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Zimbabue y la ley… de Murphy

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(Para Radio Nederland)
«Si algo puede salir mal, saldrá mal», «cuando las cosas se dejan a su aire, suelen ir de mal en peor», «si crees que las cosas están mal, no te preocupes, estarán peor», y otras frases del mismo tipo son las conocidas popularmente como Leyes de Murphy, que en algunos casos como el de Zimbabue se cumplen de modo inexorable.

Por si fuera poco con la crisis política, la hiperinflación, los efectos de la subida del precio de los alimentos, la dictadura del régimen de Mugabe, o el colapso del sistema sanitario, las últimas semanas han visto agravarse aún más la penosa situación de Zimbabue con el aumento de los casos de cólera convertidos ya en verdadera epidemia.

Según datos publicados ayer por la Oficina de Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA) la cifra de muertes alcanza ya 1.111 personas y los casos sospechosos superan los 20.000, y el gobierno no duda en culpar de la epidemia a las potencias occidentales. Según todas las fuentes, el sentimiento de desesperación es generalizado en el país y la única ley imperante es la de Murphy.

La comunidad internacional continúa paralizada pese a las encendidas declaraciones y exageradas gesticulaciones de algunos líderes europeos. ¿Puede hacerse algo en una situación como ésta? ¿Es inevitable que el ya fracasado estado zimbabuense se hunda aún más en el caos? ¿No puede hacerse nada por el castigado pueblo de Zimbabue?

Desde el punto de vista político, tras los fraudulentos resultados de las elecciones de marzo pasado y las acusaciones y presiones sobre el régimen de Mugabe, éste se ha visto obligado a un cierto reparto del poder que todavía no es efectivo y que, por el momento, ha paralizado el país.

La única vía que parece abrirse para resolver esta situación es la aprobación de una enmienda a la Constitución zimbabuense, la llamada Enmienda 19, que institucionalice el reparto del poder acordado en septiembre de 2008 entre el presidente Mugabe, y los líderes opositores Morgan Tsvangirai y Arthur Mutambara. El texto de la enmienda se ha publicado el pasado 13 de diciembre en el Diario Oficial, pero debe ser aprobada por al menos dos tercios del Parlamento que, en el mejor de los casos, la discutirá durante el mes de enero próximo.

La Enmienda 19 no sólo impone medidas claras de reparto de poder, sino que las institucionaliza y concede una participación real a la oposición. Así, por ejemplo, de un gabinete ministerial de 31 ministros, Mugabe propondría 15, Svangirai 13 y Mutambara, un escindido del partido de Tsvangirai, 3 ministros. Por otra parte, la Enmienda 19 plantea un periodo provisional de dos años en el que se discutiera una nueva Constitución y se realizaran tras ello nuevas elecciones con garantías.
Aunque en el actual estado de cosas es difícil tener muchas esperanzas, todos los analistas coinciden en que el mejor escenario posible desde la perspectiva política interna es el de que se apruebe la Enmienda 19 y ello abra un nuevo proceso político en el país. Los sectores pro Mugabe están, de hecho, tratando de boicotear este proceso y el diario progubernamental The Herald está acusando a los opositores de intentos neocolonialistas y de venderse al Reino Unido, entre otras lindezas.

Caso de que la Enmienda 19 no prospere, el país seguiría en el colapso actual y no habría ninguna expectativa, ni tan siquiera tímida, de posible avance en la situación. Y una cosa que resulta sorprendente es que en los análisis que se hacen desde Europa, apenas se menciona este tema y solo se pone énfasis en la negativa del régimen zimbabuense a conceder la entrada al país a mediadores internacionales como el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, o el obispo Desmond Tutu.

En el plano socioeconómico poco puede decirse de nuevo en una situación en la que las cifras de inflación alcanzan proporciones kafkianas, las más altas de la historia en ningún país, más de 5 millones de personas viven de la ayuda alimentaria internacional y en la que la epidemia de cólera se extiende por el país. Para entender la dimensión de la inflación habría que escribir, como propone el Cato Institute, la cifra de 89.700.000.000.000.000.000.000 por ciento. Increíble.
Y en este escenario, la acción internacional sigue paralizada y tras unos prometedores inicios en los que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una declaración presidencial que contó, incluso, con los apoyos de Rusia y China, en el mes de junio, poco más se ha avanzado.

Algunos países europeos, con el Reino Unido y Francia a la cabeza, han realizado retóricas declaraciones, pero tampoco en el ámbito europeo, en el que no hay derecho de veto por cierto, se ha aprobado nada. El Consejo Europeo de la semana pasada, que había sido precedido de declaraciones de Javier Solana o de la diplomacia francesa sobre Zimbabue y la necesidad de intervenir, se saldó una vez más sin ninguna decisión y con una vuelta a frases del tipo de «África es responsabilidad de los africanos» que, obviamente, es muy acertada pero que se usa sólo en algunos casos y de modo interesado. Y a ello no es ajeno el que debamos reconocer que Mugabe sigue contando con el beneplácito de otros líderes africanos que como el presidente surafricano Tabo Mbeki le han dado su apoyo en muchas ocasiones.

Por eso, si de verdad creemos en que todos los pueblos, y por supuesto también los africanos, tienen derecho a elegir su destino, sería necesario un mayor apoyo a los esfuerzos internos y a que la Enmienda 19 pueda avanzar. Y apoyar desde fuera el proceso, no con sanciones como las que han secundado países como Estados Unidos o el Reino Unido, que acaban perjudicando a la población y minan la credibilidad internacional.

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