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Actualidad | IECAH en los medios

Hablamos con Jesús A. Núñez Villaverde

Este gallego de origen y de corazón, residente en Madrid desde hace 30 años, es codirector del IECAH (Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria). Hoy nos ha recibido en su despacho de la Universidad de Comillas, donde también desarrolla su magisterio, para conversar amigablemente con nosotros. Pedro Espinosa. Comité de Madrid.

Umoya: Para comenzar, Jesús, ¿cuáles son los terrenos en los que vienes desarrollando tu trabajo, tanto en el IECAH como aquí en Comillas?

Jesús: Hoy por hoy me muevo en dos ámbitos: desde un punto de vista temático la construcción de la paz y la prevención de conflictos violentos y desde el punto de vista geográfico todo eso lo aplico al mundo árabo-musulmán. Pero desde hace algunos años me he ido abriendo al África Subsahariana. Mi tiempo se reparte, por un lado, entre mis tareas como codirector del IECAH y, por otro, como profesor universitario. En este segundo ámbito Comillas es mi referencia fundamental como Profesor de Relaciones Internacionales, tanto en cursos de postgrado como en Másters… Personalmente considero un privilegio poder analizar problemas de nuestro mundo y además poder contárselo a diversos alumnos, intercambiando opiniones con ellos.

Umoya: Explícanos con más detalle qué es el IECAH, a qué os dedicáis en él.

Jesús: Es una iniciativa privada que pusimos en marcha hace 12 años varios compañeros tratando de crear una entidad que, por un lado, investigara sobre análisis de conflictos desde la perspectiva de la construcción de la paz y de la acción humanitaria como uno de los elementos de respuesta ante catástrofes o conflictos violentos y que, por otro, llevara a cabo actividades de formación para personas que estuvieran en el ámbito de la cooperación al desarrollo, periodistas, etc., con la posibilidad también de difundir nuestras ideas a través de los medios tanto en prensa como en radio y televisión. Desgraciadamente no faltan conflictos ni crisis y, por tanto, hay trabajo. Pero somos un equipo reducido, con un núcleo permanente de unas seis personas. A todo ello se añade la evaluación sobre el terreno de proyectos para ONG.

Umoya: ¿Te sientes un hombre de estudio y análisis más que de actividad y compromiso sobre el terreno o ambas cosas te resultan inseparables?

Jesús: Lo que me siento sobre todo es un privilegiado porque tengo la oportunidad de tener tiempo para leer sobre los temas que me interesan y además la posibilidad muy frecuente de visitar países sobre los que estudié, y en ellos entrevistar a muchas personas, ponerle ojos a la gente y a las cosas que leí y estudié previamente. Desde luego no soy hombre de terreno, en el sentido de estar desarrollando proyectos concretos que beneficien de manera directa a las personas de esos países. Pero entendemos que nuestra aportación es útil desde la tarea de informar, sensibilizar y tratar de influir políticamente para que determinadas líneas de acción puedan ponerse en marcha. Por otra parte, creo que no tiene sentido, aunque algunos lo sigan haciendo, ponerse a discutir sobre qué es más importante. Poner un panel solar o abrir un pozo allá donde haga falta es necesario, por supuesto; pero si al mismo tiempo alguien no está colaborando para sensibilizar a nuestras sociedades civiles en nuestros países y si alguien no está haciendo presión política ante nuestros gobernantes y nuestras empresas aquello se vuelve algo completamente insuficiente.

Umoya: Hace tres años te escuché en una charla las fuertes impresiones que traías de tu reciente viaje a la región del este de la R. D. del Congo.

Jesús: Sí. Porque la vara de medir que yo había venido usando hasta entonces sobre lo que significaba una vida digna tenía que ver con el mundo árabe, donde las situaciones más descarnadas que yo había visto se referían a los palestinos de los territorios ocupados. Pero en el Congo comprendí que todavía había muchos escalones de bajada y lo pude ver en el día a día. También aprendí que la solución no está tanto en inventar nuevos medios sino en activar la voluntad política para emplear los que ya tenemos para cambiar las cosas en beneficio de todos.

Umoya: ¿Te parece posible que en algún momento ese conflicto que no cesa pueda encontrar una salida definitiva, una luz al final del largo túnel?

Jesús: Desde luego no se ve que haya una voluntad que vaya más allá de la gestión del conflicto, pero no de su resolución. La gestión significa simplemente contener la amenaza para que no afecte a los intereses vitales, en este caso, de las multinacionales que operan en la zona y de los gobiernos de la región. La resolución, sin embargo, exige ir a las causas estructurales que explican esa violencia y eso supone esfuerzos de largo plazo y multidimensionales, que es lo que la comunidad internacional no hace nunca, como tampoco ahora en Malí.

Umoya: Hace unos días me definiste telefónicamente la intervención militar en Malí con tres adjetivos: tardía, insuficiente y necesaria. ¿Nos lo puedes explicar?

