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La inexorable pérdida del miedo de la “calle árabe”

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Desde el inicio de la revolución tunecina que acabó con el régimen de Ben Ali el 14 de enero el impacto y las repercusiones que iba a tener en todo el mundo árabe ha sido un tema de preocupación clave tanto por los aliados incondicionales de estos regímenes

 

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Desde el inicio de la revolución tunecina que acabó con el régimen de Ben Ali el 14 de enero el impacto y las repercusiones que iba a tener en todo el mundo árabe ha sido un tema de preocupación clave tanto por los aliados incondicionales de estos regímenes: Europa y Estados Unidos como por los autócratas que dominan la región. Se habla de onda de choque, del inicio de la primavera árabe, de efecto dominó, de contagio.

En primer lugar y los hechos están aquí para demostrarlo la caída del régimen de Ben Ali bajo la presión popular ya está teniendo un impacto importante en todas las sociedades árabes. El contagio de lo que ha sido la primera victoria de la calle árabe sobre la represión y la corrupción de los autócratas de la región se ha hecho a velocidad de vértigo. Las nuevas tecnologías de la información han desempeñado un papel clave en la expansión del movimiento.

Ahora bien es todavía  pronto para ver, aunque probablemente no haya marcha atrás para las figuras más visibles de estos regímenes autoritarios, como se traducen concretamente los cambios que se avecinan: si finalmente se consolidan verdaderas transiciones democráticas o si sólo van a dar pie a cambios cosméticos para que todo siga siendo igual.

El impacto que la extensión de las protestas sociales van a tener y las posibilidades de que prosperen efectivamente y desemboquen en un cambio político hacia la democracia dependen de muchos factores:

En primer lugar la naturaleza de los regímenes políticos confrontados a la rebelión de sus pueblos. Todos se enfrentan a una profunda  crisis de legitimidad. Los excesos de la represión de las libertades y los derechos humanos asociados a la depredación de los recursos por un círculo restringido de la élite  en el poder han generado un profundo desprecio de los pueblos por la autoridad política.

Pero existe una gran diversidad de sistemas cuya estabilidad dependen de diferentes equilibrios. Hay sustanciales diferencias por ejemplo respecto al rol político que tiene el ejército en Túnez, Argelia y Egipto aun cuando el ejército egipcio frente a las revueltas que actualmente están desestabilizando el régimen de Moubarak constituye la piedra angular del sistema como en el caso de Argelia. Las alianzas establecidas con las elites, partidos políticos y otros sectores de la sociedad civil también difieren sustancialmente.

Algunos países como Argelia cuentan con una renta procedente de la explotación de los hidrocarburos que les permite comprar de forma momentánea la paz social. Las revueltas en Argelia han empezado al mismo tiempo que en Túnez pero no han desembocado en un movimiento masivo y el Estado argelino ha respondido de momento con la adopción de medidas sociales.

Otro de los factores determinantes a la hora de calibrar la capacidad de resistencia de los regímenes establecidos frente a la onda de protesta es la existencia o no de disidencias de cara a la sucesión de dirigentes enfermos y muy mayores: es el caso de Hosni Mubarak, de Ben Ali, de Buteflika de Ben Salah en Yemen.

Existen también diferencias sustanciales de un régimen a otro en cuanto a su importancia estratégica y en términos de apoyo externo. Las consecuencias geopolíticas de un cambio de régimen en Egipto son mucho más trascendentes que en el caso de Túnez. No hay que olvidar que Egipto desempeña un papel clave en la región. Egipto fue el primer país árabe que concluyó, en 1979, un acuerdo de paz con Israel a cambio de la retirada (realizada en 1982) de todos los territorios egipcios conquistados por el ejército israelí durante la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967 y controla la frontera con Gaza, permitiendo a Israel mantener su bloqueo de la Franja.
Aunque estos factores pueden marcar la diferencia y condicionar las posibilidades de éxito o de fracaso de las aspiraciones populares al cambio político hay evidentemente muchos puntos comunes entre los diferentes países de la región.

En primer lugar el peso de la juventud y con ello el poder de las nuevas tecnologías de la información que ningún régimen por muy cerrado y represor haya podido controlar y contener. En la mayoría de los países árabes la juventud tiene un peso demográfico considerable pero ha sido sistemáticamente marginada y a pesar de tener un mayor nivel de estudio se ve excluido del mercado laboral, abocada a la inmigración clandestina y muy a menudo víctima de la injusticia. El fracaso de las políticas económicas y la aplicación de fórmulas neoliberales han agudizado las desigualdades en estas sociedades y las disparidades regionales.
Se trata de una juventud que comparte el hartazgo y el desprecio de la política al percibirla como inútil en los contextos autoritarios donde el pluralismo ha sido una fachada y en los que los movimientos de oposición no tienen espacios para movilizar sus militantes y expresarse. Se trata en gran medida de una generación «post-islamista» en la medida en que aún teniendo en algunos países capacidad de movilización los partidos islamistas no han encabezado las revueltas.

Estas nuevas generaciones viven en la era de las nuevas tecnologías de la información lo que implica una conexión con horizontes más amplios, modos de vida, consumismo, libertades. En Egipto las tres cuartas partes de los 80 millones de egipcios tienen móviles y uno de cada cinco tiene conexión  a internet.  Las redes sociales como facebook y twitter han sido activadas como instrumento de movilización de la población lo que ha permitido también que la revolución tunecina tenga este poderoso efecto emulador. La existencia de las nuevas tecnologías de la información también impide que los Estados desaten toda su fuerza represiva.

A finales de los 80 cuando los cambios y las perspectivas de democratización de la región fueron abortados por el temor a la llegada al poder de los regímenes islamistas las represiones brutales que se abatieron sobre los pueblos no tuvieron las mismas repercusiones: en el 82 el régimen sirio reprimió las revueltas de Hama que se soldaron por unos 30.000 muertos. En octubre de 1988 fueron 500 las víctimas de la represión de las revueltas en Argelia.

Entonces los regímenes amenazados con el ascenso político islamista supieron granjearse el apoyo de los países occidentales obnubilados por la revolución islámica del Imán Jomeyni en Irán y los nuevos desafíos que planteaba a sus intereses económicos y estratégicos en la región.
Las diplomacias europeas junto con el conjunto de la clase política europea y parte de la intelectualidad compartían la convicción que solo un estado fuerte podían constituir una muralla contra el ascenso político del islamismo.
Este consenso quedó de manifiesto con el apoyo tácito que Europa como Estados Unidos brindó al golpe de los generales en Argelia en enero de 1992 que interrumpió una de las primeras experiencias de democratización en el mundo árabe.

Frente a las revueltas tunecinas los países europeos se han mantenido en silencio o en el peor de los casos como la ministra francesa de asuntos exteriores han ofrecido al régimen de Ben Ali su apoyo para reprimir las revueltas.

Estados Unidos ha reaccionado con más celeridad respecto a Túnez pero ha mostrado más ambigüedad frente a la desestabilización masiva de Egipto durante los últimos días invitando por un lado el régimen a respetar los derechos humanos del pueblo egipcio y detener la censura impuesta sobre las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales y llamando por otro lado a una transición política ordenada.

En conclusión hay un innegable contagio, efecto domino u onda expansiva pero las posibilidades de prosperar como la revolución tunecina que solo está en su fase inicial depende de muchas variables.
Muchas incógnitas pesan sobre estos procesos de democratización: ¿Quienes van a liderar los cambios, como se van a reconstruir los vínculos políticos y sociales, como evitar el caos? 

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