Los retos políticos de la reconstrucción de Gaza
Los civiles en el conflicto de Gaza: algo más que víctimas colaterales
La ofensiva bélica desencadenada por Israel contra la Franja de Gaza el 27 de diciembre, y que durante tres semanas ha castigado duramente a la población civil, se inscribe en una lógica de seguridad que J. C. Rufin describió como la «criminalización de la rebelión». En esta nueva etapa de la «guerra global contra el terror», tal como ha sido asumida por la narrativa israelí, los civiles están en el mismo centro de la lucha. Han pasado de ser «daños colaterales» a objetivos estratégicos directos de dos lógicas de seguridad que aunque parecen enfrentadas acaban siendo convergentes. Por un lado, se puede medir el capital político de Hamas por el número de «mártires» caídos en combates. Por otro, la estrategia de seguridad israelí se sigue basando en el «castigo colectivo». Como resultado de todo ello el 43% de las bajas han sido mujeres y niños.
Es, cuando menos, chocante el contraste entre el número de veces que se invoca en la prensa, en las declaraciones políticas y en el discurso de los organismos internacionales la necesidad de proteger a los civiles, de respetar el Derecho Internacional Humanitario (DIH) y la absoluta desprotección de la población de Gaza frente a los ataques israelíes. Sin escapatoria alguna, hasta los teóricos santuarios alternativos- como las instalaciones de la UNRWA o los hospitales- han sido bombardeados. Como ha subrayado OCHA en sus diferentes informes sobre la situación humanitaria de la Franja durante el ataque, a diferencia de otros casos los gazatíes fueron las únicas víctimas civiles de un conflicto en el que no tuvieron posibilidad de huir de las bombas, al estar totalmente cerrados los pasos fronterizos.
El unilateralismo ciego de Israel en su voluntad de erradicar a Hamas ha producido, sin embargo, efectos no deseados: su legitimidad ha caído en picado y tanto los actores humanitarios como los organismos internacionales y, sobre todo, la opinión pública de la mayoría de los países europeos y árabes han mostrado claramente su rechazo a esta muestra de brutalidad bélica. ¿Cuándo tendrá Israel que rendir cuentas por los crímenes de guerra cometidos? ¿Cabe imaginar que Israel pagará las reparaciones por estos crímenes?
En su última demostración de fuerza bruta Israel no ha cumplido con las resoluciones de Naciones Unidas, no ha respetado el DIH, ha usado armas ilegales… Es una larga lista que no debería sumarse, sin más que a efectos de inventario, a la larga lista de impunidades pasadas. Por el contrario, debería marcar un punto de inflexión para los organismos internacionales defensores de este legado jurídico internacional que nos protege a todos. Diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos están buscando vías para que estos crímenes no queden impunes; sin embargo, en los discursos de la práctica totalidad de los dirigentes políticos estas cuestiones han pasado rápidamente a un segundo plano ya que la nueva batalla ideológica se sitúa en torno a la reconstrucción de Gaza.
Lo de siempre: reconstruir una vez más lo que Israel ha destruido
Desde el final de la ofensiva israelí, con el cese el fuego unilateral decretado por Tel Aviv, el pueblo palestino se enfrenta una vez más a la ingente tarea de reconstruir lo destruido por Israel. La reconstrucción de Gaza está ahora en boca de todos, en un marco de innegable cinismo que pone en marcha una puja política sobre las ruinas de la Franja y sobre las espaldas de los castigados palestinos; lo que nos indica que el único y verdadero perdedor de esta guerra es la población de Gaza. Nos referimos a los niños, mujeres y hombres que han sobrevivido a esta cruenta batalla y cuyas heridas tardarán mucho tiempo en curar (e incluso en algunos casos no lo lograrán).
Mientras tanto, líderes de todos los colores políticos han declarado su compromiso para volcarse en el alivio del desastre humanitario provocado por la ofensiva militar israelí. Más allá de estas muestras bienintencionadas, desde el principio de la tregua se está perfilando una sórdida competición para llevarse los beneficios políticos de la reconstrucción. En este proceso, y una vez más, la comunidad internacional, siguiendo los criterios israelíes, pretende dar ayuda a la reconstrucción de la Franja sin tener que pasar por Hamas. Algo que, a priori, parece difícilmente realizable teniendo en cuenta el control que Hamas sigue teniendo en ese territorio.
La hipotética reconstrucción no debe significar un simple «pasar página». La protección de los civiles tiene que seguir ocupando un lugar central en la agenda de todos los gobiernos y actores civiles implicados en promover la seguridad humana de los palestinos. La mejor protección de los palestinos, hoy, es seguir denunciando al Estado de Israel por los crímenes cometidos en Gaza y lograr que los organismos competentes condenen su actuación y lo sancionen; todo ello teniendo en cuenta que las vías más factibles de presionar realmente a Israel siguen siendo políticas.
Por lo que se refiere a la reconstrucción física de la Franja, quedan muchas incógnitas todavía. Frente a la magnitud de lo destruido (desde casas a hospitales y escuelas, pasando por mezquitas, edificios e infraestructuras públicas…), ¿quién pagará la factura que algunos estiman ya en 1.600 millones de euros? ¿Se le pedirá algo a Israel? ¿Quién gestionará la reconstrucción? El comisario europeo para el desarrollo, Louis Michel, ya se ha apresurado, durante su reciente visita a Gaza, a excluir todo diálogo entre la Unión Europea (UE) y Hamas. Los responsables políticos israelíes también lo han dejado muy claro: se trata de impedir que Hamas saque algún beneficio del proceso de reconstrucción y de lograr que Fatah retome las riendas del proceso y, con ello, recupere el control de la Franja.
Por otra parte, ¿es posible reconstruir Gaza sin un compromiso duradero de Israel y de Egipto que garantice la apertura de los puestos fronterizos y el levantamiento del cerco de Gaza? Se trata de un desafío político, sin respuesta a día de hoy, sin el cual la población de Gaza seguirá sumida en la miseria.
Parece conveniente resaltar, asimismo, que el proceso de reconstrucción de Gaza tiene que plantearse como objetivo algo más que volver a la situación previa al 27 de diciembre. Para cambiar las tendencias dominantes en la zona y encarar el futuro con algún grado de expectativas de mejora estructural habrá que tomar en consideración los efectos de la estrategia israelí de severo des-desarrollo que viene imponiendo en la Franja desde hace muchos años (baste como ejemplo que un niño de Gaza de doce años tiene la misma estatura que un niño de Cisjordania de 8 años).
No entenderlo así, y hacerlo además sin contar con Hamas, significaría que estamos nuevamente ante una mera política de parcheo… hasta la próxima oleada de destrucción.