La acción humanitaria en la encrucijada
Para el Semanario Ahora.
Desde su origen, vinculado con el socorro a los militares heridos, a mediados del Siglo XIX, el humanitarismo se ha basado en unos referentes éticos, jurídicos y, más recientemente, institucionales, que lo singularizan y diferencian de otros ámbitos de actuación. Las graves guerras del Siglo XX y el aumento de otros tipos de desastres a lo largo de los años lo han sometido a enormes tensiones y lo han ido convirtiendo en un instrumento de uso creciente en las relaciones internacionales y en las políticas de algunos estados, con los riesgos de manipulación que ello comporta. Pero nunca como ahora se han socavado tan profundamente las bases de la acción humanitaria, hasta el punto que, de no recuperar sus enfoques esenciales, podría convertirse, si no lo es ya, en un mero apéndice totalmente secundario en la respuesta a las crisis. Los paradigmas que han regido hasta ahora la acción humanitaria están en cuestión y debieran replantearse manteniendo sus bases. La Cumbre Humanitaria Mundial, primera en su género, que se celebrará en Estambul el mes de mayo próximo, debería ser una oportunidad para resituar lo humanitario en la escena internacional. Y mucho nos tememos que no será así.
Los principios en cuestión
Las raíces éticas del humanitarismo, pese a su origen occidental y cristiano, sintonizan con valores de otras culturas y religiones y ello hizo que desde el inicio de su historia los valores de humanidad, imparcialidad e independencia fueran universalmente aceptados en los textos y declaraciones del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, de las organizaciones no gubernamentales y, posteriormente, de los estados y las Naciones Unidas. La idea de neutralidad, objeto de diversas interpretaciones, ha provocado siempre mayor discusión, aunque forme también parte de los principios humanitarios convencionales. En la práctica reciente, sin embargo, estos principios se han convertido en muchos casos en mera retórica que alcanza niveles de hipocresía y contradicción espectaculares. La Unión Europea que incumple cada hora en su territorio el elemental principio de humanidad con los refugiados procedentes de Siria y otros países, exige para financiar a las ONG u otras agencias en el exterior el respeto a estos principios. Y pondrá como condición a Turquía este respeto. En la propia guerra en Siria hemos aceptado las imposiciones del gobierno de Basar al Ásad y de muchos de los grupos insurgentes para poder trabajar en las zonas que controlan, de modo que los actores humanitarios son percibidos como parciales, pudiendo suministrar ayuda y protección solo a las víctimas bajo el control de uno de los beligerantes. Y algunas organizaciones se encuentran cómodas cuando se les concede el cuasi monopolio de este tipo de ayuda más sectaria que humanitaria. El humanitarismo basado en principios y orientado hacia las personas que necesitan ayuda sin discriminación está cada vez más amenazado.
Leyes inoperantes
Peor pronóstico tiene el marco jurídico que hasta ahora pretendía regular la acción humanitaria. Los recientes y cada vez más frecuentes ataques a instalaciones sanitarias por parte de ejércitos convencionales, o la vuelta al uso del asedio y el hambre como tácticas de guerra han convertido al Derecho internacional humanitario (DIH) en un derecho “increíble” al no tener los estados firmantes de los Convenios de Ginebra la más mínima intención de establecer mecanismos de control o verificación de su cumplimiento. No ya de sanción. De eso, menos aún. La negativa unánime a poner en marcha la Comisión Humanitaria Internacional de Encuesta en los casos del bombardeo a hospitales de Médicos sin fronteras en Kunduz (Afganistán) o en Yemen o Siria, es reflejo de esta falta de voluntad por investigar si se trata de errores, como afirman quienes los han perpetrado, o de ataques deliberados a la misión médica.
En la misma línea, el rechazo mayoritario de los estados a discutir en la Conferencia Internacional de la Cruz Roja un documento preparado por el gobierno suizo y el CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) que se había estado negociando con los estados durante cuatro años y que, simplemente, proponía un mecanismo “soft” de reuniones para hacer seguimiento de los problemas y posibles violaciones del DIH es una muestra de esta preocupante situación.
El otro pilar jurídico relevante en este ámbito, el derecho internacional de los refugiados sigue ostentando, como dijo uno de los antiguos Altos Comisarios para los Refugiados Rud Lubers, el record de ser el instrumento jurídico internacional más violado. Y no pasa nada.
Cambios en el “club” de los humanitarios
Cada vez más actores participan en la respuesta humanitaria aunque, de hecho, sean unas pocas organizaciones del Norte las que asumen la mayor parte del pastel. La ONU que desde los años noventa con la Resolución 46/182 de 1991 de la Asamblea General se auto-otorgaba el liderazgo de la respuesta humanitaria y que desde entonces ha ido ganado peso a través de sus numerosas y nunca bien coordinadas agencias, cada vez es más rehén de los estados que la forman y de sus pugnas e intereses. Pese a los esfuerzos de algunos Secretarios Generales, las actividades humanitarias no son más que una de las múltiples cabezas de la hidra y nunca la más importante. La coordinación de la respuesta humanitaria por parte de ONU ha podido ser positiva en casos de desastre pero genera confusión en casos de conflicto armado. Tal vez haya llegado el momento de abordar esta cuestión. Además, los intentos de muchos estados de recuperar protagonismo y, claro, visibilidad, en un sector que consideran demasiado no gubernamental, está limitando el espacio de acción de las agencias humanitarias independientes.
Las ONG internacionales, por su parte, no acaban de entender la imperiosa necesidad de incorporar a sus homólogas del Sur, y la necesidad de reconocer lo obvio: que la primera respuesta humanitaria comienza en lo local y que los esfuerzos internacionales no deben sustituir sino complementar a ésta. Respecto a otros actores como los ejércitos, pretenden incorporarse al club de modo arrogante y sin respetar ni conocer las reglas de pertenencia.
Otros retos relacionados con financiación, utilización de tecnologías, innovación, vinculación con los problemas de desarrollo… son importantes. Pero en la resolución o no de los tres que hemos citado se juega el futuro de una idea que surgió para salvar vidas y proteger la dignidad y que puede, ella misma, morir.