Jesús: Por supuesto. Tardía, en referencia a lo que Kofi Annan definió en su día como «alerta temprana y acción temprana». Los sistemas de alerta temprana nos venían advirtiendo ya hace tiempo de que en Malí estaban pasando cosas graves: fuerte hambruna, la 4ª revuelta tuareg -desde la independencia en 1960 esta parte de la población no siente atendidas sus demandas-, exportación de violencia generada por la crisis de Libia… Pero faltó la acción temprana: atender el problema de forma preventiva antes de que estallara de forma generalizada y violenta. Insuficiente, porque una vez más hemos recurrido solo a los instrumentos militares; en lugar de articular una estrategia de acompañamiento sostenido en el tiempo, multilateral, implicando a los actores internos y a los gobiernos regionales, y multidimensional, desarrollando instrumentos de cooperación, comercio justo, atención a las necesidades básicas de la población, negociación, mediación con los actores implicados en la escena política maliense para encontrar una solución no violenta. Necesaria, por último, porque llegados al punto en que movimientos yihadistas (AQMI) con actores locales como MUYAO y ANSAR DINÉ acaban secuestrando la revuelta tuareg para llevarla por otro camino, y avanzan hacia Bamako sin encontrar resistencia, había que actuar de manera urgente y con medios militares. Está en juego la existencia del propio Malí tal y como lo conocemos, en riesgo de caer en manos de unos yihadistas que podrían recrear aquí el Afganistán de los años 90 con el régimen talibán. En este momento era necesario cortar esa dinámica y no parece que hubiera otra manera que por medios militares, ya que en semejante ocasión difícilmente se podría negociar ni hablar de nada. Pero aquí vuelvo a repetir lo de insuficiente. Hoy, por ejemplo, la UE tiene una estrategia para el Sahel que no ha activado. Lo único que ha puesto en marcha es una misión de instrucción de los soldados de Malí. Y el resto de los temas ¿dónde están?

Umoya: Los yihadistas, el islamismo radical, ¿cómo hacerles frente?

Jesús: Hay una realidad, el islamismo político está ganando en todas las sociedades árabes musulmanas que se expresan libremente: en su día en Turquía y en los Territorios Palestinos, y más recientemente en Marruecos, Túnez, Egipto… Es una realidad con la tenemos que contar, lo que obliga a considerarlos como interlocutores necesarios dado el apoyo que reciben de las poblaciones de esos países. Y para ello tenemos que reeducarnos, tratando de no confundir el islamismo político con el salafismo o el yihadismo. Con el yihadismo, que es terrorismo, tenemos que situarnos como con cualquier terrorismo: no pueden ser interlocutores, hay que eliminarlos pero ¿sólo con medios militares, como ha venido haciendo la administración Bush, padre e hijo? Está claro que eso no funciona. El camino es atender a las causas estructurales que lo crean y lo explican. Podemos evitar, por ejemplo, la radicalización de jóvenes que creen que la violencia terrorista es la única vía para cambiar las cosas, mejorando los sistemas educativos y los medios de comunicación, satisfaciendo las necesidades básicas, eliminando las dobles varas de medida en el escenario internacional… En definitiva, con planteamientos de medio y largo plazo.

Umoya: ¿Existen vías para que el continente africano vaya dejando de ser el mayor nido de conflictos violentos de nuestro planeta?

Jesús: Hay una postura que yo me resisto a aceptar: los que dicen que hay que dejar a África sola, que resuelva sus propios problemas y avance. Creo que sola tardaría mucho más en superar los retos que tiene planteados. El asunto no es dejarla sola, sino acompañarla de forma adecuada. El protagonismo tiene que ser de ellos, a nivel local, en cada comunidad, en cada país y en su conjunto. Pero acompañémoslos no para explotarlos, como se ha venido haciendo a lo largo de la historia, sino entendiendo que nuestra seguridad y nuestro desarrollo, en este mundo globalizado en el que vivimos, depende de la seguridad y el desarrollo de los que nos rodean. Desde el terreno de las relaciones internacionales en el que yo me muevo- y dejando de lado el altruismo, la justicia histórica, la solidaridad, que son vuestros terrenos-, yo hablo de egoísmo inteligente: yo quiero ser desarrollado y quiero vivir seguro, pero para eso he llegado al convencimiento de que necesito estar rodeado de otros desarrollados, que no vivan ansiando desesperadamente lo que yo tengo y ellos no tienen y que para estar yo seguro tengo que rodearme de gentes que no me vean como una amenaza para ellos. Por eso debemos acompañar a los africanos para hacer posible su viaje hacia el desarrollo y hacia su seguridad en paz.

Durante largo rato hemos seguido s conversando por terrenos muy interesantes, pero la extensión de esta entrevista nos obliga a cortar ahora, no sin haber emplazado a Jesús a un nuevo trabajo para Umoya, en algún número posterior.

Destacados:

1ª página: Nuestra aportación es útil desde la tarea de informar, sensibilizar y tratar de influir políticamente para que determinadas líneas de acción puedan ponerse en marcha.

2ª página: La resolución del conflicto del Congo exige ir a las causas estructurales que explican la violencia y eso supone esfuerzos de largo plazo y multidimensionales, que es lo que la comunidad internacional no hace nunca.

3ª página: Tenemos que reeducarnos y no confundir el islamismo político, que está ganando en todas las sociedades árabo-musulmanas que se expresan libremente, con el salafismo o el yihadismo, que es terrorismo.

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