Las dificultades del mantenimiento de la neutralidad humanitaria en los actuales conflictos
Los conflictos bélicos que propiciaron el surgimiento de la ayuda humanitaria han sufrido profundas transformaciones y distan mucho de tener las características de antaño. La naturaleza de la guerra ha cambiado. Hoy las confrontaciones armadas han pasado a ser conflictos internos, llamados ‘nuevas guerras’ (Kaldor, 2001). Las situaciones límite que estos contextos propician en ocasiones -como el genocidio de Ruanda o la limpieza étnica en Bosnia- plantean profundos desafíos éticos que, en terreno, muchas veces deben resolverse en unos pocos instantes.
Aún en estos nuevos conflictos, las razones que llevaron en su momento a establecer una firme separación entre las intervenciones humanitarias y los intereses de los contendientes siguen teniendo vigencia. Sin embargo, hoy es claro que, frente a contextos como los señalados, el principio de neutralidad de la acción humanitaria provoca tensiones y dificultades difíciles de asimilar. Ciertas posiciones señalan que las modificaciones en la naturaleza de los conflictos exigen una intervención no neutral; en otros casos se asocia la neutralidad a una falta de compromiso moralmente inaceptable; también hay quienes sostienen que el acceso y seguridad de la acción humanitaria están estrechamente ligados al principio de neutralidad.
Si tomamos en cuenta estas cuestiones, los principales dilemas en torno a la neutralidad de la acción humanitaria podrían articularse en torno a tres dimensiones, cada una presentando una arista particular del problema. En primera instancia, la dimensión práctica obliga a reflexionar si la neutralidad es factible o posible en términos reales. Esto supone cuestionar si el concepto de neutralidad es realizable, en tanto y en cuanto quienes lo aplican son seres humanos, inevitablemente subjetivos. En segundo lugar, la dimensión ética, o del ‘deber ser’, nos lleva a cuestionar si la neutralidad, al menos como concepto límite u horizonte normativo, es deseable; es decir, si es ‘lo correcto’ en este tipo de situaciones. Por último, encontramos la dimensión pragmática, que denominamos así ya que supone abordar la dinámica del concepto, es decir, la relación del mismo con el contexto. Aquí, buscamos reflexionar sobre la convivencia entre neutralidad y enfoque de derechos humanos, para ensayar una posible relectura de la primera. En resumen, a continuación analizaremos las dificultades del mantenimiento de la neutralidad humanitaria en los actuales conflictos a fin de responder si esta es factible, deseable y viable en el marco de acción del enfoque basado en derechos humanos.
Antes de comenzar, es necesario aclarar que el concepto de neutralidad no es unívoco y puede presentar matices sustanciales al ser usado por diferentes colectivos. A efectos analíticos, consideraremos la neutralidad tal y como se define en el código de conducta de las organizaciones humanitarias en su punto tres: «La ayuda no se utilizará para favorecer una determinada opinión política o religiosa». De esta forma, la neutralidad entendida como no favorecer a ninguna de las partes en una disputa -según los principios del Good Humanitarian Donorship-, si bien traza claramente un lineamiento para la acción, esto no significa que cada trabajador humanitario carezca de opinión propia sobre el conflicto.
Una vez homologado el término, pasaremos al análisis de las dimensiones de la neutralidad señaladas anteriormente. En primer lugar, abordaremos la cuestión práctica. Como seres humanos, es bien sabido que no somos capaces de neutralidad ascética, el hecho de ser sujetos nos contrapone a ello por definición. Sin embargo, como afirmábamos anteriormente, la neutralidad en la práctica «no supone una neutralidad intelectual sino un comportamiento neutral en un conflicto» (Urgoiti y Rey, 2007: 15). De esta forma, entendemos que quienes están en terreno son también actores, y construyen sus opiniones sobre el conflicto y sus partes, con base en la combinación de sus propios valores y la información obtenida. De cualquier forma, podría argumentarse que la discusión sobre si la neutralidad es factible en la práctica pierde relevancia cuando se comprende que su importancia radica menos en ello, que en su función como horizonte regulador de actuaciones. Es decir, su existencia como concepto moldea el comportamiento a seguir aún en caso de no ser posible un accionar totalmente neutral. En resumidas cuentas, la neutralidad puede no ser completamente factible en términos prácticos o reales, pero sí lo es como concepto límite en términos de Hinkelammert (1995), dado que es existe en tanto horizonte regulador de acción.
