La acción humanitaria en la cooperación española: una gran olvidada
Para Oxfam Intermon.
La oportunidad que nos brinda el vigésimo aniversario de la Realidad de la Ayuda que publica Oxfam Intermón para reflexionar sobre estos veinte años de nuestra cooperación nos puede hacer caer en la melancolía. Fueron precisamente las movilizaciones de aquel año 1994 las que hicieron crecer la conciencia ciudadana y el compromiso político sobre la necesidad de aumentar la ayuda al desarrollo y hasta hace bien poco hemos vivido al rebufo de eso. Y cuando se acabó el rebufo, como a veces sucede con los motoristas, nos hemos dado el batacazo. Hemos colaborado en muchas ediciones de la Realidad de la Ayuda y hemos ido constatando, con el rigor que exigen esos informes, este auge y declive de la ayuda española.
En el año 1994 estaban muy presentes, precisamente, las dos grandes crisis humanitarias que más impactaron en las conciencias de la población en aquella década: el genocidio de Ruanda y las guerras en los Balcanes, especialmente en Bosnia – Herzegovina. Y el imaginario colectivo que se construyó sobre la necesidad de aumentar la cooperación hasta el 0,7% del PIB lo hizo, en gran medida, sobre la visión de esas crisis. Situaciones que eran las puntas visibles de los enormes icebergs de la pobreza extrema. Las cuestiones humanitarias estuvieron pues en la base de los compromisos de la cooperación pública española y de las demandas de la ciudadanía.
Sin embargo, la cooperación española, en su conjunto, no ha sabido entender el papel de la acción humanitaria dentro de las políticas de lucha contra la pobreza y la reducción de la vulnerabilidad y, como hemos dicho desde nuestro Instituto en otras ocasiones, seguimos sin encontrar el lugar que las cuestiones humanitarias deben ocupar en el conjunto. La excesiva visión emergencista de lo humanitario hace que algunos solo se acuerden de esta modalidad de ayuda en casos como el Mitch, el Tsunami asiático o el terremoto de Haití. Las crisis crónicas, las emergencias complejas, los conflictos olvidados, el espacio humanitario, la reducción del riesgo de desastres, la búsqueda de la resiliencia… parecen no ocupar demasiada atención.
Esa incomprensión ha provocado que la ayuda humanitaria española haya sido, no solo la modalidad de cooperación que más recortes ha sufrido, sino la política pública que más se ha reducido con la omnipresente coartada de la crisis. Más de un 90% de reducción desde el año 2009. La ayuda humanitaria pública española creció de modo relevante desde los inicios de la cooperación española, hasta el año 2009, superando los 465 millones de euros y suponiendo casi el 9% de la AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo). El año 2010, en pleno post terremoto de Haití, ya se redujo hasta los 356 millones de euros y en 2011 cayó aún más hasta los 216 millones de euros. Es decir, ya en el periodo del anterior gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), tras importantes subidas, la ayuda humanitaria pública se redujo en un 60%. El cambio de gobierno y la llegada del Partido Popular (PP) han acelerado, evidentemente, este derrumbe hasta niveles insospechados con 75 millones de euros en 2012 y, tan solo 38 millones en 2013, un exiguo 2,17% de la AOD. La ayuda humanitaria pública española se encuentra desde la perspectiva financiera en momentos muy difíciles que la están convirtiendo en irrelevante. Pese a los esfuerzos realizados por los actores humanitarios no gubernamentales y también por la propia Oficina de Acción Humanitaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) en materia de mejora de la calidad, establecimiento de protocolos y sistemas de actuación, coordinación, profesionalización y transparencia, la ayuda humanitaria española ha pasado de tener un cierto peso y respeto entre la comunidad internacional, a ser un instrumento irrelevante y con escaso músculo para actuar cuando es demandado.
Y pese a todo, según todas las encuestas, el apoyo de los ciudadanos a la acción humanitaria sigue siendo muy importante, aunque se manifieste fundamentalmente en la respuesta a las grandes emergencias mediáticas. Este apoyo ha permitido consolidar en nuestro país un pequeño grupo de ONG especializadas que han consolidado y fidelizado el apoyo de la ciudadanía y que cuentan con capacidades propias. Y sobre todo que han contribuido a difundir que la acción humanitaria debe trabajar por la protección de los derechos de las comunidades afectadas y hacerlo en torno a principios y valores éticos claros.