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Las misiones de paz en Darfur y Chad/RCA: acciones limitadas frente a emergencias complejas

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I.- Contexto
Ante un escenario tan conflictivo y complejo como el que caracteriza a Darfur, este de Chad y  norte de la Republica Centroafricana (RCA) – y que excede con creces ambos territorios -, cualquier intento explicativo de las operaciones de paz desplegadas en dichas regiones requiere una contextualización previa.

Máxime teniendo en cuenta que el éxito de aquellas misiones de paz desplegadas en emergencias complejas, no sólo depende de que estén dotadas de una capacidad de actuación y mandato coherentes con su cometido, sino también de la evolución de una serie de variables cuyos hilos son manejados por actores e intereses de todo orden. En este sentido, el presente texto se limita a reseñar algunas claves que permitan centrar el enunciado que da título al mismo, facilitar su análisis y extraer algunas lecciones derivadas de la experiencia. 

A dicho fin, un primer aspecto a tener en cuenta es el espacio geopolítico. En las tres citadas regiones tiene lugar una crisis humanitaria de grandes dimensiones en torno a un vasto territorio (sólo la superficie de Darfur equivaldría a la de España) y unas fronteras sin control y que son objeto de todo tipo de tráficos. Dichas zonas actúan recíprocamente a modo de vasos comunicantes de todos los impactos causados por la beligerancia y las acciones represivas de numerosas facciones enfrentadas entre sí. Y están, a su vez, insertas en un ámbito regional mucho más extenso, en el que las estrategias de enfrentamiento entre el gobierno de Chad y de Sudán (a través del apoyo cruzado de grupos rebeldes enemigos; llegando, en el caso del régimen de Chad, a recibir éste el apoyo de los grupos rebeldes darfuríes para combatir contra sus homólogos chadianos) afectan a su estabilidad y condicionan de raíz su futuro.

La inestabilidad existente deriva igualmente de una serie de frentes internos abiertos por los gobiernos de Chad y de Sudán, así como el de RCA, originados por políticas de exclusión, desigualdad y represión hacia determinadas regiones y sectores de la población. Los tres citados regímenes tienen también en común una gestión de los recursos naturales de su territorio en beneficio exclusivo de la élite y la instrumentalización de identidades comunitarias, étnicas, regionales, e incluso religiosas, para enfrentarlas entre sí y conservar el poder.
Como resultado de lo anterior, el gobierno de Chad se ve amenazado seriamente por varios grupos rebeldes y mantiene un tenso pulso con la oposición política; en la RCA el régimen está enfrentado a varios grupos guerrilleros; y en Chad el gobierno de Jartún además de persistir en sus acciones criminales en Darfur, ve como van surgiendo nuevos focos de tensión (en zonas como Kordofán o Abiey) a la par que el Acuerdo General de Paz (AGP) firmado entre el Norte y el Sur arroja muchas más sombras que luces.

A este rompecabezas, que ha ido evolucionando y complicándose con el tiempo, cabría por último añadir el papel jugado por la comunidad internacional, a través de intervenciones tardías, insuficientes y, hasta la fecha, en general, ineficaces. Sin olvidar, por otra parte, el apoyo decisivo que algunas potencias extranjeras han prestado a dichos regímenes. Así, en Darfur China ha ejercido de aliada y protectora del gobierno de Jartún motivada por sus intereses petrolíferos en Sudán, y Rusia le ha vendido también armas. Por su parte, Francia ha brindado su apoyo militar y armamentístico al presidente chadiano Idriss Déby en momentos decisivos para la superviencia de su régimen.

En el marco de este imbrincado tablero – considerado como una de las crisis más complejas desde la II Guerra Mundial – tiene actualmente lugar el despliegue de tres misiones de paz: la Misión de Naciones Unidas en Darfur (conocida como UNAMID; por sus siglas en inglés), la Misión de Naciones Unidas en Chad y República Centroafricana (en adelante, MINURCAT) y la de la Unión Europea en Chad y RCA (EUFOR Chad/RCA). Dichas misiones, que cuentan con diverso respaldo y legitimidad internacional, se encontraron, por otra parte, con un fuerte rechazo inicial de los gobiernos que presiden El-Bashir en Sudán y Déby en Chad.

