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Conclusiones del FFD4: hacia una arquitectura financiera global para alcanzar los ODS 

Ayer terminó la 4ᵃ Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (FFD4) en Sevilla, que ha contado con la participación de jefes de Estado y de Gobierno, ministros y diplomáticos de más de setenta países, personal funcionario de agencias de Naciones Unidas (NNUU), de agencias nacionales de cooperación, de ONG locales e internacionales y con amplia representación de la sociedad civil mundial. El congreso contó con un programa oficial, eventos especiales como el lanzamiento de la Plataforma de Acción de Sevilla y más de 300 actividades paralelas dentro y fuera del recinto.  

Este cuarto congreso continua el proceso iniciado en Monterrey, en 2002, que buscaba impulsar la financiación para el desarrollo como prioridad mundial. A este primer congreso le siguieron Doha en 2008 y Addis Abeba en 2015, donde se adoptó la Agenda de Acción de Addis Abeba que estableció compromisos concretos para la financiación del desarrollo. El objetivo era encontrar un espacio de diálogo para tratar de paliar el déficit existente en la financiación del desarrollo sostenible y más concretamente de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y su Agenda 2030, ya que se estima en 4 billones de dólares el monto necesario para ello.  

Según NNUU, las subvenciones a los combustibles fósiles cuestan el 7,1 % del PIB mundial, más que el gasto público anual en educación (4,3 %) y cerca de dos tercios del gasto sanitario (10,9 %). Además, el coste económico mundial de las guerras en 2023 superó los 19 billones de dólares y el 1 % de la población más rica del planeta amasó 42 billones de dólares en nueva riqueza durante la pasada década. La financiación adicional necesaria para cerrar esta brecha de 4 billones de dólares supone una carga desproporcionada para los países en desarrollo.  

La arquitectura financiera mundial actual no responde adecuadamente a las necesidades de los países en desarrollo, que enfrentan tipos de interés, al menos el doble de altos que los de los países desarrollados. Además, sufren más el impacto de factores financieros globales fuera del alcance de sus políticas nacionales y, en muchos casos, no tienen acceso a acuerdos bilaterales de líneas swap extendidas por los bancos centrales de las principales economías. En paralelo, la pesada carga de la deuda, unida a la vulnerabilidad ante situaciones imprevistas, ha limitado gravemente su capacidad para invertir en su propio desarrollo sostenible. En este sentido, se estima que unos 3.300 millones de personas viven en países en desarrollo donde el pago de los intereses de la deuda supera el gasto en educación o sanidad y los pagos de intereses crecen más rápido que dicho gasto. 

Dado que, para tratar de subvertir esta tendencia, las fuentes de financiación se limitan a la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y a los fondos climáticos multilaterales, públicos y privados, el FFD4 ha tratado de impulsar la inversión en el cumplimiento de los ODS, así como propiciar la reforma del sistema mundial de financiación del desarrollo para lograr alguno o todos los siguientes objetivos: 

  • Lograr un sistema de cooperación al desarrollo más inclusivo, tanto a nivel nacional -con estrategias dirigidas por los países y plataformas nacionales -como a nivel mundial, a través de un papel reforzado de las NNUU para el diálogo entre todos los actores. 
  • Establecer una nueva estructura de la deuda orientada al desarrollo. 
  • Reformar las agencias de calificación crediticia para que ofrezcan evaluaciones más justas para las economías en desarrollo. 
  • Mejorar la voz y la representación de los países en desarrollo en las instituciones financieras internacionales. 

La 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo vuelve a poner de manifiesto la urgente necesidad de reformar el sistema financiero global para responder mejor a las necesidades de los países en desarrollo y avanzar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El Compromiso de Sevilla marca un hito al establecer una hoja de ruta conjunta que busca superar las desigualdades estructurales en la financiación y promover una cooperación internacional más inclusiva y justa. Sin embargo, el verdadero reto estará en la implementación efectiva de estos acuerdos para cerrar las brechas financieras y garantizar un desarrollo sostenible y equitativo. 

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