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Romper el vínculo conflicto armado e inseguridad alimentaria: la necesidad de soluciones conjuntas, duraderas e inclusivas

El conflicto armado y sus efectos como motor del hambre

En los últimos diez años, los conflictos armados en el mundo casi se han duplicado, siendo cada vez más complejos y prolongados en el tiempo. Los efectos de las guerras son múltiples y van más allá de la zona de guerra, tanto a nivel humano: muertes, daños físicos y psicológicos, desplazamientos masivos de la población, como a nivel material: destrucción de infraestructuras, contaminación del medioambiente y colapso de la economía entre muchos otros. Esta situación pone en peligro los medios de vida de las comunidades, especialmente, las que ya se encontraban en una situación de fragilidad.

»No se pone suficiente foco en la vinculación entre conflicto e inseguridad alimentaria, así como en la importancia de la promoción de la paz para mejorar la situación alimentaria de estas poblaciones.»

Por otro lado, ha habido un retroceso en la lucha contra el hambre. Según el último informe de Índice Global de Hambre 2021, la prevalencia global de malnutrición (uno de los cuatro indicadores para calcular el índice Global de Hambre) ha aumentado en la última década y estamos lejos de alcanzar el objetivo de hambre cero para 2030 (ODS 2).  Este estancamiento e incluso empeoramiento en algunos de los indicadores globales está provocado por una confluencia de factores entre ellos: conflicto armado, cambio climático y en los pasados dos años, los impactos de la COVID. En algunos países, este panorama se suma al estado de fragilidad crónica de sus sistemas alimentarios, conduciéndolos a situaciones de emergencia alimentaria. No obstante, no se pone suficiente foco en la vinculación entre conflicto e inseguridad alimentaria, así como en la importancia de la promoción de la paz para mejorar la situación alimentaria de estas poblaciones.

Los conflictos armados tienen impactos gravísimos sobre los sistemas agrícolas de manera directa, atacando al sector agrícola y la cadena de suministros. En este sentido, cabe señalar que, en 2017, el Consejo de Seguridad de la ONU en la Resolución 2417 condenó el uso del hambre como arma de guerra. También de manera indirecta, la destrucción de las infraestructuras provocada por los ataques interrumpe la cadena de suministro e impide el funcionamiento normal de los mercados. En estos contextos, la disponibilidad de los alimentos baja y por ende los precios suben, volviéndose prohibitivos para gran parte de la población, cuyos ingresos se ven reducidos debido a los impactos económicos de la violencia. Asimismo, el conflicto exacerba las condiciones de inseguridad alimentaria de grupos de población en condiciones de vulnerabilidad alimentaria anteriores al conflicto, y expone a las personas desplazadas a situaciones de falta de acceso a alimentos. Por otro lado, altos niveles de inseguridad alimentaria generan malestar social y político entre la población, creando un escenario propicio para el surgimiento de la violencia. Es por ello que las causas de la inseguridad alimentaria y los conflictos violentos tienen que ser analizadas y abordadas conjuntamente a fin de romper este vínculo perverso.

»… asegurar un entendimiento contextualizado de la situación y establecer soluciones que permitan a esas poblaciones avanzar hacia la paz y su autosuficiencia alimentaria.»

En estos contextos, atender las necesidades básicas alimentarias de la población a través de la ayuda humanitaria de manera rápida e imparcial es esencial. Sin embargo, la experiencia señala que es conveniente que el trabajo de los actores humanitarios vaya acompañado de estrategias a largo plazo de desarrollo que fortalezcan los sistemas agrícolas locales, así como de acciones encaminadas a la construcción de la paz en estos contextos de guerra. Este enfoque conocido técnicamente como “triple nexo” entre la acción humanitaria, el desarrollo y la paz, aspira a mejorar la respuesta que se da a estas complejas e interdependientes situaciones a través de un fortalecimiento de la coordinación, complementariedad y coherencia de los distintos actores. En este sentido, es fundamental que las respuestas se localicen, y que las comunidades y autoridades locales estén involucradas en todo momento a fin de asegurar un entendimiento contextualizado de la situación y establecer soluciones que permitan a esas poblaciones avanzar hacia la paz y su autosuficiencia alimentaria.

Emergencia alimentaria en Cabo Delgado

En este marco algunas organizaciones que trabajan sobre el terreno están visibilizando la vinculación del conflicto armado y el hambre en muchos contextos actuales de conflictos. El Programa Mundial de Alimentos, en su último análisis de vulnerabilidad, alerta de la situación de inseguridad alimentaria aguda en 43 países en los que 42 millones de personas se encuentran al borde de la hambruna. Asimismo, es necesario señalar que las mayores crisis alimentarias se encuentran en países en guerra. Desde el IECAH junto con Ayuda en Acción, hemos elaborado el informe: “Emergencia alimentaria en Cabo Delgado, Mozambique: Conflicto armado y desplazamiento forzado como motores de la inseguridad alimentaria” para llamar la atención sobre esta situación. Esta región del norte del país, envuelta un conflicto armado desde el 2017, tiene unas tasas de desnutrición crónica superiores al 10%. En septiembre de 2021, 1 de cada 3 personas se encontraban en situación de desplazamiento forzado a causa de la violencia. En un país con una fragilidad crónica del sistema alimentario (escasez de tierras y aguas y baja productividad agrícola) y propensa a los desastres medioambientales (Mozambique es uno de los países más vulnerables al cambio climático) el conflicto armado ha puesto a muchos hogares, en especial a los hogares de personas desplazadas, en una situación alarmante de desnutrición.

»Proponemos combinar diferentes formas de actuación, tanto de emergencia a corto plazo, como de desarrollo y paz a largo plazo para avanzar hacia soluciones duraderas

A través del análisis de datos recogidos en terreno, entrevistas con actores clave y revisión bibliográfica, hemos formulado una lista de recomendaciones dirigidas a los actores internacional para dar una mejor respuesta a la emergencia alimentaria en Cabo Delgado.Proponemos combinar diferentes formas de actuación, tanto de emergencia a corto plazo, como de desarrollo y paz a largo plazo para avanzar hacia soluciones duraderas. Por un lado, se debe continuar la ayuda alimentaria, preferiblemente con asistencia en efectivo, a través de una distribución focalizada, es decir, teniendo en cuenta la situación de vulnerabilidad de cada persona, así como asegurar el alojamiento de las personas desplazadas. Al mismo tiempo, es necesario adoptar un enfoque a largo plazo y realizar acciones encaminadas a fortalecer el sistema alimentario de la región. Sugerimos desarrollar estrategias de conservación y almacenamiento de los alimentos, aumento de la productividad y resistencia frente al cambio climático y reactivación de los mercados locales. Por último, es fundamental que simultáneamente se realicen labores para promover la paz en el país ya que al igual que existe un vínculo negativo guerra-hambre también la paz y la seguridad alimentaria se retroalimentan la una a la otra.

Les invitamos a apuntarse al evento de lanzamiento del informe »Conflictos, desplazamiento y hambre: el ejemplo de Cabo Delgado», el día 23 de noviembre aquí.

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