En las próximas líneas se reseñan algunos de los aspectos más relevantes de las misiones citadas, como son la rapidez de la respuesta de la comunidad internacional ante la crisis (el factor tiempo), los medios y mandatos de dichas operaciones y sus limitaciones (el factor capacidades), los retos y, por último, los condicionantes de orden político que afectan al cumplimiento de sus objetivos (el factor político). El foco de atención se centra en Darfur y el este de Chad.

II.- El factor tiempo
Cuando surge un conflicto que amenaza la paz y seguridad internacional y se produce una crisis humanitaria, procede exigir de la comunidad internacional una respuesta rápida y que esté a la altura de las circunstancias. En la práctica se sabe que la realidad es muy diferente. En el caso de Darfur – que arroja en los últimos cinco años un balance aproximado de 300.000 víctimas mortales, 285.000 refugiados en Chad, 2,5 millones de desplazados internos, además de 1,5 millones más de personas afectadas – no existen calificativos para designar la negligencia en dicha respuesta. 

Como denotan dichas cifras, a partir de 2003 el conflicto – cuyo desarrollo parte de la década de los 80 – se radicalizó a través de un enfrentamiento abierto entre los grupos rebeldes darfuríes (inicialmente concentrados en dos grupos principales, el Movimiento/Ejército de Liberación de Sudán, M/ELS, y el Movimiento Justicia e Igualda, MJI) y el gobierno de Jartún, que inició una violenta represión contra aquellos y, principalmente, la poblacion civil, a través de las milicias de componente árabe denominadas «janjawid». Las reivindicaciones procedentes de Darfur fueron marginadas por una comunidad internacional concentrada en sacar adelante el AGP entre el Norte y el Sur.

Para hacer frente a la crisis de Darfur ,el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) emitió una serie de resoluciones a partir de 2004, sin efecto alguno, y la Unión Africana desplegó una misión de paz (con 7.000 soldados desde mayo de 2005) sin los medios financieros, materiales y humanos adecuados. Esta misión contó con el apoyo de la Unión Europea, la OTAN, los Estados Unidos y Canadá, bajo el principio de una progresiva delegación de estas cuestiones a la Unión Africana. Entre tanto, la comunidad internacional discutía sobre la existencia o no de un genocidio en Darfur (como preludio de un renovado «Nunca más») y, al mismo tiempo, encubría su inacción bajo el paraguas de un despliegue humanitario cuyo cometido no es otro que atender a las víctimas.

Como ejemplo de las dificultades de alcanzar la paz en una región tradicionalmente dinamitada por el régimen central con estrategias de exclusión  y cooptación,  cabe destacar el punto de inflexión que se produjo a partir de la firma del Acuerdo de paz de Abuja (Nigeria) en mayo de 2006, el cual lejos de pacificar la situación provocó su radicalización. El motivo fue que a resultas del mismo la facción principal del M/ELS se unió al gobierno sudanés para luchar contra el MJI y la vertiente minoritaria del M/ELS.

Ante el deterioro de la situación, la referida misión de la UA hizo un llamamiento a Naciones Unidas (NU) para que ésta tomara el relevo mediante una nueva fuerza de paz. El resultado fue que en julio de 2007 el CSNU aprobó mediante su resolución 1769 el despligue de la UNAMID en Darfur (primera misión de carácter híbrido entre NU y la UA) bajo el capítulo VII de la Carta de NU, que permite el recurso a la fuerza según las precisiones consignadas en el mandato.
El rechazo del régimen de Sudán a la UNAMID fue desactivado, tras varios meses de negociaciones, por la presión ejercida por China, interesada ésta en mejorar su imagen internacional con vistas a la celebración de los juegos olímpicos y por contribuir a una mayor estabilidad regional que, a medio plazo, preserve sus intereses petrolíferos tanto en Sudán como en Chad. Previamente, un nuevo intento de acuerdo de paz en Sirta (Libia) en 2007 tampoco prosperó, debido a la ausencia de varios actores locales que no fueron convocados por la UA y NU, en un momento en el que la comunidad internacional se esforzaba por conseguir un marco más propicio para el despliegue de la UNAMID.

Con el tiempo, el conflicto no ha hecho más que complicarse a través de una fragmentación de la violencia y una mayor diversidad de actores violentos, con enfrentamientos entre grupos rebeldes (que actualmente superan la veintena) e intercomunitarios. Los actores humanitarios en Darfur no han sido tampoco ajenos a estas dinámicas y han sufrido ataques y agresiones, debiendo suspender sus actividades en numerosas ocasiones.

