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La nada «humanitaria» crisis griega

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Para El Huffington Post.

¿Es lo mismo lo que sucede en la República Centroafricana, en Somalia, en Sudán del Sur o en Nepal, que lo que pasa en Grecia? ¿Tienen esas situaciones similitudes relevantes en sus causas y efectos, más allá de que «afecten» a las personas que allí residen? ¿Son, en cualquier caso, sus efectos comparables? ¿Aporta algo el uso del término «humanitario» para referirse a la crisis griega? ¿Debemos, pues, usar los mismos términos para referirnos a tan variopintas situaciones?

Puede el lector responder a estas cuestiones para situar el problema que queremos abordar en el artículo: el uso ad nauseam de términos relacionados con lo humanitario en situaciones, como la griega, que aunque afecten, evidentemente, a los seres humanos, nada tienen que ver con la utilización convencional de esos términos y con una deseable precisión en el uso del lenguaje.

El tema no es nuevo y, ya hace casi dos siglos, el crítico literario francés Sainte Beuve escribía aquello de «cada siglo tiene su manía y éste tiene la manía humanitaria». Y lo hacía en el siglo XIX, en el que ya la utilización de la palabreja apuntaba a la confusión. Y pese a que, en décadas posteriores, la aprobación de los primeros convenios internacionales de derecho internacional humanitario, desde el Primer Convenio de Ginebra de 1864 hasta su revisión en 1949, o la propia creación de la Cruz Roja, parecían orientar un poco el uso de la terminología humanitaria, cada cierto tiempo aparecen iluminados que descubren con cierto morbo el uso del término.

Uno de los últimos, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, que coincidiendo con el triunfo del «no» en el referéndum griego, anunciaba a bombo y platillo que «muy pronto habrá que hablar de ayuda humanitaria para Grecia», en una evidente exageración e ignorancia supina sobre lo que es la ayuda humanitaria.

Incluso llegaba a anunciar la preparación, por parte de la Comisión Europea, de medidas de ayuda humanitaria, cosa que se ha demostrado totalmente falsa. La Comisión Europea cuenta, desde el año 1992, con una Oficina de Ayuda Humanitaria (ECHO, European Community Humanitarian Office) que unificó sus funciones con las de Protección Civil en la pasada legislatura, pero que nada tiene que ver con las medidas de otro tipo puestas en marcha por las instituciones europeas.

Resultaría curioso, además, que siendo el actual Comisario Europeo de Ayuda Humanitaria y Gestión de Crisis el chipriota Christos Stylianides, tomara la Comisión alguna medida respecto de Grecia desde la dirección general de su competencia.

Pero la excitación que parece provocar la terminología humanitaria en sectores poco informados se ha extendido en los últimos meses y, al calor de la crisis griega, e incluso de la situación española, numerosos políticos y economistas se han apuntado al lío. Pablo Echenique, de Podemos, pontificaba ya a finales de 2014 sobre que «la urgencia humanitaria que vive este país es más importante que cualquier discrepancia», y ha seguido utilizando conceptos similares desde entonces. Afortunadamente, pese a que lo consecuente con sus razonamientos hubiera sido pedir el voto a su partido por motivos humanitarios, algo que hubiera resultado divertido, se impuso cierto sentido común y Podemos ha limitado el uso del término.

También desde Economistas Frente a la Crisis se ha venido utilizando el término para adjetivar la crisis española, lo que entendemos que no aporta gran cosa respecto de términos más precisos como crisis social o, simplemente, crisis económica con graves repercusiones sociales. Otros economistas, habituales en las tertulias, también llevan tiempo proponiendo «algún tipo de plan humanitario» para la crisis griega.

Evidentemente, el uso de los términos es libre, y tampoco las instituciones encargadas de «limpiar, fijar y dar esplendor» a la lengua española han ayudado mucho en esta materia. El Diccionario de la Lengua Española recoge tan sólo definiciones anticuadas del término que ni siquiera hacen referencia a los instrumentos del derecho internacional humanitario o las propuestas de organismos internacionales como la propia ONU. Y cuando algún académico, de modo particular, como Fernando Lázaro Carreter en uno de sus más citados «dardos en la palabra» (1997), criticaba el uso del término «crisis humanitaria», proponiendo en su lugar el de «crisis humana», contribuyó a aumentar la confusión y no a limpiar ni fijar nada.

Tanto es así que recientemente la Fundación del Español Urgente (Fundéu) ha terciado en el debate con una breve nota que considera que el uso del término «crisis humanitaria» es correcto. «Se trata de un uso asentado en el derecho internacional humanitario que se ha trasladado a la lengua general, tal como recoge el diccionario combinatorio Redes, que señala que el vocablo ‘humanitario’ se emplea con sustantivos que designan situaciones de dificultad, adversidad o infortunio, a menudo con resultados trágicos, como catástrofe, crisis, desastre y drama. De todas las variantes en uso, la preferida por los organismos internacionales es crisis humanitaria».

Añadiendo, y esto sería aplicable a su uso en la crisis griega o en la situación española, que «es impropio emplear estas expresiones en situaciones de emergencia en las que no se dan circunstancias descritas o como meros sinónimos de catástrofe terrible, enorme desastre, gran tragedia o drama humano, como en ‘La muerte de los 15 inmigrantes de la patera es el segundo desastre humanitario de este tipo en pocos días».

Sin ningún interés en cerrar el debate, antes al contrario, alentaríamos a los interesados a profundizar en los conceptos y terminología humanitaria y, ya que la RAE parece estar en otras cosas, como nos recuerda brillantemente Gregorio Morán, pulir cada uno su parte en una lógica de «hágalo usted mismo». O recurrir a la premiada Wikipedia, que viene a ser igual.

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