En lo que concierne a la dimensión ética, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), como organización, defiende el principio de neutralidad con el fin de conservar la confianza de todos. Por esa razón, «el Movimiento se abstiene de tomar parte en las hostilidades y en todo tiempo en las controversias de orden político, racial, religioso e ideológico» (CICR, 2000). En contraposición, como denuncian los opositores a esta línea de neutralidad, la principal carencia que genera en las ONG humanitarias es la falta de poder crítico y testimonial de lo que acontece en los lugares en los que desempeñan su tarea. Para algunas, como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o Greenpeace, denunciar ante la comunidad internacional tratos inhumanos, casos de vulneraciones del derecho internacional humanitario y matanzas de civiles, son obligaciones morales. Desde Médicos Sin Fronteras, su directora de investigación, Fiona Terry (s/a), señala que «existe una contradicción en proclamarse estrictamente neutral, mientras nos adherimos a la noción de la acción médica sin fronteras, que coloca las necesidades de la gente y la importancia del testimonio por delante del respeto a regulaciones de los estados». En contraste, es comprensible que los socios donantes se vean en la obligación de garantizar espacios que permitan a las organizaciones operar con independencia, «pero estas mismas organizaciones deben considerar las consecuencias de su propia estrategia… algunas de ellas se han convertido de forma más o menos consciente en un apósito de las estrategias de guerra, lo que amenaza el trabajo de todos» (Fanjul, 2013). Como decíamos, organizaciones como el CICR consideran que el principio de neutralidad protege el trabajo de los actores humanitarios pero, a pesar de ello, actos criminales como el atentado contra la sede del CICR en Bagdad en octubre de 2003, en el que murieron doce personas, «obliga a plantearse algunas cuestiones sobre el papel de las agencias humanitarias en los nuevos escenarios de guerra y sobre los retos y dilemas a los que se enfrenta la acción humanitaria en nuestros días» (Rey, 2003). El caso de Irak ejemplifica los peligros de que las agencias humanitarias se perciban, no como agentes imparciales y neutrales de ayuda y protección, sino como actores del conflicto. Sucesos como el acaecido contra la Cruz Roja, paradigma de la neutralidad en conflictos, sólo marcan aún más profundamente las dificultades que conlleva el mantenimiento de esta postura, y llevan a concluir que es necesario continuar reflexionando sobre la temática. La experiencia en terreno parece indicar que ambas posturas tendrían razones válidas. De hecho, es quizás necesario que ambas convivan para poder, por un lado, asegurar el cumplimiento del derecho humanitario desde una base de neutralidad (entendida como horizonte regulador de la acción) y, por el otro, velar por el cumplimiento de los derechos humanos desde la posición de la denuncia y el testimonio.
Por último, en lo que concierne a la dimensión que hemos denominado pragmática, encontramos una dificultad relacionada con la compatibilidad entre neutralidad en acción humanitaria y enfoque de derechos humanos. Este falso dilema expresa, de alguna forma, una vieja dicotomía entre acción neutral y acción política. Tal como afirma Hannah Arendt (1993), la acción política «surge del actuar juntos, de compartir palabras y actos. Así, la acción no sólo tiene la más íntima relación con la parte pública del mundo común a todos nosotros, sino que es la única actividad que la constituye» (Arendt, 1993: 225). Esto significa, al decir de la autora, que toda acción humana es acción política, lo cual resuelve esa dicotomía. En acción humanitaria, este falso dilema provocó que el mundo humanitario fuera perdiendo vinculación con el de los derechos humanos. Aún hoy, las dificultades se expresan de manera concreta en múltiples cuestionamientos; ¿Qué pasa cuando seguir el principio de neutralidad supone no denunciar violaciones sistemáticas de derechos humanos? ¿Es posible una acción humanitaria con enfoque de derechos? ¿Es viable continuar utilizando principios desarrollados en contextos pasados para los presentes conflictos que difieren en naturaleza? Sin embargo, afortunadamente, con las propuestas de enfoque basado en derechos humanos y otras como la carta humanitaria del Proyecto Esfera, esta tajante separación ha comenzado a romperse. La asistencia humanitaria también es un derecho y debe partir del reconocimiento del núcleo duro de derechos humanos inviolables: derecho a la vida, a la integridad física, al alimento y a la libertad de pensamiento (Rey, 2013).
