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Tregua sangrienta en Gaza

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(Para Radio Nederland)
Una vez más (y ya van…) se ha roto una tregua en Gaza. Establecida apenas el pasado 30 de enero entre las principales facciones palestinas, enfrentadas desde casi un año en una encarnizada lucha por el poder, ya se contabilizan seis muertos y más de ochenta heridos tan sólo en la jornada del jueves. Por si fuera poco el afán de Israel por imponer su dominio en la zona -con castigos colectivos, operaciones militares en fuerza y asesinatos selectivos-, los principales productores de muerte son ahora los propios palestinos, empeñados en hacer aún más difíciles las condiciones de vida para los casi 1,5 millones de habitantes de la Franja.

A corto plazo no se detecta ninguna salida a la espiral de violencia desatada hace ya mucho tiempo entre quienes se disputan el liderazgo palestino. Para unos, Hamas, se trata de imponerse a Al Fatah y de evitar que triunfe la estrategia de colapso general diseñada por Israel para provocar un adelantamiento electoral que haga reconsiderar su opinión a los votantes palestinos. De esa manera, creen sus promotores, se producirá un regreso al poder de los elementos menos díscolos de Al Fatah, con los que esperan lograr algún acuerdo que certifique el fin de las ilusiones soberanistas palestinas de tener algún día un Estado realmente viable y que, simultáneamente, garantice a Israel el control del valle del Jordán, la permanencia de los tres principales núcleos de asentamientos en Cisjordania y la permanente subordinación del resto de los Territorios Ocupados (aunque cínicamente pueda llegar un día en que alguien se atreva a llamarle Estado palestino a lo que Israel no quiera para sí mismo).

Para otros, Al Fatah, se trata de utilizar su último cartucho antes de que se produzca su implosión definitiva como consecuencia de la derrota electoral en enero de 2005. La fractura entre la “vieja” y la “nueva” guardia es evidente en todos los rincones de los Territorios, pero en lugar de procurar recomponer la unidad a través de un proceso abierto de debate y de búsqueda del apoyo popular, se ha preferido, con el estilo que han aprendido durante décadas, dirimir las diferencias a tiros, tratando de imponer su discurso por la fuerza en un mensaje dirigido tanto a sus adversarios externos (no Israel, sino Hamas) como internos. Abu Mazen no es, no lo ha sido nunca, la solución para los problemas palestinos de hoy; más bien hay que verlo como un final de etapa que ha agotado gran parte de las esperanzas depositadas en un Proceso de Paz hoy ya definitivamente muerto. En todo caso, su situación al frente de la profundamente devaluada Autoridad Palestina, le confiere todavía poderes suficientes para disponer de ese último cartucho representado por sus fuerzas de seguridad, con la Guardia Presidencial a la cabeza. Es difícil no ver su actuación como un mero instrumento de la estrategia israelí de acoso y derribo de Hamas, en un intento desesperado por imponerse por la fuerza a quienes, no lo olvidemos, han recibido el mandato electoral de hacerse cargo de los asuntos palestinos. Se impone la idea de que Mazen, creyendo que sirve a sus propios intereses de supervivencia política, atiende en realidad a los designios de Tel Aviv para disponer mañana de un interlocutor más acomodaticio, dispuesto a aceptar las migajas que se le ofrezcan en una hipotética mesa ¿de negociación? futura.

Mientras Israel, aun siendo consciente de que juega con fuego, sigue alimentando la confrontación interna palestina, en aplicación del eterno principio de dividir para vencer. Es bien sabido que el gobierno de Ehud Olmert ha permitido la llegada de armas para reforzar la capacidad de combate de la Guardia Presidencial y otras fuerzas dominadas por Abu Mazen, para tratar de doblegar a la Fuerza Ejecutiva de Hamas. ¿Puede sorprender que estos últimos busquen igualmente sus apoyos, con Irán tan interesado en disponer de una baza añadida para hacer frente a la presión que viene soportando desde Washington y Tel Aviv?

Echando la vista atrás puede verse que nada ha obligado a Israel a modificar su estrategia de “reconstrucción” de los Territorios, en su empeño por hacer imposible que de allí pueda surgir algún día una entidad política soberana y viable. La destrucción sistemática y sostenida en el tiempo es una labor que han desarrollado con similar ímpetu tanto gobiernos liderados por los conservadores como por los laboristas… y la tarea está a punto de llegar a su final. Hoy, en torno a un 80% de la población palestina vive por debajo de la línea de pobreza…, ¿hace falta añadir algún otro dato para hacernos una idea del nivel de frustración y desesperación que puede servir de base a opciones radicales como la que representa Hamas? Puede que el futuro de los palestinos no pase por Hamas, pero hoy ya sabemos que tampoco puede construirse contra él.

Mientras esto ocurre en las calles de Gaza, está prevista para hoy mismo una nueva reunión del Cuarteto . Esta instancia informal es la principal referencia internacional para lograr encontrar salidas hacia la paz, con la implicación directa de actores tan señalados como Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y ONU. Si todo lo que apunta el principal de ellos, Estados Unidos, por boca de su secretaria de Estado, es que la fracasada y limitada Hoja de Ruta debe ser el marco de referencia sobre el que hay que trabajar, podemos hacernos una idea de lo lejos que estamos hoy de ver una luz al final del túnel. No hay, en definitiva, capacidad (UE, Rusia y ONU) ni voluntad política (EE. UU.) para liderar un esfuerzo que conduzca hacia la paz en Oriente Próximo. Tristemente sigue siendo la hora de las balas.

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