Por otro lado, el conflicto de Darfur ya tuvo repercusiones en el este de Chad en 2004 con la llegada de  los primeros refugiados darfuríes quienes, junto con la población chadiana, fueron ya en 2005 víctimas de las incursiones de los  janjawid. Por ese entonces el régimen de Déby, amenazado a su vez por movimientos armados internos, decide apoyar con armas a los rebeldes zaghawas de Darfur (de la misma etnia de Déby) y autorizarles a que establezcan en Chad sus bases de retaguardia.

Las dinámicas del conflicto y criminalidad en esta zona se intensificaron a partir de finales de 2006, extendiéndose también a otros actores y comunidades. Actualmente se calcula que en el este de Chad hay, además de los refugiados darfuríes reseñados (repartidos en 12 campamentos), unos 180.000 desplados internos y 57.000 refugiados procedentes de RCA en el sur del país. El número de personas amenzadas por la violencia en esta región se calcula en 700.000. Por otro lado, en Darfur viven unos 52.000 refugiados chadianos y en RCA varios miles de refugiados provenientes de Darfur.
Por su parte, la comunidad internacional decidió en septiembre de 2007 fortalecer su respuesta ante la crisis de Darfur a través de la creación de la MINURCAT y la la EUFOR Chad/RCA, ambas también bajo el capítulo VII de la Carta de NU.

III.- El factor capacidades
Los efectivos previstos para la UNAMID son de 19.555 soldados, 360 observadores militares y hasta 6.432 policías, además de unos 5.000 efectivos civiles de apoyo; lo que, de desplegarse plenamente, la convertirían en la misión de paz más numerosa jamás llevada a cabo. Para ello se deberán superar, en primer lugar, los obstáculos de todo orden que ha ido poniendo el gobierno sudanés (entre otras condiciones, éste ha exigido que el componente principal de la misión sean efectivos africanos) y que otros estados cumplan sus compromisos. Su mandato está actualmente vigente hasta finales de julio de 2009.

Por dichas razones, la fotografía resultante en noviembre de 2008 es que la UNAMID cuenta en terreno únicamente con 9.200 efectivos (7.000 de los cuales estaban ya en Darfur vinculados a la anterior misión de paz de la UA), 1.661 de los cuales son agentes policiales que cuentan solamente con una Unidad Formada de Policía (las otras 11 previstas esperan la aprobación del gobierno de Sudán); y que los estados miembros de NU no han contribuido aún, como estaba previsto, con buena parte del equipamiento imprescindible de la misión, como varias docenas de camiones de transporte y 22 helicópteros, además de otros recursos cruciales.

La falta de medios está condicionando seriamente la actuación de la UNAMID cuyo ambicioso mandato aspira a proteger a la poblacion civil, verificar la aplicación de los diferentes acuerdos suscritos, buscar soluciones pacíficas a la crisis, facilitar el aprovisionamiento a la ayuda humanitaria y asegurar el retorno de los refugiados y de los desplazados internos.La UNAMID está autorizada para recurrir a la fuerza en caso de legítima defensa (no así para incautar y destruir armas ilegales), así como para garantizar la libertad de movimientos de las organizaciones humanitarias y proteger a la poblacion civil. Sin embargo, en este ultimo punto la UNAMID no debe contradecir al gobierno sudanés que puede entender que es a él a quien le corresponde el ejercicio de la responsabilidad de proteger a la población civil.

La realidad sobre el terreno en Darfur indica que, incluso partiendo de las limitaciones reseñadas, la UNAMID (que ha sufrido ocho bajas mortales) no está haciendo uso de todas sus capacidades. La conclusión de lo observado hasta la fecha es que sus efectivos deberían hacer más para proteger a la población civil y mejorar la seguridad del suministro de ayuda humanitaria. Así lo consigna un informe de The Darfur Consortium, una agrupación de ONG cuyo balance del primer semestre del año 2008 pone de manifiesto las carencias de la UNAMID (pasividad ante amenazas a los civiles, ausencia de controles por la noche, distanciamiento con las comunidades) que, en general, es percibida de forma  negativa por la población de Darfur, al tiempo que en dicho período se ha producido un aumento de 1.000 personas desplazadas diariamente de sus hogares y han aumentado los ataques a las agencias humanitarias. 

