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Los retos de la reconstrucción de la sociedad civil: lecciones del pasado

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(Para Radio Nederland)
Que la reconstrucción en Irak no va por el camino adecuado es ya un secreto a voces. El aumento del descontento de la población iraquí con las fuerzas ocupantes, la lentitud de la puesta en marcha de iniciativas políticas, la focalización de esfuerzos hacia el sector petrolífero y el olvido del resto, componen un panorama preocupante. Parece justificarse una vez más la lucidez del ideograma chino para escribir crisis, que es la suma de dos ideas: peligro y oportunidad. Peligro, pues toda crisis encierra la idea de riesgo, de amenaza, de posible efecto adverso. Pero también oportunidad, en la medida en que la resolución de la crisis y la situación nueva por ella creada, contiene siempre nuevas posibilidades, nuevas potencialidades, que normalmente no se previeron al inicio. Ahora parece que hay más de lo primero que de lo segundo.

Lamentablemente, pese a los diversos procesos de rehabilitación postbélica a los que se ha enfrentado la comunidad internacional en los pasados años, muchas de las lecciones que de ellos podrían extraerse se olvidan. Por ello, en situaciones como la actual es preciso reafirmar algunas de las ideas y compromisos que surgen de esas experiencias y que hoy más que nunca son necesarias, cuando de lo que se trata es de reconstruir sociedades que se han visto dramáticamente alteradas por causa de la guerra. La reconstrucción postbélica tiene retos específicos y a ellos se han dedicado numerosos esfuerzos en numerosas situaciones, entendiendo que los procesos de rehabilitación deben ir más allá de la mera reconstrucción física de las infraestructuras dañadas por el conflicto o de las estructuras económicas, para ser verdaderos procesos de reconciliación y transformación social. Tratando de convertir, como el ideograma chino, los riesgos en oportunidades.

Es significativo, que el Informe Mundial de Desastres, que la Federación Internacional de Sociedades de Cruz Roja y Media Luna Roja edita anualmente, se dedicara monográficamente en 2001 a la recuperación y rehabilitación tras guerras y desastres naturales. En aquel informe, que recoge la experiencia de más de un siglo, se ponen de relieve algunas de las variables que deben considerarse en tan complejas situaciones y sin las cuales muchas crisis se convierten en crónicas y no avanzan hacia una verdadera resolución. Como puede suceder en Irak. Resumiendo estas propuestas y algunas otras que surgen del análisis de diversos procesos, en forma de decálogo, tendríamos:

Las crisis tienen siempre causas profundas sobre las que hay que trabajar en la reconstrucción. Conocer los factores causales de la vulnerabilidad, la injusticia, la pobreza, la violencia o la desigualdad, es fundamental para plantear la reconstrucción en la dirección adecuada.
Antes de iniciar la reconstrucción es preciso abordar con urgencia la satisfacción de las necesidades humanitarias de la población y la mejora general de la situación humanitaria. Y en ello deben participar de modo protagonista las organizaciones humanitarias imparciales que, aparte de su probada capacidad técnica y logística, puedan ser percibidos por la población como entidades al margen del conflicto y con un interés exclusivamente humanitario. El humanitarismo, para serlo, debe conservar los valores de humanidad e imparcialidad que le dieron origen. Y ceñirse a lo plasmado en el Derecho Humanitario y otros instrumentos de derecho como Los Convenios de La Haya o el derecho de los refugiados.
La rehabilitación debe ser multisectorial y equilibrada. Debe afectar a todos los sectores desde la economía hasta lo social, desde lo político a lo psicológico, desde lo cultural hasta lo ecológico,…y hacerlo de un modo en el que se sea consciente de la volatilidad de estas situaciones y no se pretenda correr más rápido en un terreno que en otro. Dedicar muchos más recursos a unos sectores que a otros puede generar serias disfunciones. ¿Les recuerda algo?
El establecimiento de unas condiciones mínimas de seguridad constituye un requisito previo para cualquier iniciativa sólida de rehabilitación. A tal efecto conviene recordar, como han hecho el Comité Internacional de la Cruz Roja y las ONG, las responsabilidades y obligaciones que el Derecho Internacional Humanitario otorga a los diferentes actores en un conflicto y en especial a las fuerzas ocupantes. Las organizaciones sociales no firman los tratados y convenios internacionales, pero deben recordar a las partes sus deberes.
La rehabilitación del entramado institucional y político es fundamental para generar la legitimidad necesaria y la confianza de los ciudadanos en las instituciones y en el propio proceso de reconstrucción.
En este entramado institucional debe promoverse también la participación de la sociedad civil y de sus organizaciones y el respaldo de éstas a la construcción de la paz y la reconciliación. El papel de las organizaciones de mujeres debe impulsarse. La sociedad civil no sólo debe servir de contrapeso a las instituciones sino, en estos casos, apoyar iniciativas y construir verdaderas capacidades para la paz y una cultura de paz.
La rehabilitación debe ser un proceso de base endógena y dirigido cuanto antes por la sociedad del propio país. La iniciativa internacional debe apoyar, acompañar, colaborar en ese proceso, pero dejando cuando sea posible la dirección a las autoridades nacionales y a la sociedad civil autóctona. El papel de las Naciones Unidas en el inicio del proceso de rehabilitación, favoreciendo la coordinación entre donantes y autoridades locales, es básica.
La rehabilitación de los servicios sociales básicos debe ser prioritaria no sólo para mejorar el bienestar de la población sino por el valor simbólico que tiene para apoyar el proceso en su conjunto. Esta rehabilitación de los servicios sociales debe ser el puente entre la ayuda humanitaria de emergencia y la reconstrucción de medio plazo.
La dimensión psicosocial debe ser cuidada. La vulnerabilidad psicológica de muchos colectivos hace que, si no se trabaja esta dimensión, éstos van a quedar marcados por el trauma y no van a poder incorporarse adecuadamente a la reconstrucción y el desarrollo.
La reconstrucción no puede ser vista como una vuelta al statu quo anterior. Como se dijo tras el huracán Mitch «Reconstruyamos Centroamérica pero no la pobreza». La reconstrucción debe aprovechar las oportunidades para emprender el camino del desarrollo humano y sostenible.

En las últimas décadas, la comunidad internacional en general y las instituciones sociales en particular, han ido adquiriendo una importante experiencia en procesos de reconstrucción tras guerras y otros tipos de crisis. Y hemos ido aprendiendo lecciones que a veces se parecen olvidar, creyendo que cada crisis es distinta o, simplemente, perdiendo esta memoria colectiva tan valiosa. Debemos darnos cuenta de que la reconstrucción de sociedades marcadas por la violencia y la guerra es un proceso lento y laborioso que requiere de una participación activa del tejido social para conseguir una verdadera y viable reconciliación. Ése es ahora uno de los retos más serios en relación con Irak.

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