Obama, vuelta al ruedo mundial
(Para Radio Nederland)
Puede ser comprensible que, desde hace meses, Barack H. Obama haya concentrado su esfuerzo en sacar adelante una reforma de la sanidad estadounidense que, aún lejos de su formulación original y de los estándares en los Estados de bienestar europeos, cabe calificar de histórica.
A fin de cuentas, han sido los estadounidenses los que lo han llevado a la Casa Blanca y es a ellos a quienes tiene que dar cuenta de sus promesas, intentando frenar su fuerte caída en los índices de popularidad en medio de una crisis económica para la que todavía no se vislumbra la salida y, por si fuera poco, con la inmediata perspectiva de unas elecciones legislativas el próximo mes de noviembre.
En todo caso, parece bien claro que la excesiva concentración de la agenda del líder mundial en asuntos internos puede pasarle factura de inmediato en el ámbito exterior. Evidentemente, no solo nadie se ha quedado quieto a la espera de que Obama volviera al escenario internacional, sino que algunos actores han aprovechado la ocasión para seguir adelante con unos planes que pueden crear nuevos y serios problemas a Washington. Un somero repaso por algunos de los escenarios en los que Estados Unidos tiene sobrados intereses así nos lo demuestra.
Más allá de la antipatía personal que puedan profesarse Obama y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu- gráficamente demostrada en la inexistencia de un comunicado conjunto o una rueda de prensa tras su reciente encuentro en Washington-, lo que transmite el actual desencuentro bilateral es que Tel Aviv no deja duda alguna sobre su voluntad de seguir adelante en su estrategia de fuerza, mientras que Washington no parece capacitado para fijar a su aliado unas líneas rojas infranqueables. En esas condiciones, EE UU seguirá perdiendo peso en la región e hipotecando su futuro en escenarios tan relevantes como Iraq y Afganistán, al mismo ritmo que aumentan las posibilidades de una nueva confrontación militar en la zona y el surgimiento de una tercera Intifada palestina.
Irán – Uno tras otro se han ido incumpliendo los sucesivos requerimientos dados a Teherán para que despejara todas las dudas que plantea su programa nuclear, sin que esto haya tenido consecuencia real alguna. El paso del tiempo permite confirmar que Irán prosigue sin pausa en su empeño por garantizar la supervivencia del régimen y el liderazgo regional, con el envite nuclear como una baza fundamental para lograrlo. Mientras tanto, Washington no ha logrado generar el consenso necesario para que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una cuarta ronda de sanciones- con Rusia y China en una actitud de calculada ambigüedad. Por otra parte, la opción de un ataque militar sigue igualmente fuera de la agenda, ante la imposibilidad estadounidense de abrir un tercer frente de combate en la región (cuando Iraq y Afganistán están aún muy lejos de una pronta solución).
EE UU ha perdido el paso no solo ante la comunidad internacional- con un liderazgo cada vez más cuestionado-, sino también ante el régimen de los ayatolás- que añaden más pruebas a su convicción sobre la falta de voluntad de Washington para actuar- y ante Israel- al que no puede mostrar ningún resultado que convenza a Tel Aviv de rebajar su tono agresivo contra lo que considera una amenaza existencial.
Rusia – El empantanamiento de EE UU en escenarios de combate como Afganistán e Iraq y la necesidad de Obama de concentrarse en asuntos domésticos son, por definición, buenas noticias para Moscú. Esa situación concede a una Rusia que ha iniciado decididamente su regreso al concierto internacional un amplio margen de maniobra para recuperar posiciones en su «near abroad»- ahí están los resultados favorables a sus intereses de las recientes elecciones en Ucrania, junto al golpe de mano en Georgia (verano de 2008) y a la vuelva al hogar en un sentido geoestratégico de Bielorrusia, Azerbaiyán y
Kazajstán.
Le interesa, por tanto, al tándem Medveded-Putin que Obama siga enfrascado en otros asuntos, en la medida en que eso le permite volver a respirar unos aires- los propios de una superpotencia- que creía ya perdidos para siempre. En esas circunstancias, Moscú puede encarar la negociación de un nuevo tratado de control de armas nucleares- que suceda al START 1, vencido en diciembre pasado- con nuevos bríos en defensa de sus intereses.
China – Al margen de otros asuntos más o menos anecdóticos- visita del Dalai Lama a la Casa Blanca o venta de armas a Taiwán- lo más relevante a día de hoy en la agenda bilateral es la notoria guerra comercial en la que ambos países aumentan progresivamente su perfil proteccionista y sus amenazas y castigos mutuos. En esta dinámica no es fácil identificar al posible vencedor, pero mientras Washington prosiga embebido en otros asuntos Pekín podrá seguirá manteniendo su pulso con una moneda artificialmente infravalorada (para sostener su impulso exportador), dando la razón a quienes pronostican que nos dirigimos invariablemente a un directorio mundial (G-2) que colocará a China al mismo nivel geoestratégico de EE UU.
En el mes de mayo se celebrará el próximo Diálogo Económico y Estratégico, iniciado entre ambos países en 2006, y en él podrá comprobarse hasta qué punto nos dirigimos hacia un escenario de entendimiento o de desencuentro entre ambas potencias.
En resumen- y sin perder nunca de vista otros escenarios de alta tensión como Iraq y Afganistán, en los que Washington sigue apostando por enfoques netamente militaristas-, Obama tiene que romper la inercia en la que lleva sumido en estos últimos tiempos. No se trata de invitarlo a dar la vuelta al ruedo mundial para recoger los aplausos de un público entusiasta con su faena- es bien palpable el desencanto cosechado en su primer año de presidencia-, sino de apremiarlo para que no olvide que los toros ni se han amansado ni han vuelto al corral.