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La guerra olvidada de Yemen y las nuevas dinámicas en los conflictos armados

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Pie: Situación geográfica de Yemen. Fuente: www.yamanat.com

Recientemente, el débil gobierno yemení ha decidido embarcarse en una guerra abierta contra los grupos insurgentes del norte del país, con la inestimable ayuda del ejército de Arabia Saudí, quizás el mejor preparado de toda la región. Desde hace varias semanas las regiones de Haja y Saada, principalmente, se han visto sumidas en una guerra que poca gente comprende. Los insurgentes, liderados por Hussein Badreddin Al-Houthi hasta su muerte en combate y posteriormente por sus hermanos -no han dejado claro cuáles son sus reivindicaciones ni el gobierno ha explicado la violenta reacción contra un grupo insurgente relativamente inofensivo para el poder de Ali Abdullah Saleh, presidente de Yemen-. Este conflicto, aparentemente interno, tiene importantes ramificaciones en países vecinos y limítrofes y además es un claro exponente de las nuevas dinámicas de los conflictos armados, especialmente en Oriente Medio.

Yemen es a día de hoy un país sumido en el caos estatal, cercano al desmoronamiento efectivo y situado en uno de los nuevos puntos de moda geoestratégica, el Mar Rojo. El gobierno de Sanaa solo ejerce un control efectivo en el seno de las ciudades, dejando las zonas montañosas sin autoridad alguna. Lo que a simple vista puede parecer un conflicto interno de menor índole nos da, sin embargo, muchas señales del carácter de los conflictos armados de hoy en día.

La insurgencia de Al-Houthi, chií y descendiente de la dinastía Zaidita que controló Yemen hasta su unificación en 1962,  se levantó en armas en 2004 con un éxito relativo, llegando a un acuerdo de paz facilitado por mediadores qataries. Este acuerdo de paz no ha sido implementado y el gobierno yemení declaró poco antes de comenzar los ataques que lucharía contra los insurgentes de Al-Houthi con mano de hierro. Los últimos movimientos del gobierno de Yemen y de Arabia Saudí, que ha limpiado literalmente su frontera de insurgentes, han provocado un conflicto de mayor escala en la región, acercando más si cabe a Yemen al precipicio de los Estados fallidos.

Este conflicto se enmarca dentro de tres dinámicas actuales de los conflictos armados que probablemente marquen a los mismos en los años venideros, especialmente en Oriente Medio.

La primera es la tendencia de gobiernos débiles a usar las acciones militares como una manera de afianzar su poder. La posición de  debilidad del gobierno yemení, muy cercano a un Estado fallido según Fund for Peace  , representa un reto para el poder de Ali Abdullah Saleh. Aunque el control del territorio en Yemen es prácticamente imposible dada su geografía y tradición tribal, el presidente ha decidido usar todo su potencial militar para eliminar a la insurgencia y de paso desviar la atención de la población civil.  La guerra abierta contra los insurgentes de Al-Houthi le puede dar a Saleh un mayor control sobre las fuerzas armadas y un mayor apoyo dentro y fuera del país. Arabia Saudí, por su parte, ya ha mostrado este apoyo en forma de ataques a las milicias de Al-Houthi en la frontera norte de Yemen.  De esta manera, además, el wahabismo dominante en Arabia Saudí se asegura mayor influencia en su vecino del norte, posición no especialmente popular en la sociedad Yemení. Yemen, además, está utilizando milicias tribales y grupos salafistas relativamente afines a Al-Qaeda como luchadores proxy en su batalla contra la insurgencia zaidita, reforzando el poder de estos últimos y creando fracturas en el delicado equilibrio tribal del país.

En cuanto a la segunda de las dinámicas ya mencionadas, el conflicto en Yemen puede enmarcarse en el creciente enfrentamiento, cada vez más real y menos dialéctico, entre las dos potencias regionales, Irán y Arabia Saudí, que a su vez son los defensores de las dos corrientes islámicas, chiismo y sunismo.  Arabia Saudí acusa a Irán de apoyar económica y logísticamente a la insurgencia de Al-Houthi y de intentar rebajar la influencia del wahabismo suní en Yemen. Este enfrentamiento entre Riad y Teherán se desarrolla en multitud de frentes, principalmente en forma de apoyo a grupos políticos y armados a fin de dominar el islam militante en el mundo islámico. Perfecto ejemplo de esto son los apoyos de Irán a Hezbola en Líbano o las influencias de la casa Saud en muchos partidos políticos del mundo árabe. Este enfrentamiento, parecido a una pequeña guerra fría en el seno del Islam, está presente en la mayoría de los conflictos internos de países musulmanes con minorías chiíes, como por ejemplo Iraq.

Este enfrentamiento es de suma importancia no solo para el mundo islámico sino también para Europa, dependiente del gas y el petróleo de estos dos países.

El tercer elemento frente al que es necesario detenerse es la transnacionalidad de las redes insurgentes, en este caso Al-Qaeda, y de cómo Estados débiles o fallidos sumidos en un caos institucional pueden convertirse en fuentes de reclutamiento y bases permanentes para este tipo de grupos. La debilidad o fallo de un Estado facilita enormemente estas actividades y Al-Qaeda sigue creciendo en Yemen.

El conflicto en el norte del país debilita aún más al gobierno de Sanaa y, por lo tanto, abre nuevas ventanas de oportunidad para otros grupos insurgentes, como han demostrado ciertas insurgencias en el sur del país, que intentan abrir otro frente. Esto no solo afecta a los países donde los grupos insurgentes se sitúan sino a sus vecinos, los cuales se ven amenazados por el creciente poder de los grupos insurgentes al otro lado de sus fronteras. En el caso concreto de Al-Qaeda, a día de hoy, Yemen y Somalia son, junto a Afganistán y Pakistán, sus grandes semilleros. El progresivo debilitamiento de Yemen como Estado solo puede fortalecer a Al-Qaeda.  Las ramas de Al-Qaeda en la península arábiga tienen como uno de sus objetivos primordiales la expulsión de la dinastía Saud de Riad y el fin de la colaboración de estos con Estados Unidos. Tener una base en Yemen desde la cual lanzar sus ataques es, por lo tanto, una gran ventaja táctica. Arabia Saudí se escuda en esto para su intervención, afirmando que la situación de conflicto en la zona puede facilitar el acceso de insurgentes de Al-Qaeda dentro de sus fronteras.

El conflicto en Yemen es en sí mismo una pequeña radiografía de las nuevas tendencias conflictivas en la región, un modelo fácilmente exportable a Sudamérica o Asia Central. En esencia, Estados débiles que hacen escalar conflictos armados para reforzar su poder, que influyen notablemente en sus vecinos, generando condiciones de conflicto en los mismos y que se convierten en bases para las operaciones de grupos insurgentes a ambos lados de las fronteras. Además, el apoyo a diferentes grupos insurgentes por parte de terceros países con deseo de aumentar su influencia en la zona en cuestión es un elemento más que debe ser siempre incluido en el rompecabezas.

Notas:

1.- Fund for Peace es un think-tank norteamericano con sede en Washington que elabora el “Failed States Index”, índice de referencia en el estudio de los estados fallidos. Para más información consultar www.fundforpeace.org

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