Otras políticas exteriores frente a las nuevas relaciones internacionales en el Magreb
Para Público.es
El anuncio de cooperación nuclear entre Rusia y Marruecos realizado por el primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, volvió a sorprender la semana pasada. Pese a que se trata de la ratificación de un memorándum planteado hace cinco años, la posibilidad de una central nuclear en Agadir construida por la empresa Rosatom, ha vuelvo a agitar un Magreb que durante décadas se nos había presentado como ejemplo de estabilidad frente a los conflictos de Oriente Medio. En todo caso, se trata de una noticia que no conviene leer en solitario sino relacionarla con otras.
En primer lugar, hay que estudiar la dinámica general de confrontación entre Marruecos y Argelia, acrecentada desde finales de 2020. Tras la ruptura de un alto al fuego entre las tropas saharauis y marroquíes por los incidentes del Guerguerat, la administración Trump intercambió su reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental con la suma de Marruecos a los Acuerdos de Abraham. Un país más para sumarse a la normalización de relaciones y nuevas alianzas de Israel de Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán. Desde entonces, se han trastocado los débiles equilibrio regionales y ha habido una oleada de acciones y reacciones, declaraciones, ejercicios militares, aumentos de presupuesto militar y el cierre del gasoducto Magreb-Europa, que motivó negociaciones para que España enviara gas a Marruecos y espoleó el anuncio de apuesta por la energía nuclear.