Las nuevas ONG llamadas ONU y UE
Hasta hace poco, la Organización de las Naciones Unidas ostentaba todavía el puesto de ser, como lo reza su Carta, el espacio para garantizar la paz y la seguridad internacional. Pero luego del ataque a Irak, del sonar de sirenas en Bagdad y de que miles de personas se echaran a la calle en todo el mundo para protestar contra la guerra, su imagen de espacio de toma de decisiones ha ido bajando de perfil hasta reducirse al de una ONG pobre.
Lo primero ha sido la propia decisión política del sistema ONU de renunciar a expresar sus diferencias con la postura de los Estados Unidos. Tanto en el Consejo de Seguridad como en un eventual debate en la Asamblea General, mayoritariamente se rechazaría la acción militar. Cosa similar es el bajo perfil de Francia y Alemania en la cumbre de la Unión Europea, cumbre en la que para salvar el sueño europeo se evita la confrontación con Inglaterra y España. El comisario europeo de desarrollo, Paul Nielson, precisó que: «lo importante ahora no es discutir sobre las causas de la guerra, sino ayudar a la gente que está sufriendo». Koffi Annan exhortaba a «no insistamos en las divisiones del pasado, afrontemos las realidades del presente», desconociendo un pasado no muy lejano.
Y esa renuncia en ambos casos se ha resuelto con un cambio de roles: ahora la Unión Europea y lo que queda de la ONU asumirán las tareas humanitarias. Al mismo tiempo, Greenpace, Amnistía Internacional e Intermón, condenaron los ataques contra Irak considerándolo «ilegal, injusto e inmoral». Otros países no de la UE como el Vaticano, Rusia y China también condenaron abiertamente la acción de los Estados Unidos: Putin afirmaba que Irak no es un peligro, y el vocero chino precisó que el taque viola la carta de la ONU.
Segundo, los requerimientos en términos de ayuda humanitaria no se resuelven con declaraciones de buena voluntad sino que requieren recursos, y la ayuda, como en el caso de Afganistán, no se reducirá a unas pocas semanas sino que tristemente parece extenderse tanto en el tiempo como en el espacio: tanto en Irak como en las ya cerradas fronteras de Jordania, Irán, Siria y Turquía.
Así, cual ONG, la ONU pide a los Estados que hagan las donaciones necesarias para paliar una crisis que, según los cálculos más conservadores, producirá 2 millones de desplazados y 600 mil refugiados. Kofi Annan reconocía su deseo de continuar con el programa de petróleo por alimentos, pero a pesar del deseo reconocía también las limitaciones financieras. Sobre el llamado hecho por la ONU el 14 de febrero pasado, Annan precisó: «hemos pedido 123,5 millones de dólares a los países donantes pero sólo hemos recibido 45». Por su parte, la UE necesita, para entrar en gastos, el permiso del Consejo de Ministros del Parlamento Europeo, lo que puede demorar hasta dos meses y medio.
Tercero, además del repliegue político y las deficiencias en materia de recursos, hay problemas de acceso a las víctimas. El día 17 de marzo, cuando los Estados Unidos dieron el plazo a Sadam Husein para dejar el poder, la ONU suspendió sus programas de asistencia dentro de Irak. El mismo día del primer ataque a Irak, el Secretario General de la ONU pedía a las partes del conflicto garantías para desarrollar sus programas de asistencia humanitaria en prevención a las dificultades operativas que impone la guerra misma. Decía Annan: «una cosa es tener la autorización y otra la realidad sobre el terreno».
Cuarto y último, la mal llamada ayuda humanitaria como parte de la estrategia de la guerra, la asumen los propios militares, como en Afganistán. Los ejércitos, por definición, no pueden ser humanitarios, su razón de ser es la guerra. «Ver a los ejércitos repartiendo comida es verdaderamente chocante. No se puede ser juez y parte a la vez» dijo Eric Stobbaert, de Médicos Sin Fronteras. En este caso, el ejército español no va a la guerra como humanitario sino como logista de guerra. «Una misión humanitaria es neutral, imparcial, independiente y no armada. La misión de los buques españoles no es ninguna de las cuatro cosas», como dice Mariano Aguirre, del CIP.
Con esta apropiación de lo humanitario el papel de la ONU se ve aún más menguado, y de paso el de una Unión Europea que busca en lo humanitario un papel menos vergonzante en la crisis. Roto el consenso internacional, en cuanto éste no fue más funcional a los Estados Unidos, la ONU y la Unión Europea encuentran en el espacio humanitario no un fin en sí mismo, como debería serlo, sino un consuelo ante el fracaso de su propios mandatos.