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Algunas buenas noticias sobre Haití

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(Para la Revista Fusión Latina)
Hemos escuchado tantas malas noticias tras el desastre agravado en Haití tras el terremoto del 12 de enero pasado, que no estaría de más reseñar algunas otras de carácter más optimista. No queremos, evidentemente, negar ni minimizar el drama que vive el pueblo haitiano, ni los errores cometidos por la cooperación internacional en las primeras semanas, pero sí poner de manifiesto que incluso en esas situaciones ocurren otras cosas. La primera, la enorme dignidad de los haitianos. Frente a la imagen miserabilista de la que muchos medios han abusado, el pueblo haitiano se ha enfrentado a la tragedia con  decisión y solidaridad. ¿Quién sino trató de rescatar a las víctimas debajo de los escombros con sus propias manos en las primeras horas tras la tragedia? ¿Quién ha soportado la incompetencia y la falta de coordinación de los dispositivos internacionales de ayuda? Reconozcamos ese simple hecho y la evidencia de que son y deben ser los medios y capacidades locales los que habrán de ser fortalecidos en el largo proceso de construcción del país. De no hacerse así, si la ayuda externa sustituye y suplanta lo local, volveremos a reconstruir las condiciones de vulnerabilidad que hicieron posible esta tragedia.

Y ¿qué no decir de la solidaridad de los dominicanos? En muchas ocasiones se ha criticado y con razón el que ambos pueblos comparten la misma isla sin apenas relación y con un claro desprecio por parte dominicana de sus vecinos. Pues bien, eso ha empezado a cambiar y de un modo extraordinario. Tanto el gobierno como el pueblo de República Dominicana han colaborado desde el inicio en las tareas de socorro y soportado el paso de los convoyes de ayuda o acogiendo a los damnificados. Algo está cambiando en la Hispaniola.

También otros vecinos se movilizaron rápido y es destacable que países tan diversos como Cuba, Venezuela, Colombia, Canadá, Japón, España,… participaran y participen en las tareas de socorro. El que otros, como Estados Unidos y su desorbitada presencia militar hayan acaparado la atención, no debe ocultar el que en las primeras horas hubo otros muchos países tratando de colaborar. Y las cifras de fondos donados a las ONG han sido muy importantes. Y ese deseo de cooperar con un país tan frágil como Haití debe mantenerse. La crisis debe convertirse en una oportunidad para construir el país sobre nuevas bases. Y los que han contribuido a lo largo de la historia  a empobrecer la que fuera la colonia más rica de las Américas deben asumir su cuota de responsabilidad y financiar en gran medida la reconstrucción. Francia y Estados Unidos, especialmente, tienen una responsabilidad histórica que deben asumir pero, desde luego, no tratando de liderar este proceso. Que dejen a las Naciones Unidas y sobre todo al pueblo haitiano el liderazgo que les corresponde.

Ahora que Haití va a ir desapareciendo de los medios de comunicación el reto es seguir presionando a los gobiernos para que mantengan sus compromisos de cooperación en los próximos años. Construir un estado viable en Haití es una tarea de décadas. Y si se logra, esa sí sería una buena noticia.

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