La soledad de Mugabe
(Para Radio Nederland)
En mayo del año 2007, Zimbabue resultó elegido para presidir la Comisión de Desarrollo Sostenible de la ONU, órgano dependiente del Comité Económico y Social del organismo multilateral. Ese hecho, cuestionado por numerosos grupos ambientalistas y organizaciones de desarrollo, era, sin duda, reflejo de los apoyos que Zimbabue tenía entre muchos de los países africanos y del mundo en desarrollo, por más que eso no gustara en occidente. Era evidente que el país no era modelo de desarrollo, ni mucho menos de sostenibilidad y, pese a todo, salió elegido para la presidencia con numerosos votos. Esta semana, sin embargo, el Secretario General de la ONU y el Consejo de Seguridad condenan, de modo unánime, al régimen del presidente Robert Mugabe y la violencia contra la oposición política de Zimbabue y las acciones represivas del gobierno que han impedido a sus oponentes el derecho de hacer campaña libremente. Ayer mismo, el ex presidente surafricano Nelson Mandela, que hasta ahora había permanecido callado respecto a este tema, condenaba la situación del país y hablaba del “trágico fracaso del liderazgo del presidente Robert Mugabe”. Por último, también ayer, la Comunidad de Desarrollo Surafricano (SADC) a la que pertenece Zimbabue, proponía al régimen aplazar la segunda vuelta de las elecciones previstas para mañana pues no se dan las condiciones de tranquilidad para unas elecciones justas. Y en todo este tiempo, las propias organizaciones humanitarias se han visto obligadas, en muchos casos, a abandonar el país por las restricciones que les impone el régimen, agravando así la situación de la población. ¿Está sólo Mugabe? ¿Qué ha pasado en este año para que se haya producido este casi total aislamiento del régimen del presidente Mugabe?
Es evidente, que el fraude electoral cometido en la primera vuelta de las elecciones celebradas el 29 de marzo y las posteriores amenazas y presiones que han llevado al líder opositor Morgan Tsvangirai a refugiarse en la embajada de los Países Bajos, han ido deslegitimando al régimen de Mugabe hasta hacerle perder muchos de sus apoyos internacionales. Pero también lo es el que la comunidad internacional dio ya por derrotado a Mugabe en la primera vuelta y no previó adecuadamente su capacidad de maniobra ante esta segunda. De hecho, las declaraciones de muchos líderes occidentales tras las elecciones de marzo ya “vendían la piel del oso” antes, nos tememos, de haberle dado caza. Y eso ha permitido a Mugabe preparar esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales a su medida. De hecho, algunos analistas y numerosos juristas plantean la ilegalidad de esta segunda vuelta al haberse incumplido algunos plazos y trámites previstos en la Constitución de Zimbabue. Por ello, y aunque el tema puramente legal esté abierto a discusión, sea cual fuere el resultado de la segunda vuelta, algunos países como Francia se han anticipado ya diciendo que “no reconocerán” los resultados.
Por otra parte, aunque es importante que el Consejo de Seguridad haya aprobado por unanimidad una declaración presidencial, contando incluso con el apoyo de China, no es menos cierto que es un pequeño avance. No se trata de una Resolución ni mucho menos de una declaración vinculante por parte del organismo. Por ello, los llamamientos que ayer realizaba en el diario The Guardian el candidato opositor Morgan Tsvangirai en el sentido de solicitar y apoyar una misión de mantenimiento de la paz y de despliegue de cascos azules en el país, están totalmente fuera de lugar. Y sobre todo fuera de tiempo. Tal vez, y esto es algo que deberá analizar la ONU, hubiera sido posible después de los resultados de la primera vuelta, algún tipo de medida que hubiera preparado esta segunda. La ONU tiene algunas experiencias positivas en la preparación de procesos electorales en situaciones posbélicas y, aunque éste no fuera el caso, hubiera sido planteable. Pero eso es algo que no se hizo a tiempo y ahora es ya tarde para hacerlo. No nos engañemos; lo que por el momento ha iniciado el Consejo de Seguridad es algo totalmente “ligero” en términos diplomáticos y por ello ha podido contar con el apoyo de todos los miembros del Consejo. Pero ni tan siquiera se han tomado medidas de amenaza de sanción al calor del Capítulo VI, ni mucho menos del VII de la Carta de la ONU. Algunos países como el Reino Unido, de modo bilateral, han establecido sanciones contra Zimbabue pero no parece que otros miembros del Consejo, particularmente China entre los permanentes y Sudáfrica, Libia o Vietnam entre los no permanentes, estén dispuestos a ello. Y mucho menos al envío de algún tipo de operación de paz, por débil que fuera su mandato. Hablar de intervención militar, del tipo que fuere, en Zimbabue está, por el momento fuera de lugar aunque algunos analistas anglosajones estén empezando a sugerirlo.
Por ello, aunque lo deseable fuera que, tal como proponen la ONU, la SADC o el propio mediador sudafricano Thabo Mbeki, se aplazara la segunda vuelta y se organizara posteriormente con garantías, el escenario previsible es el de la celebración de las elecciones mañana y el del triunfo “cantado” del actual presidente Mugabe. Y en ese escenario, la comunidad internacional tendrá que aumentar sus presiones sobre el régimen, consciente de que se ha perdido una oportunidad para acabar con un régimen dictatorial por medios electorales. Y conscientes de que si se emprenden sanciones o bloqueos, éstos tendrán un efecto letal sobre la población. Y mucho más conscientes de la inconveniencia y los riesgos de una intervención militar. Y en un contexto en el que algunas empresas siguen concediendo balones de oxígeno a Mugabe. Ayer mismo The Times anunciaba que la empresa minera Anglo American iba a invertir 257 millones de euros en la mina de platino de Unki, en el centro del país. ¿Alguién entiende algo?
Dicen que una vez el presidente Mugabe expresó que “sólo Dios podría quitarme el poder”. Pero tal vez le pudiéramos ayudar un poco.