En suma, las dificultades del mantenimiento de la neutralidad humanitaria en los actuales conflictos se derivan de los tres dilemas planteados que cuestionan la posibilidad, deseabilidad y viabilidad de la neutralidad. Al ensayar conclusiones, es importante recordar que no existen respuestas unívocas. Con respecto a la dimensión práctica de la cuestión, tal como hemos afirmado, aún si la neutralidad no es posible de manera acabada en la práctica, sí es un hecho que la misma existe como concepto y como principio regulador de la acción. En cuanto a la cuestión ética, al preguntarnos si la neutralidad es el curso de acción moralmente virtuoso, nos encontramos con visiones contrapuestas que parecen indicar que lo deseable sería que ambas coexistan. Sin embargo, ataques a organizaciones marcadamente neutrales, hacen tambalear la idea de que la neutralidad permite y protege el trabajo de los actores humanitarios. En lo que respecta a la dimensión pragmática, la relación con el contexto parece indicar que «la pregunta hoy no es si la acción humanitaria es política, sino cómo» (Castilla y Terry, s/a). La adopción creciente por parte de la comunidad internacional del enfoque basado en derechos humanos supondría, al menos, «lecturas más abiertas de los principios humanitarios. En especial del de neutralidad que, en su formulación clásica, es cuestionado por muchas agencias» (Rey, 2013: 22). Claramente, el trabajo de cara al futuro será arduo. La acción humanitaria deberá poner la neutralidad a debate y adaptarla a las circunstancias presentes, incorporando el enfoque de derechos humanos para garantizar, tanto la satisfacción de necesidades básicas, protección y derechos de quienes padecen una crisis humanitaria, como la protección y resguardo de los derechos de su propio personal.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• Arendt, H. (1993) La Condición Humana. Ediciones Paidós. Disponible aquí
• Castilla, J. y Terry, F. (s/a). Neutralidad y Acción Humanitaria. Nº 9 Colección Cuadernos para el Debate de MSF. Disponible aquí
• CICR. (2000). Los Principios Fundamentales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Ginebra: CICR Publicaciones.
• Fanjul, G. (2013) «La peligrosa relación entre las intervenciones militares y la acción humanitaria» 3500 Millones. Ideas Irreverentes Contra la Pobreza. Blog Coral. El País febrero de 2013. Disponible aquí
• HINKELAMMERT, F. (1995) Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión. San José: DEI. Disponible aqui
• Kaldor, M. (2001) Las Nuevas Guerras. España: Tusquets Editores.
• Marion Harroff-Tavel, C. (2003). Los principios bajo fuego: ¿sigue teniendo sentido ser neutral? Disponible aquí
• Rey Marcos, F. y De Currea Lugo, V, (2002) El Debate Humanitario. Barcelona: Icaria.
• Rey Marcos, F. (2002) «Cuando la Cruz Roja es el Blanco». 30 de octubre de 2002. IECAH. Disponible aquí
• Rey Marcos, F. (2013) «¿Es posible una ayuda humanitaria basada en derechos? Reflexiones sobre el enfoque basado en derechos humanos en la acción humanitaria» Documentos IECAH 16. Disponible aquí
• Urgoiti, A. y Rey Marcos, F. (2007) Manual de gestión del ciclo del proyecto en la acción humanitaria. Barcelona: Fundación La Caixa.
• WORLD ECONOMIC FORUM (2013). Global Risks 2013. Ginebra: WEF.