que prevé una llegada a las zonas bajas de numerosa población cuando las temperaturas, como está sucediendo ya, comiencen a bajar en las aldeas aisladas de las montañas. Este nuevo éxodo de personas y la necesidad de darles cobijo para el invierno es la primera necesidad en estos momentos.

Sorprende, por tanto, que los países poderosos hayan priorizado el despliegue de la OTAN que ha tardado más de un mes y se está centrando en cuestiones de infraestructura, o que ya empiecen a planificar las tareas de reconstrucción, prometiendo dinero para el futuro pero no desembolsándolo ahora, cuando la realidad del terreno y las peticiones de las agencias humanitarias van por otro lado. ¿Por qué la OTAN no ha enviado más helicópteros?. ¿Por qué una autodenominada Fuerza de reacción rápida tarda un mes en desplegarse?.

El sistema internacional de respuesta a los desastres sólo podrá tener cierta eficacia si se fortalecen los mecanismos existentes y se les dota de fondos. No si en cada desastre se improvisa una nueva “solución” sin partir de las experiencias previas. La ONU cuenta con el llamado Fondo Rotatorio de Emergencias que debiera permitir disponer de fondos inmediatamente sin necesidad de pedirlos a los países miembros. El problema es que ese Fondo cuenta sólo con 187 millones de dólares y no con los 500 millones que han solicitado las agencias humanitarias y algunas ONG. OXFAM internacional, por ejemplo, declaraba que “ los gobiernos donantes deberían sacar sus propias consecuencias de este caótico proceso y dotar al Fondo de emergencia para asegurarse de que cuando la próxima emergencia ocurra no estarán sin dinero”. Hasta la fecha los contribuyentes a ese Fondo son Países Bajos, Irlanda, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido, Suecia y Suiza y algunos otros han comprometido su incorporación en el futuro.

Más de 80.000 personas, según los últimos datos, murieron a consecuencia del terremoto de Cachemira y como ha dicho Kofi Annan, más de dos millones de personas dependen de la generosidad internacional. Hasta ahora esta generosidad se ha mostrado bastante reticente y con llegada del invierno la ya dramática situación se agudizará aún más. Es ahora el momento de actuar.

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