Crisis, ¿qué crisis?
(Para Radio Nederland)
Como en ocasiones anteriores, conforme nos acercamos a finales de año, suelen coincidir dos tipos de eventos: la publicación de los informes anuales sobre la ayuda a los países empobrecidos, y la petición por parte de numerosos organismos internacionales de las ayudas para el año siguiente, en este caso el 2009.
Así ha sucedido esta semana, y la coincidencia de la publicación del informe del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos sin Fronteras sobre La acción humanitaria en 2007: ¿frenazo a la vista?, y el Llamamiento humanitario para 2009 realizado por la ONU, permite hacer algunas consideraciones globales sobre el estado actual de la ayuda y sus perspectivas de futuro. Perspectivas, todo hay que decirlo, bastante preocupantes.
La primera constatación del informe del IECAH, que coincide con la de otros estudios internacionales sobre la ayuda al desarrollo, es que en el año 2007 hubo un parón en las cifras de financiación de la acción humanitaria -también, y de modo más abrupto, en las de ayuda oficial al desarrollo (AOD)-, lo que pone en cuestión el compromiso de los Gobiernos aparentemente asumido en años anteriores. Este descenso, que se ha acelerado en el año 2008 debido a la crisis económica, amenaza totalmente el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los avances realizados en materia de financiación humanitaria. En términos porcentuales, la ayuda humanitaria representó en 2007 aproximadamente el 7 % del total de la AOD (ayuda oficial al desarrollo) de los países del (Comité de Ayuda al Desarrollo) CAD situándose en torno a los 5.000 millones de euros, aunque las cifras no son definitivas. Y si el informe manifiesta preocupación es porque este frenazo se produjo en una época en la que aún no se había empezado a hablar de crisis económica o financiera internacional.
La respuesta humanitaria a conflictos o desastres suele estar muy influida por la magnitud de estos y por su presencia en los medios de comunicación, y por ello interesa recordar que durante 2007, al menos 43 países fueron escenarios de graves crisis humanitarias, una cifra similar a la del año anterior. Si la de Myanmar recibió considerable atención mediática, otras -como las que afectaron a Somalia, Zimbabue, Sri Lanka, República Democrática del Congo, Colombia, República Centroafricana o Chechenia- apenas lograron reflejo alguno en los medios de comunicación generalistas y en la conciencia de los principales actores internacionales.
Además, los 414 desastres naturales calificados como fuertes castigaron a 211 millones de personas (un 40 % más que en 2006) aunque únicamente se contabilizaron 17.000 víctimas mortales, que es la cifra más baja en toda la década, lo que algunos atribuyen a una mejora de los mecanismos de respuesta.
Desde la perspectiva institucional vinculada con la acción humanitaria sí que hubo cosas destacables. En 2007 inició su mandato el nuevo Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon y, con él, un nuevo Vicesecretario General para Asuntos Humanitarios, el británico John Holmes. Este continuó la denominada Reforma Humanitaria emprendida en años anteriores, enfatizando los aspectos internos al sistema de Naciones Unidas. Sin embargo, la incorporación de la ONG a los diversos instrumentos de la Reforma, especialmente a la financiación proveniente del Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF), o el llamado sistema de clusters, ha sido hasta ahora escasa, y el cuarto pilar de la Reforma, la asociación o «partenariado» con otros actores, ha avanzado poco. El respeto a la pluralidad y a los mandatos de las ONG es esencial, pero también lo es su reconocimiento como actores que aportan una gran parte de la respuesta humanitaria global. Esta reforma humanitaria, sin embargo, no ha ido acompañada de reformas de mayor calado en la ONU, lo que ha hecho que su papel siga siendo, en muchos conflictos, irrelevante.
Visto así el año 2007, tal vez el único alivio es que no se produjo el estallido de ningún nuevo conflicto violento de alta intensidad y que ningún desastre natural llegó a los niveles conocidos en los años inmediatamente precedentes. Un consuelo escaso que no compensa la sensación de que seguimos tan lejos como estábamos de enderezar el rumbo.
El año 2008, sin embargo, si ha visto como se agravan dramáticamente algunas situaciones como Somalia, Darfur, Palestina o la República Democrática del Congo, y también las provocadas por desastres de componente natural como los monzones o huracanes, y es en ese contexto en el que se ha lanzado el Llamamiento Humanitario 2009 que solicita a la comunidad internacional una cifra, solo para la ONU, similar a toda la ayuda humanitaria del año anterior: 5.000 millones de euros (7 billones de dólares). El optimista Holmes manifestaba en el acto de lanzamiento del Llamamiento que «no hay indicios de que la crisis económica pueda afectar las contribuciones al Llamamiento», pero sinceramente, mucho nos tememos que eso sea confundir el deseo con la realidad.
En cualquier caso, el reto sería el tratar de que la crisis financiera en el Norte no se transforme en aumento de crisis humanitarias en el Sur. Y la Cumbre del G-20 ampliado, y las decisiones de los países ricos no han prestado suficiente atención a ese aspecto. Y ya va siendo hora. Esperemos que el Llamamiento Humanitario 2009 contribuya a eso.