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Miedo y asco en Gaza

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(Para Radio Nederland)

¿Qué más nos queda por ver en Gaza como muestra acumulada de errores políticos, pasividad internacional y desprecio por la vida y por la legalidad internacional? ¿Cuánto tiempo más se necesita para que tanto unos como otros se convenzan de que el camino de las armas no les permitirá nunca alcanzar sus objetivos?

Las preguntas pueden ampliarse hasta el infinito, después de seis guerras y dos Intifadas, mientras en Gaza 1,5 millones de palestinos se ven sometidos a un infame e inmerecido castigo. En este punto de extrema violencia en el que nos encontramos, interesa no olvidar lo esencial. Lo que ocurre hoy en la Franja no es una respuesta israelí al lanzamiento de cohetes por parte de Hamas. Antes bien, cabe recordar que esta tragedia se remonta, como mínimo, a la ilegal y aún vigente ocupación israelí de los Territorios Palestinos desde 1967; sin que las sucesivas resoluciones de la ONU, reclamando la retirada incondicional y unilateral del ocupante, hayan tenido efecto alguno. Además, ya en el contexto emanado de la toma de control de la Franja por parte de Hamas en junio de 2007, la tregua entre el Movimiento de Resistencia Islámica e Israel (con la mediación egipcia) imponía condiciones a las dos partes: Hamas dejaría de lanzar cohetes (y así lo hizo en gran medida) a cambio de que Israel levantara el asedio a los gazatíes (y nada de eso hizo en ninguna medida).

Como es bien sabido, Israel está empeñado en una estrategia que busca la eliminación de Hamas no solo por las armas, sino también mediante un permanente y generalizado castigo a la población de Gaza, que desemboque en una respuesta ciudadana contraria a quienes alcanzaron el poder en las urnas en enero de 2006. Una estrategia, por otro lado, que no ha funcionado y que, entre otros motivos (sobre todo los electoralistas), ha llevado a la actual campaña de castigo militar directo. Mientras no termine la ocupación de los Territorios no habrá visos de una paz real en la zona (¿no es eso lo que ofrece, desde 2002, la Liga Árabe, sin que Israel haya mostrado el más mínimo síntoma de sentirse afectado por la propuesta?).

Por otra parte, resulta tan insostenible como hasta aburrido seguir escuchando la letanía israelí que pretende hacer pasar cualquier crítica y condena contra su gobierno como un ataque antisemita y antijudío. Nosotros no nos confundimos- ya sabemos lo que fue el genocidio nazi, igual que sabemos que tan semita es un judío como un palestino y también somos conscientes de que hay enemigos de la paz en ambos bandos. Sin manipular las palabras ni los conceptos, respetamos por igual a todos los que habitan la Palestina histórica.

Pero escudarse en argumentos tan falaces y débiles como esos, significa no solo un intento indecente de parar las críticas a un gobierno (no a un Estado o a una religión) sino, sobre todo, no comprender que esos gobernantes (y quienes les apoyan) son contrarios a los verdaderos y legítimos intereses del propio Israel. Si se analiza hoy el comportamiento de personajes como Tzipi Livni, candidata de Kadima a las elecciones legislativas del próximo 10 de febrero, y Ehud Barak, cabeza de lista del partido laborista y actual ministro de defensa, llegaremos a la conclusión de que sus intereses electorales han sido un factor de la máxima importancia para disparar el ataque iniciado el pasado 27 de diciembre. Ambos tratan desesperadamente de evitar la victoria de Benjamín Netanyahu, favorito en todas las encuestas hasta hace apenas quince días.

La vía de salida israelí contra las críticas no puede ser la de insistir en su argumento de que no buscan la muerte de civiles (los inevitables daños colaterales tendrían la culpa de todo) o la de matizar hasta el absurdo sobre lo que significa proporcionalidad en el uso de la fuerza. No vale más, ni menos, la vida de los civiles israelíes muertos por la violencia palestina que la de los más de mil palestinos que han perecido hasta ahora en estos apenas quince días de combate. Para un Estado que se considera ejemplo de democracia y buena voluntad no puede valer todo en la defensa de sus intereses. No pueden valer ni los castigos y asedios colectivos, ni el recurrente cierre de los Territorios, ni la permanente secuela de asesinatos selectivos, ni la destrucción sistemática de infraestructuras financiadas por la comunidad internacional (incluyendo aeropuertos, hospitales y hasta instalaciones de ayuda humanitaria de la UNRWA), ni la ampliación continua de los asentamientos, ni la construcción de un muro que ofende a la inteligencia de cualquier observador al querer presentarlo como una medida temporal que no cuestiona la legalidad internacional.

La violencia ejercida contra Israel no puede servir como excusa para justificar el hondo desprecio de sus gobernantes por el derecho internacional (instalados en la enorme impunidad que le confiere el ciego apoyo de su principal aliado estadounidense), así como el permanente insulto a sus propios fundamentos éticos y religiosos.
Si ahora se apunta ya un inminente fin de la violencia no es porque las críticas hayan convencido a los israelíes sino, otra vez, por puro cálculo electoral. Barak Obama está punto de mudarse a la Casa Blanca, y no conviene desairar más de la cuenta a quien van a seguir necesitando en el inmediato futuro. Además, tanto Livni como Barak tratarán de calmar la situación para poder desarrollar una campaña electoral más o menos pacífica, en la que intentarán recoger la cosecha de una demostración de fuerza que pretende hacerles pasar por líderes más resolutivos que el renacido Netanyahu.

Mientras tanto, Hamas saldrá notablemente tocada de este envite, pero en condiciones de poder sostener (como hizo Hezbola en su enfrentamiento del verano de 2006) que el poderoso ejército israelí no es ni mucho invencible, ni capaz de derrotar definitivamente a la milicia palestina. Le interesa también llegar a una nueva tregua (sea con mediación egipcia o turca), que le permita tomar un respiro y seguir adelante con su empeño de hacerse con el poder en los Territorios. Los demás, desde la inoperante Liga Árabe (reunida ahora en Doha, con las significativas ausencias de Egipto y Arabia Saudí) a la dispersa Unión Europea (con visitas simultáneas de la delegación presidencial checa y del siempre inquieto Sazkozy) y la propia ONU (con un Ban Ki-mon que solo a última hora aparece en la escena para aceptar con una sonrisa las insinceras disculpas israelíes por la destrucción de vidas de personal de la UNRWA y de sus almacenes), siguen mostrando su incapacidad para imponer una mínima cordura. ¿Solo nos queda Obama como única posibilidad de que algo sustancial cambien en la zona?.

 

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