Uganda, macabro contrapunto a la fiesta del fútbol
(Para Radio Nederland)
Tantas veces se ha dicho que el deporte es un sucedáneo de la violencia grupal que nos habíamos olvidado de que también puede ser la chispa que origine un conflicto armado- ahí está la corta guerra de 1970 entre Honduras y El Salvador- o el instrumento para tratar de imponer visiones fundamentalistas en las que el ocio se percibe como pecado- así lo entienden los taliban afganos y paquistaníes o grupos como el somalí Al Shabab. De confirmarse las primeras noticias sobre lo ocurrido esta pasada noche en Kampala- un doble atentado que ha costado la vida al menos a 64 personas y ha herido de diversa consideración a otras tantas- estaríamos ante un nuevo ejercicio de brutalidad fundamentalista en la que el deporte, el futbol en este caso, habría servido como factor propicio para los violentos.
Este macabro contrapunto a lo que tópicamente se define como una fiesta no es, por desgracia, extraño en escenarios en los que grupos como Al Shabab tratan de imponer su iluminada y rigorista visión de lo que consideran una vida pura. Si ya los taliban se encargaron en los años noventa del pasado siglo de castigar a los afganos que practicaran el futbol, jugaran al ajedrez o simplemente volaran cometas, lo mismo ha venido haciendo quien fue en su día el ala militar de la Unión de los Tribunales Islámicos- poder efectivo en Somalia hasta su expulsión a finales de 2006-. Precisamente durante estas últimas semanas, con ocasión del campeonato mundial de futbol, sus dirigentes se han encargado de atemorizar a la población con el anuncio de que matarían a quienes se entregaran a la aberrante (para ellos) práctica de ver la competición por televisión.
Al Shabab- que figura como el principal sospechoso de haber perpetrado este doble atentado- es un grupo asociado a Al Qaeda, que se opone por la armas al orden actual en Somalia- con el débil Sharif Sheikh Ahmed como presidente apoyado por la comunidad internacional. Aunque en su momento fueron estrechos aliados, hoy Al Shabab («La Juventud», en árabe)- que pretende imponer un régimen islamista en todo el país- se enfrenta a las escasas fuerzas leales a Ahmed y, sobre todo, a los escasos 6.000 efectivos de la fuerza desplegada por la Unión Africana (AMISON) principalmente en la capital, Mogadiscio. Desde hace meses se vienen desarrollando los preparativos para una ofensiva combinada contra Al Shabab- a la que incluso parece haberse apuntado Hizbul Islam (antiguo aliado de Al Shabab)-, y de ahí el interés de este grupo por desbaratar los planes de sus enemigos.
Es en esa doble línea en la que cabe interpretar lo que ahora acaba de ocurrir en Kampala. El atentado habría buscado castigar (ese sería el término más apropiado) a los numerosos aficionados que se habían apiñado en un club de rugby y en un restaurante para presenciar la final del campeonato del mundo de futbol. Al mismo tiempo, habría dirigido un inequívoco mensaje al gobierno ugandés- que, al igual que el de Burundi, tiene desplegados 2.500 soldados en AMISON- con la finalidad de desactivar la mencionada ofensiva.
La violencia en Somalia se ha agravado aún más desde 2007- lo que ha provocado unos 20.000 muertos y 1,5 millones de refugiados y desplazados añadidos a la larga lista de violencia que se viene registrando en este estado colapsado al menos desde 1991. En este contexto, el pasado mes de junio Al Shabab mató a 17 soldados de AMISON en un ataque directo contra el cuartel general de la misión africana. Con posterioridad, la pasada semana se produjo un ataque contra el avión presidencial cuando Sheikh Ahmed salía en viaje oficial hacia Uganda. En represalia- aunque los mensajes son todavía muy confusos- AMISON habría lanzado un ataque artillero contra la zona de la capital desde la que partió el ataque contra el avión, produciendo una treintena de muertos. Mientras que los portavoces de Al Shabab sostienen que eso fue lo que ocurrió- intentando ganarse la simpatía de los somalíes contra los soldados extranjeros-, los de AMISON afirman que los que perpetraron el ataque contra el presidente son los mismos que atacaron a la población que se encontraba en el mercado de Bakara.
Sea como sea, Al Shabab utilizó este reciente suceso violento para anunciar que ampliaba su radio de acción para atacar también objetivos en Burundi y Uganda. En definitiva, si se confirma la autoría de Al Shabab estaríamos ante los primeros ataques de este grupo fuera de territorio somalí y, por tanto, ante una ampliación del conflicto hasta convertirlo en regional.
Mientras se produce dicha confirmación, no cabe olvidar que en Uganda operan también otros grupos violentos como las Fuerzas Democráticas Aliadas y, en la zona norte del país, el Ejército de Resistencia del Señor. En un intento por enviar un mensaje de calma y de control de la situación el gobierno ugandés ha reconfirmado la celebración de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en la capital, Kampala, para la próxima semana. En medio de esta compleja ecuación, lejos de remitir, el conflicto se alimenta con nuevos sucesos que apuntan a su agravamiento.