Mozambique: paz sin provecho
(Para Radio Nederland)
Hace ahora casi 10 años, en octubre de 1994, Mozambique celebraba las primeras elecciones democráticas tras dos décadas de cruel guerra que dejaron el país en situación de colapso económico y social . Dos años antes, en 1992, se había firmado en Roma el Acuerdo General de Paz en un proceso de negociación que fue calificado de modélico por la comunidad internacional y que puso fin al enfrentamiento civil, aunque con importantes implicaciones regionales e internacionales, que asolaba el país. Desde entonces, el proceso de construcción y consolidación de la paz ha seguido su curso y aunque los problemas han sido y son muchos, Mozambique no ha vuelto a la senda de la violencia, ha realizado drásticas reformas económicas y su situación ha sido presentada por muchos organismos internacionales como “historia exitosa” (success story), como una de las pocas experiencias de pacificación que se ha afianzado en el continente africano. No olvidemos que en aquello mismo años se negociaron otros acuerdos de paz como en Angola que fueron rotos y se volvió a la guerra.
Sin embargo, la formalización de la paz no trajo la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población y el llamado “dividendo de la paz” no ha dejado en estos años un saldo muy positivo en los sectores más pobres del país. La economía ha crecido a una media del 8% anual pero no se ha conseguido reducir los índices de pobreza que siguen siendo unos de los más altos del mundo. La pobreza absoluta ronda el 70% y en las zonas rurales la economía es de subsistencia y extremadamente dependiente de las condiciones climáticas, que en los últimos años han sido muy malas. Mozambique ha sido uno de los países que ha seguido más al pie de la letra los postulados de los organismos financieros internacionales, pero las severas políticas de ajuste unidas a un acelerado proceso de privatizaciones han tenido un elevado coste social. Los datos macroeconómicos han mejorado y eso es muy del agrado del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero eso ha traído consigo un aumento de la desigualdad que es casi abismal entre los sectores de población residentes en la capital Maputo y aquellos que viven en las zonas rurales. Al mismo tiempo la extremada dependencia de la ayuda externa (casi el 60% de los fondos manejados por el gobierno proviene de la ayuda internacional) hace a la economía muy frágil y dependiente y según muchos analistas es una de las causas del aumento de la corrupción.
Desde la perspectiva política las reformas han sido lentas y aunque el sistema es multipartidista, de facto, el FRELIMO controla todas las instancias de poder y no ha existido hasta ahora algo parecido a la alternancia o a la distribución de ciertas cotas de poder. En 2003 hubo elecciones municipales con un nivel de participación muy bajo que evidencia un grado de descontento y desencanto elevado, y por vez primera la RENAMO podrá gobernar en algún municipio pero con competencias muy limitadas. El resto de instituciones ligadas a la gobernabilidad: policía, poder judicial, sistema penitenciario, parlamento, administración descentralizada, etc. son muy débiles y con enorme desprestigio público. Algunos países como Holanda en los ámbitos de descentralización y sistema judicial o la propia España en el ámbito policial, han apoyado iniciativas de reforma de estos sectores que, en algunos casos, como los proyectos de la cooperación holandesa en la provincia de Nampula están siendo la referencia para el resto del país.
En este frágil contexto, Mozambique vuelve estos días a llamar nuestra atención por la seria amenaza de crisis alimentaria que viven algunas zonas del país a causa de la sequía de los tres últimos años. Tras las graves inundaciones que asolaron el país en el año 2000, los años siguientes han sido malos para las cosechas y aunque en el 2003 Mozambique consiguió resistir la situación mejor que sus vecinos Zimbawe o Malawi, las previsiones para 2004 son alarmantes. Según datos dados a conocer estos días por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) que ha realizado un concienzudo análisis de vulnerabilidad en las zonas más pobres, más de 650.000 personas en el centro y sur del país necesitan ya de ayuda alimentaria. Estos alimentos podrían adquirirse en Sudáfrica pero el problema es que la crisis alimentaria que vive la región en su conjunto ha hecho que los precios del maíz y otros productos se hayan incrementado enormemente para las posibilidades de la magra economía mozambiqueña. Esta situación se está viendo agravada por el aumento del VIH/SIDA que, según todos los datos, está creciendo del mismo modo que lo hizo en los países limítrofes hace cinco o seis años. Se estima que un 14% de la población es seropositiva y existen en el país más de 350.000 huérfanos a causa de la enfermedad. Las previsiones de crecimiento del SIDA son también alarmantes y se constata que las autoridades no previeron adecuadamente esta posibilidad y no se prepararon para ello, cuando las evidencias en otras regiones africanas eran ya claras.
Mozambique puede seguir siendo, tiene el derecho a seguir siendo una “historia de éxito” para la comunidad internacional en materia de rehabilitación posbélica y construcción de la paz. Pero para que ese avance se consolide y sea sólido, los beneficios de la paz deben llegar cuanto antes a los sectores más pobres de la población. De no ser así, el apoyo popular a las instituciones y partidos y al proceso en su conjunto continuará retrocediendo y la paz será frágil. Parafraseando a Kant, una paz duradera necesita ser percibida como beneficiosa por la población y no depender solo de la ayuda internacional. Si no, será una paz comprada.