Por lo que respecta a la MINURCAT y a la EUFOR Chad/RCA – que constituyen la otra vertiente articulada por la comunidad internacional para atender la prolongada crisis de Darfur – también adolece de déficit importantes. Su creación fue obra de la Resolución 1778 del CSNU, que dio luz verde al despliegue de una estructura tripartita compuesta por ambas misiones, además del Destacamento Integral Chadiano (DIS; antigua policía chadiana para la proteeción humanitaria).  El objetivo de dichas misiones es crear unas condiciones de seguridad sostenibles para el retorno de refugiados y desplazados internos.
La MINURCAT es una misión de carácter policial y tiene como finalidad ayudar al retorno de los refugiados y desplazados internos, contribuir a la protección de los civiles en peligro y promover los derechos humanos y el estado de derecho y el refuerzo del sistema judicial chadiano; desplegándose al efecto en terreno y realizando la formación de los efectivos del DIS. Las trabas puestas por el gobierno chadiano han lastrado de forma muy importante el cometido de la MINURCAT. De los 850 policías previstos únicamente han recibido formación 300 y ninguno de ellos se ha desplazado todavía al terreno.

Por su parte, la EUFOR Chad/RCA, tutelada desde su concepción por Francia, es una misión de carácter militar (con una capacidad máxima de 3.700 efectivos) concebida como una operación puente respecto a la MINURCAT/DIS. Actualmente, la EUFOR cuenta con 3.400 personas (de ellos, 1.671 franceses; y 88 españoles) y no estuvo desplegada hasta marzo de 2008. Sus objetivos son la protección de la poblacion civil, particularmente los refugiados y desplazados internos; la mejora de las condiciones de seguridad para facilitar el suministro de ayuda humanitaria y el movimiento del personal humanitario; así como contribuir a la protección de las operaciones de Naciones Unidas en el terreno. Su relación con la MINURCAT y con el DIS es la de trabajar junto con 300 policías y 50 oficiales militares de NU.

El cometido último de la EUFOR es preparar el terreno para una misión de mantenimiento de paz global que, supuestamente, debería desplegarse a partir del 15 de marzo de 2009, fecha en la que finaliza la primera. Para dicho fin, Ban Ki-moom ha propuesto una misión de paz compuesta por 6.000 efectivos.

IV.- Retos de las misiones de paz
Mientras que en Darfur la UNAMID únicamente da muestras puntuales y escasas del cometido que tiene asignado, en el este de Chad la EUFOR ha de hacer frente a una situación de inseguridad caracterizada fundamentalemente ya no por la amenaza de los grupos rebeldes chadianos enfrentados al presidente Déby (como era el caso cuando se aprobó dicha misión) sino por la actuación de bandas criminales que actúan libremente en un ambiente generalizado de completa impunidad.

Como señala un informe de Oxfam (de septiembre de 2008), actualmente el este de Chad es una región extremadamente insegura para los desplazados internos, refugiados (que han aumentado en 12.000 en el primer semestre del año), y personal humanitario. Así, los primeros (sobre todo los desplazados internos) sufren por parte de dichas bandas armadas el robo de su ganado y agresiones; las mujeres son sometidas a violaciones y los niños y adultos están sujetos a reclutamiento forzoso por parte sobre todo de grupos rebeldes de Darfur, pero también de los rebeldes chadianos y de propio ejército del Chad (NU calcula que sólo en este de Chad puede haber entre 7.000 y 10.000 niños soldados); Y los segundos sufren también ataques (en lo que va de 2008 superan los 120; en uno de ellos falleció el director de la ONG Save the children), sus vehículos son robados y se ven forzados a suspender sus actividades (afectando cada una de estas suspensiones, según estimaciones, a una media de 90.000 personas).  

A resultas de esta situación, el referido informe considera que el mandato de ambas misiones es insuficiente para enfrentarse a las citadas bandas criminales. Si bien la EUFOR ha contribuido a estabilizar la situación y ha aportado seguridad a muchos civiles, no tiene competencias policiales ni de gendarmería para actuar en el terreno a través de actividades de mantenimiento del orden público y sus efectivos sólo pueden entrar desarmados en los campamentos, salvo en circunstancias extremas. En cuanto a la MINURCAT a sus carencias en su trabajo con la DIS, que ya han sido reseñadas, se añade su incapacidad para hacer frente a la criminalidad, que excede ampliamente de los lugares donde se encuentran los desplazados internos y refugiados.

