Tambores de guerra, una visión desde la Unión Europea
Alimentados por la histeria belicista de la que habla Edgar Morin en su reciente opúsculo, De guerra en guerra. De 1914 a Ucrania (Ed. Popular, 2024), parecería que estamos abocados sin remedio a un generalizado escenario de conflictividad mundial, como si no hubiéramos aprendido nada de tantos errores cometidos tras innumerables choques violentos, tanto intraestatales como interestatales.
Visto desde la Unión Europea, el rincón de mayor nivel de bienestar y seguridad del planeta, habitada por poblaciones postheróicas, que tienden a considerar equivocadamente que la guerra es un asunto del pasado y que todas las discrepancias pueden resolverse por vías no violentas, ese pronóstico altera las bases de su modelo postimperial. Un modelo basado fundamentalmente en la idea de que existen valores y marcos éticos universales, de que la interdependencia hace muy improbable el estallido de la violencia y de que la reducción de las brechas de desigualdad entre quienes habitan un mismo territorio son los pilares centrales que conducen invariablemente a un mundo más justo, más seguro y más sostenible.
Entre ellos cabría citar, en primer lugar, el desmoronamiento del orden internacional surgido de la II Guerra Mundial. Un orden supuestamente basado en normas que no cuenta con una ONU capaz de gestionarlo (por falta de voluntad de sus principales miembros), que sirve fundamentalmente a los intereses de Washington y que no puede ocultar la doble vara de medida con la que se enjuicia el comportamiento de algunos de sus miembros (sirvan los casos de Rusia e Israel como un ejemplo entre muchos). A esa falta de una autoridad mundial con capacidad real para vigilar que todos cumplen con las reglas de juego y para sancionar a quienes se las salten se une que el líder mundial efectivo, Estados Unidos, ya no es capaz de cumplir, aunque sea impropiamente, el papel de policía mundial. Una realidad que termina por generar una mayor tentación por parte de quienes aspiran a ocupar su posición –como China y Rusia– o de quienes se sienten ahora más críticos con el statu quo vigente y más libres para salirse del guion –el Sur Global–.