investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos propios

¿Estados fallidos o Estados impulsados al fracaso?

estados

Malas noticias para los colombianos, etíopes, haitianos o bolivianos. Si usted vive en alguno de los países mencionados, o en alguno incluido en la extensa lista conformada por los 60 países «en riesgo», usted puede que se encuentre en un estado fallido o en vías de fracasar. Por eso le recomendamos encarecidamente que si resta en usted algún atisbo de dignidad (que haya arañado no se sabe cómo ya que vive en un estado fracasado), se traslade inmediatamente a los estados fuertes, «lugares envidiables por su paz y orden» como son Finlandia, Austria y como no, Estados Unidos. Dichos estados fuertes sí que cumplen las funciones que les competen, sí que garantizan sus derechos a los ciudadanos y sí que sus gobiernos gozan de legitimidad, por lo que están aquí para enseñar sus lecciones a los Estados denominados fallidos y a pesar de los enormes errores y carencias con que éstos cuentan, ayudarlos.

Ésta es, en resumidas cuentas, la filosofía que intenta promulgar la utilización del término «Estado fallido» para referirse a los Estados que cuentan con múltiples y complejos problemas de índole social, político o económico atribuibles a la incompetencia del Estado. Numerosos políticos y personalidades mundiales se llenan la boca con el término de moda, que les ahorra explicaciones incómodas. ¿Porqué en Somalia existe una red de «piratas» que mantiene en vilo a los países ricos europeos? Porque es un Estado fallido, tranquilamente se podría responder.

Nacido en los albores de la guerra contra el terror iniciada por Bush hijo en 2002, el término parece hecho a la medida del egoísmo actual reinante y la falta de solidaridad. Atrás quedaron otros términos que no lograron cuajar en los lobbys de la real politik internacional. La administración Reagan lo intentó a principios de los años 80 con el término «Estados terroristas», y Clinton hizo lo propio allá por 1994 calificando como «Estados villanos» a los países de los que Estados Unidos se tenía que defender. Ninguno de estos términos logró convencer, cayendo ambos en desuso tras su breve aparición. Pero el de «Estado fallido» tuvo mejor suerte, y tras su puesta en uso y posterior comprobación de aceptación, se lanzó en 2005 el índice de estados fallidos realizado por el Fondo por la Paz y la revista Foreign Policy, con la intención de otorgar peso académico al término y de brindarle un soporte sólido.

Los índices internacionales más importantes y populares del mundo, tales como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) creado por el PNUD, o el Índice de Corrupción creado por Transparency International, por mencionar algunos, fueron concebidos con el ánimo de realizar una crítica en sentido constructivo. A menudo, con su publicación, éstos logran provocar reacciones que mueven a los estados a dar giros en sus políticas y a dar a conocer datos controvertidos y polémicos que muchos países son reacios a desvelar por si solos, generando así la movilización de la población en pro de causas nobles y legítimas. En resumen, la intención de dichos índices es que los Estados se puedan mirar su propia barriga de vez en cuando, al recibir una crítica ajena y no comprometida. Su utilidad es absolutamente indiscutible, fomentando el debate y el alzamiento de voces críticas en aras de la obtención de un mundo más justo y equilibrado.

Entre estos índices de gran aceptación pública y de reconocida importancia, se cuela el de «Estados fallidos», que nada tiene que ver con los descritos. Este en concreto, se dedica a estigmatizar y sugestionar a los países que lo conforman, apiadándose de ellos de forma arcaica y neocolonial, reavivando una actitud imperialista y aleccionadora, que pareciera más sacada del siglo XIX que gestada en el siglo XXI.

El índice lo conforman 60 países que de acuerdo a una serie de indicadores de «inestabilidad» hacen calificar a los estados como de mayor o menor «fragilidad». La teoría base sobre la que se sustenta dicho índice, asegura que cualquier país en el que ocurra la más mínima acción que pueda afectar los intereses de la única superpotencia mundial es susceptible de ser considerado una amenaza para «el desarrollo y la seguridad de países totalmente opuestos en lo político y económico». Pero lo que los teóricos del concepto no se plantean, sí se lo cuestiona Susan Woodward, analista y experta sobre el tema, a través del siguiente interrogante: ¿en qué medida la debilidad estatal también es el resultado del orden político y económico internacional instaurado por los principales poderes mundiales y sus instituciones internacionales?

La inclusión en la lista de Estados fallidos depende de la voluntad de sus autores. Los creadores y teóricos, se toman grandes liberalidades al referirse de manera despectiva a los países incluidos en la lista, pero no se dedican a indagar en las causas reales de las miserias que sufren, por tanto, poco ayudan realmente a buscar una salida de los problemas expuestos, convirtiéndose dicha lista en una «vitrina de países miserables» desde la cual el conjunto de países «privilegiados» se dedica a mirar y agitar la cabeza en señal de compasión ante las desdichas de los países fracasados.

Su creación, parece más orientada a la justificación de la necesidad de una doctrina de seguridad global que a la proposición de soluciones reales y efectivas que lleven a homogeneizar a los estados en libertades y derechos. Las diversas tesis que defienden y amparan su uso con tintes académicos, llevan inevitablemente a la conclusión innombrada de que la intervención es la única solución posible para estos pobres países. Por ejemplo, se atreven a criticar a Haití asegurando que «sufre las ruinosas consecuencias de la pobreza extrema, el desorden y la violencia urbana» pero no se atreven a nombrar las razones que llevaron a sufrir tan desdichados infortunios, que están intrínsecamente relacionadas con las varias invasiones que sufrió el país caribeño por parte de los Marines de Estados Unidos.

Pero entonces, realmente, ¿cuál es el modelo a seguir? No existe un modelo de Estado moderno ideal a seguir, por más que algunos autores y potencias mundiales procuren hacer entender lo contrario. Lo que sí existe, y la investigación sobre el concepto lo deja en manifiesto, son los usos políticos que se persiguen con estas definiciones, que sirven para encasillar a los ya llamados Estados del Tercer Mundo o del Sur Global en una lista vergonzante, y para justificar la intervención internacional como una responsabilidad moral y estratégica debido a las amenazas que los estados débiles y fallidos generan.

Publicaciones relacionadas