Sudán, una guerra a espaldas del mundo
Para Equaltimes
La violencia es un rasgo que define estructuralmente a Sudán, prácticamente desde su creación en 1956. Una violencia que, con el nuevo estallido registrado el pasado 15 de abril, se traduce hoy en más miles de muertos y heridos, 1,3 millones de personas refugiadas (principalmente en Chad), más de 5 millones desplazadas forzosamente y 25 millones dependiendo de la ayuda humanitaria para sobrevivir (de un total de 45,6 millones de habitantes). Y a pesar de la brutal dimensión de la tragedia, que sitúa a Sudán como la mayor crisis humanitaria del planeta, la atención internacional sigue siendo tan reducida que no sorprende que ahora, en respuesta a la exigencia planteada el 16 de noviembre por parte de las autoridades de Jartum, el Consejo de Seguridad de la ONU haya aprobado una resolución (con la única abstención de Rusia) que ha puesto fin (el 3 de diciembre) a la misión UNITAMS (United Nations Integrated Transition Assistance Mission in Sudan).
Una misión que arrancó en 2020, un año después de la caída del dictador Omar al Bashir, con el objetivo de apoyar la transición hacia la democracia, y muy poco antes de que, en octubre de aquel mismo año, Abdelfatah al-Burhan diera un golpe de Estado aprovechando su posición como jefe de las fuerzas armadas, al tiempo que UNAMID (United Nations-African Union Hybrid Operation in Darfur) terminaba su mandato. Se pasaba así de una fuerza de mantenimiento de la paz circunscrita a Darfur, con unos 20.000 efectivos desplegados sobre el terreno, a una misión política con apenas 250 efectivos y mandato para operar en todo el país.