Por otro lado, como subraya el informe emitido en julio de 2008 por el Secretario General de NU, ni la EUFOR ni la MINURCAT están en posición de acometer el problema de los movimientos transfronterizos de los grupos rebeldes armados, que son precisamente, junto con los choques de éstos con las fuerzas armadas, una de las causas de inestabilidad de la región.

Otra cuestión relevante es la necesidad de deslindar con claridad las actuaciones de las tres misiones de paz en el ámbito humanitario en relación con el trabajo de las agencias humanitarias, como actores que pueden colaborar pero que tienen cometidos muy distintos, y así deben ser percibidos por la población y las partes en conflicto. A su vez, cabe reseñar que la neutralidad de la EUFOR Chad /RCA está vinculada directamente, debido al papel que juega Francia en dicha misión, a la actuación futura del gobierno francés respecto a su aliado y homólogo chadiano. 

V.- El factor político
Diversos análisis coinciden en que la crisis de Darfur únicamente tiene visos de progreso si, además de reforzarse las misiones de paz en el terreno, se abordan de forma concertada el conjunto de frentes abiertos en la región. Para ello, no sólo es necesario mejorar la coordinación entre las partes implicadas en la gestión de la crísis, sino también modificar las percepciones de algunos actores clave. Algunas de las cuestiones relevantes son las siguientes:

– La necesidad de aplicar sanciones y medidas de presión más efectivas respecto al régimen sudanés, que ha venido sistemáticamente incumpliendo sus promesas y dificultando cualquier intento de avance significativo por parte de la comunidad internacional. En este sentido, algunos países miembros del CSNU, como Francia, están aprovechando la activación del procesamiento del  presidente El-Bashir a instancias de la Corte Penal Internacional para forzar una actitud de mayor colaboración por parte de éste. 

– La realización en Chad, con la contribución del propio CSNU, de todo un programa de reformas democráticas y estructurales en sectores como la administración de justicia y el estado de derecho, para lo cual la MINURCAT, pese a que su mandato hace referencia a dichos ámbitos, no tienen ninguna capacidad para incidir de forma efectiva. Baste recordar en este punto que las reformas democráticas alentadas desde la UE, y tuteladas por Francia, lejos de inicidir en la raíz de los problemas se han limitado a cuestiones formales sobre el proceso electoral.

– El desarrollo y aplicación de los acuerdos suscritos en diversos ámbitos. Sin salir de Chad, destacan tanto los acuerdos auspiciados por Libia (que mantiene una política de equilibrios entre Chad y Sudán) entre el régimen de Chad y algunos de los grupos rebeldes; así como los acuerdos entre dicho régimen y la oposición política, que están siendo supervisados por la UE. Tampoco la UA ha ejercido un papel constructivo en la crisis chadiana, limitándose a un discurso de respaldo a Déby en su lucha contra los grupos rebeldes chadianos, sin ningún análisis de fondo de la cuestión.

Por otro lado, el acuerdo de paz suscrito entre Chad y Sudán (Acuerdo de Dakar, de marzo de 2008) prevé la aplicación de una fuerza de bloqueo africana en la frontera entre ambos países, sin que hasta la fecha se haya aclarado cómo se coordinaría ni con la MINURCAT y la EUFOR ni con la UNAMID. Este acuerdo sufrió un duro revés tras la ofensiva de un grupo rebelde darfurí, el MJI, que, apoyado por el regimen chadiano llegó en mayo de 2008 hasta las puertas de Jartún.
Por último, los acuerdos entre el gobierno de Jartún y los grupos rebeldes de Darfur no sólo deben incluir a todos los grupos clave en liza, sino también a los líderes tribales, representantes de la población desplazadas y de la sociedad civil, especialmente de los grupos de mujeres. Sin olvidar, además, las interconexiones políticas que existen entre el AGP sudanés y la resolución del conflicto de Darfur.
Los avances en dichas cuestiones se presentan, por tanto, como fundamentales para alcanzar una mayor estabilidad en el este de Chad y en Darfur – zonas, como ya se ha señalado, intrínsecamente interconectadas -, sin la cual no es viable que las misiones de paz allí desplegadas puedan cumplir sus objetivos. Tampoco cabe enfocar el problema del este de Chad – como se ha hecho hasta la fecha por parte de NU y UE- –  como si la fuente casi exclusiva de su inestabilidad proviniese de la crisis de Darfur – ni pensar, siguiendo este enfoque, que la solución consiste básicamente en una mejora de la seguridad en los citados campamentos.

