La crisis alimentaria: un desafío para todos
(Para el Correo)
En las últimas semanas, la subida del precio de los alimentos se ha convertido en un tema de creciente interés en la prensa internacional. Las causas, efectos y posibles soluciones están siendo objeto de análisis y reflexión por parte de todos, y la situación esta generando indignación, preocupación y desconcierto. Recientemente, el Banco Mundial publicó que en los últimos tres años el valor de rubros básicos como trigo, arroz y maíz se había disparado, impulsando un alza total en los precios de los alimentos del 83%.
Aunque las subidas nos están afectando a todos, no cabe duda que perjudican en mayor medida a los países más pobres. En los países ricos, los alimentos representan entre un 10 y un 20 por ciento de los gastos del consumidor mientras que en los países pobres pueden llegar hasta el 80 por ciento. Estos porcentajes esconden diferencias dentro de cada país ya que los más pobres gastan en alimentos casi la totalidad de sus limitados ingresos.
La situación se agrava aún más, cuando observamos que en los últimos 30 años, los 49 países más empobrecidos del mundo pasaron de ser exportadores a importadores netos de alimentos. Según la FAO, la factura por la importación de cereales para los países de menores ingresos y con déficit alimentario aumentará un 56 por ciento en 2008, respecto a la de 2007, tras haber crecido un 37 por ciento en 2007, respecto a 2006. La FAO también nos alerta que actualmente en el mundo existen 37 países en crisis alimentaria, es decir, que necesitan ayuda externa para que toda la población tenga acceso a los alimentos.
El escenario empeora paulatinamente. En países como Egipto, Senegal, Etiopia, Indonesia, Haití o Filipinas el alza de precios está provocando asaltos y disturbios; En Pakistán y Tailandia, efectivos militares han tenido que movilizarse para evitar asaltos a tiendas y almacenes de víveres.
El incremento de los precios de los alimentos tiene su origen en una combinación de factores:
? El aumento de la demanda de alimentos en algunos países (China, India) debido al mayor poder adquisitivo de sus poblaciones y al cambio de la dieta, que ha pasado a incluir de manera más habitual la carne y productos lácteos. Por ejemplo, el consumo de carne per capita en China se ha duplicado entre 1990 y 2005 y continúa aumentando.
? la subida del precio del petróleo que encarece la producción alimentaria debido al aumento de los costos de transporte, maquinaria agrícola e insumos. El alza del precio del petróleo también incentiva la producción y uso de biocombustibles creando competencia por la tierra cultivable, el agua y los recursos, lo cual disminuye la producción alimentaria. Por ejemplo, en 2008 el 30% de la producción de maíz de EE.UU será destinada a producir etanol.
? Factores climáticos adversos (inundaciones, sequías recurrentes…) y cambios en el clima, que incrementan los riesgos de producción de la agricultura de secano de la que viven los más pobres.
? Los subsidios a la agricultura en los países desarrollados, que han contribuido a inundar los mercados alimentarios de los países empobrecidos, distorsionando los precios y frenando las inversiones en el sector agropecuario.
? La urbanización, industrialización y especulación del suelo han reducido la disponibilidad de tierra cultivable. En el sudeste asiatico ha habido una reducción considerable de la producción de arroz por esta razón. En nuestro país hay pruebas evidentes de esta destrucción de área de cultivo.
? La devaluación del dólar y la reciente crisis financiera mundial están favoreciendo las inversiones y la especulación sobre las materias primas incluyendo los productos alimentario.
Los países pobres han comenzado a tomar medidas para minimizar los efectos del alza de los precios en la población. Según el Banco Mundial, 48 de los 58 países más afectados ya han puesto en marcha algunos mecanismos como el control de precios, los subsidios al consumidor o las restricciones en sus exportaciones. Sin embargo, algunas de estas medidas pueden ser contraproducentes a largo plazo ya que desincentivan la producción local.
Los países ricos están ya respondiendo a las llamadas urgentes de apoyo de las organizaciones internacionales, especialmente del Programa Mundial de Alimentos (PMA), a través de compromisos de ayuda alimentaria. Sin embargo, a la hora de definir qué, cómo y dónde apoyar, es importante tener en cuenta que el problema no se va a resolver de manera definitiva con medidas de carácter coyuntural, aunque sean más mediáticas, sino con cambios estructurales, dirigidos a atacar las causas y no los efectos
A corto plazo, expertos en el tema recomiendan reforzar los Programas de Protección Social que ya existen en algunos países. Estos programas consisten en establecer mecanismos para que la población más vulnerable pueda tener acceso a alimentos más baratos (ej. alimentación escolar, bancos de alimentos, programas de transferencia de efectivo condicionada a la asistencia escolar y a servicios de salud).
Algunos países están definiendo acciones estructurales, coherentes y de largo plazo. Entre las iniciativas más interesantes destacaremos la del Reino Unido que ha anunciado un aporte de 800 millones de dólares en un plazo de 5 años para investigación agrícola y apoyo a los países más pobres para fomentar su producción; y la de Alemania que propone impulsar la incorporación de criterios sociales y ecológicos en la actual legislación europea de biocombustibles.
Las crisis pueden transformarse en oportunidades. Es el momento de que todos los países respondan a esta crisis colectiva, alineándose con las prioridades de desarrollo de los países pobres, y poniendo en marcha iniciativas coordinadas a corto y largo plazo que contribuyan a lograr soluciones definitivas y sostenibles. Pero especialmente, los países ricos deben promover la coherencia entre sus políticas agrarias, comerciales, económicas, medio ambientales y de cooperación para contribuir con eficacia a que el derecho humano a una alimentación adecuada sea una realidad para todos.