Irán tras Raisí, más de lo mismo
Para Blog Elcano
El accidente que ha costado la vida al presidente iraní, Ebrahim Raisí, y a su ministro de exteriores, Hossein Amir Abdollahian, ha disparado las especulaciones sobre el posible cambio de rumbo que puede adoptar el régimen, tanto en política interior como exterior. En esa línea, y a tenor de lo ocurrido desde que, en 1979, el ayatolá Ruhollah Jomeini encabezó la revolución islámica que impuso el velayat-e-faqih, el gobierno de los jurisconsultos, la opción más probable es que nada sustancial cambie a corto plazo.
A esa conclusión se llega directamente en cuanto se toma conciencia de que el presidente no es, de ningún modo, la máxima autoridad del país. Sin ser en todo caso una figura meramente decorativa –a fin de cuentas, el régimen se sustenta en una doble legitimidad, religiosa y formalmente democrática–, cabe definir a Raisí, al igual que a sus antecesores, como el primer funcionario del país, el ejecutor de las directrices que emanan de la verdadera fuente de poder: el líder supremo de dicha revolución, es decir, Ali Jamenei. Él es quien determina hacia adentro el grado de apertura (o de represión) tanto en el ámbito social como en el político y económico, partiendo de una rigorista versión del islam chií duodecimano. E igualmente, establece las directrices principales de la política exterior, de seguridad y defensa, echando mano del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán, los pasdaran, una fuerza armada más operativa que las propias Fuerzas Armadas iraníes y un actor económico de gran relevancia.