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Hitos en el proceso de paz de Colombia

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En todos los procesos de paz hay momentos, algunos de ellos simbólicos, que se convierten en verdaderos hitos que, en algunos casos, significan puntos de inflexión o de no retorno en el proceso y que, en el caso de que estos finalicen exitosamente, son recordados por la historia. El reconocimiento la semana pasada por parte de las FARC-EP de su responsabilidad en la comisión de actos de guerra que han generado víctimas inocentes y el asumir que, por tanto, son actor victimario en el conflicto, es uno de esos hitos. Bien es verdad que a continuación las FARC-EP expresaron que no habían cometido crímenes de lesa humanidad (cuestión que evidentemente no les toca decidir a ellos sino a alguna instancia judicial) lo que se interpreta como una asunción muy limitada de responsabilidades, pero algo es algo. Poco tiene que ver esa actitud con la arrogante posición al principio de los diálogos en La Habana cuando preguntado uno de los voceros de las FARC sobre si reconocerían que su grupo había ocasionado víctimas, respondió de modo irónico «quizás, quizás, quizás». Que esta declaración se realice cuando comienza la trigésima ronda de conversaciones en la que el tema central de la agenda es el de las víctimas, y que, precisamente, la cuarta delegación de este colectivo esté presente en La Habana, otorga al hecho un carácter especialmente relevante y significativo más allá de lo simbólico. Los avances en los diálogos son claros y, para la mayor parte de los analistas, el Rubicón se ha pasado y algún tipo de acuerdo será posible durante el año 2015. La voluntad de las FARC-EP y la del gobierno son claras en ese tema.

Desde otro punto de vista complementario, la visita a Europa del presidente Juan Manuel Santos para recabar el apoyo de los países europeos y de la Propia Unión Europea a la paz en Colombia es también un hito en la medida en que supone la asunción de que en esta fase del proceso de paz el acompañamiento y apoyo internacional son imprescindibles. No solo ni fundamentalmente en lo económico, dónde las perspectivas son bastante poco halagüeñas en plena crisis económica, sino en la verificación de los avances que se puedan conseguir, en la implementación de los acuerdos y, en definitiva, en la legitimación internacional de los posibles acuerdos y del proceso de paz en su conjunto. En estos dos años el proceso ha caminado «a la colombiana» con la prudente facilitación de los países implicados (Noruega, Cuba, Chile y Venezuela,) pero era evidente que en algún momento una mayor implicación internacional iba a ser necesaria. Y ese momento parece haber llegado.

Ahora bien, avanzar en el diálogo, incluso conseguir un acuerdo de paz distan mucho de alcanzar la paz y en el caso colombiano esta aseveración cobra una gran importancia. En primer lugar, porque muchas de las raíces del conflicto armado que sufre Colombia desde hace más de cincuenta años no se abordan en la negociación (minería ilegal, problemas de violencia urbana, reforma judicial…) y, en segundo lugar, y tal vez esto es lo más relevante hoy, porque muchos de los perpetradores de la violencia hoy no están presentes en los diálogos. Por supuesto el ELN (Ejército de Liberación Nacional) con el que, al menos, se han iniciado conversaciones exploratorias, pero también otros grupos al margen de la ley provenientes en muchos casos de la fallida desmovilización de los grupos paramilitares cuya presencia en el territorio colombiano es un preocupante factor de violencia a considerar.

El que en el ámbito humanitario o de construcción de la paz prefiramos hablar de post acuerdo y no de post conflicto, como hacen el gobierno colombiano y otros actores, trata de reflejar precisamente eso: el conflicto, los conflictos, continuarán con el cambio positivo de que muchas de sus manifestaciones habrán disminuido y habrá más posibilidades para poderlos ir transformando de modo positivo. En la historia del largo conflicto armado colombiano ha habido otros procesos de paz, algunos de ellos exitosos, que han supuesto avances parciales en el logro de una verdadera paz. La deseable firma de un acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP es de una importancia capital ya que los enfrentamientos entre ambos y las acciones de las FARC-EP suponen un alto porcentaje de las acciones bélicas: en torno al 60% según datos del Monitor1 de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios OCHA. Pero como también demuestran estos datos, la violencia ejercida por otros actores no es despreciable, especialmente en ciertas zonas del país. Por ello, el posible acuerdo con las FARC-EP no deja de ser una paz parcial que supone un avance considerable pero que debe continuar con otros elementos.

Los dos hitos y avances a los que nos estamos refiriendo en el artículo, reconocimiento de responsabilidades por las FARC-EP y búsqueda de legitimación internacional por el gobierno, ponen aún más de manifiesto otros dos aspectos a los que no se está concediendo, a nuestro juicio, suficiente importancia y que en estos momentos deberían recibir mayor atención: información y participación de la sociedad colombiana y consecuencias humanitarias del conflicto armado hoy.

Respecto a lo primero, pese a los esfuerzos recientes por promover y difundir el proceso de paz a través de la publicación de los documentos de acuerdos parciales o las campañas «Respira paz» o «Soy capaz», la sensación es que el conocimiento por parte de la sociedad colombiana es escaso y que sería necesario conseguir mayores apoyos de los grupos reticentes al proceso. El papel de «spoiler» del proceso de paz por parte del ex presidente Álvaro Uribe encuentra un caldo de cultivo propicio en los sectores desinformados o mal informados de la sociedad y eso supone un riesgo evidente.

En materia humanitaria, desde que se iniciaron los diálogos hace ahora dos años, algunos indicadores como el desplazamiento interno han mejorado algo, pero otros como las situaciones de restricciones a la movilidad, falta de acceso a comunidades e incluso confinamiento han empeorado. El último Boletín humanitario de OCHA muestra el crecimiento del impacto humanitario de los grupos armados post desmovilización paramilitar (GAPD) y la dramática situación de algunas zonas del país con los casos de Buenaventura y el Chocó como paradigma de la crisis humanitaria que aún vive el país2 .

Bienvenido, por tanto, sea el reconocimiento de responsabilidad por parte de las FARC-EP y bienvenido sea el presidente Santos a España. Pero que esos hechos no nos hagan olvidar la gravedad de la situación humanitaria colombiana y la necesidad, también en ese ámbito, de apoyo internacional.


1.- OCHA, a través del sistema de información Monitor, recopila, categoriza y georreferencia eventos de violencia armada. En la categoría de acciones bélicas se incluyen eventos de: ataque a infraestructura militar, bloqueo de vías/retén ilegal, combates, emboscada, enfrentamiento entre actores no estatales, eventos de fuego amigo, hostigamientos e incursiones. Estas acciones bélicas pueden ser realizadas por grupos armados no estatales, GAPD: grupos armados post desmovilización, fuerza pública o autores no identificados.

2.-  Ver http://www.salahumanitaria.co/es/system/files/documents/files/141015%20Bolet%C3%ADn%20Humanitario%20Septiembre%202014%20ES_0.pdf

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