En otras palabras, de no atenderse debidamente a las causas de la crisis tanto en Chad como en Sudán, la MINURCAT, la EUFOR y la UNAMID se limitarán, a lo sumo, a proveer seguridad temporal a los refugiados y desplazados internos pero, en ningún caso, podrán cumplir con los objetivos de su mandato. Cualquier otra visión que niegue dicha realidad y, como ya ha sucedido, pretenda por intereses políticos forzar una percepción de nomalidad en dichas zonas e intentar establecer como indicadores de éxito el número de personas retornadas, lo único que conseguirá es añadir más confusión a la crisis y demorar su solución.

VI.- Conclusiones
La experiencia de las tres misiones de paz abordadas ponen de manifiesto, en primer lugar, su inserción en un contexto caracterizado por emergencias complejas, del cual pasan inevitablemente a formar parte. Lo cual, en escenarios en los que persiste todavía una alta dosis de conflictividad, lleva directamente a la cuestión, consignada en su momento en el informe Brahimi que evaluaba las operaciones de paz, de hasta qué punto es necesaria una misión de mantenimiento de la paz en un país (o región) donde no hay paz que mantener. De la respuesta a esta cuestión, caso por caso, depende que las misiones de paz actúen como auténticas herramientas de gestión de crisis o se limiten a extender una venda sobre la superficie mientras el conflicto y sus causas siguen desplegando sus efectos, más o menos larvados, y la población sufriendo sus impactos .

Por otra parte, el conflicto de Darfur denota una clamorosa falta de voluntad política de la comunidad internacional para enfrentar con firmeza su resolución, en una región, por otro lado, marginal para los intereses occidentales. Ni la respuesta y medidas articuladas han sido consecuentes con la crisis regional expuesta ni las misiones de paz desplegadas han sido dotadas de medios y capacidades para incidir de forma resolutiva en un contexto que requiere, a su vez, de intervenciones políticas que atiendan directamente a las causas de aquella.

De lo expuesto también se deduce que resultan imprescindible acciones coordinadas en ámbitos diversos y acuerdos inclusivos en los que participen aquellos representante de la sociedad civil que cuentan con legitimidad por parte de la población (en un enfoque «de abajo a arriba» que cada vez cobra más peso como estrategia de construcción de paz y gestión de conflictos).

De obrarse así, el éxito no está en absoluto asegurado, ni siquiera de forma parcial, pero lo que sí está garantizado es que de no acometer determinadas acciones en la buena dirección la crisis persistirá, las condiciones de vida de refugiados y desplazados internos seguirán degradándose y el número de víctimas mortales irá aumentando.

Mientras, todos los actores beligerantes implicados seguirán luchando obstinadamente por sus intereses y la comunidad internacional seguirá incumpliendo sus obligaciones y encubriendo su incapacidad política con medidas plenamente insuficientes.

BIBLIOGRAFÍA

– INTERNATIONAL CRISIS GROUP, Tchad: Un Nouveau Cadre de Resolution du Conflict. Rapport Afrique nº 144, September 2008.

– MARINE DE CLARENS, La acción humanitaria europea. Un consenso con dudas prácticas, capítulo 4 del Informe del Observatorio de la Acción Humanitaria «La acción humanitarian en 2007: ¿frenazo a la vista?», Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), noviembre de 2008

– THE DARFUR CONSORTIUM, Putting People First: The Protection Challenge Facing UNAMID in Darfur, July 2008.

– OXFAM INTERNATIONAL, Mission incomplete: why civilians remains at risk in eastern Chad, September 2008.

– WOUTER COOLS, Darfur entre la marginación y la ignorancia, Cuadernos del IECAH, nº 10, junio de 2008.

* Texto para su publicación por Cáritas con motivo de las Jornadas celebradas en la Universidad de Alicante sobre «Conflictos Olvidados y vías para la Construcción de la Paz», organizadas por Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante. Noviembre, 2008.

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