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Errores en la reconstrucción de Irak

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(Para El Correo)
¿Recuerda alguien aquellos gloriosos días en los que el entonces vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy anunciaba la posibilidad para los funcionarios españoles de participar en la reconstrucción de Irak?. Se citaban muchos Ministerios y grandes proyectos en diversas áreas, desde las infraestructuras a la reforma del Estado. Llegó a hablarse de una «ventanilla» para recoger las solicitudes de lo que se esperaba un banderín de enganche masivo. Eso sí: había que saber un poco de árabe y conocer, también un poquito, su cultura. Pero, qué importaba eso para un gobierno convencido de que la transición a la democracia es, como los cítricos, uno de los productos exportables de nuestro país y que quería convencernos de la bondad de la guerra. Además, si la campaña militar había sido tan fácil, la reconstrucción debía serlo aún más con un pueblo iraquí que, se nos decía, aplaudía a las fuerzas ocupantes y mostraba su júbilo por la invasión, deseoso de mejorar su situación. El negocio comenzaba y no había que perder oportunidades.

Ese delirante escenario de la reconstrucción de Irak, que algunos llegaron a creer, se ha topado con la tozuda realidad que, una vez más, ha venido a poner en su sitio a los vendedores de humo y a aquellos que dando muestras de una irresponsabilidad sin precedentes, no sólo iniciaron una guerra ilegal e ilegitima, sino que están tratando sin ningún pudor, de justificarla a posteriori. No, Señora Palacio, no ha sido el «resonante éxito» de la Conferencia de Donantes lo que hace que en Irak aumenten la violencia y la inseguridad. En todo proceso de reconstrucción posbélica, incluso en aquellos en los que se han firmado acuerdos de paz y ha habido participación legítima de organismos internacionales con mandatos claros, la inseguridad ha seguido existiendo durante mucho tiempo. Si además, como en Irak, la reconstrucción se ha planteado de modo improvisado, si no se ha respetado lo dispuesto en el Derecho Internacional Humanitario, si se ha tratado de humillar al pueblo iraquí, si no se han resuelto las necesidades básicas de la población pero ya se reparten contratos entre los amigos, si el horizonte y el calendario político siguen sin estar claros,… la inseguridad durará mucho más. Con o sin Conferencias de los autodenominados donantes.

En las dos últimas décadas la comunidad internacional se ha visto confrontada a numerosos procesos de rehabilitación tras la finalización de guerras de todo tipo. Desde Mozambique o Ruanda a Timor Oriental, pasando por El Salvador o Guatemala, hasta llegar a los Balcanes o Afganistán, en muchas ocasiones se han abordado procesos de este tipo y de ellos, de los éxitos pero también de los fracasos, se han podido extraer lecciones y experiencias de utilidad. Es más, estas experiencias han sido sistematizadas y analizadas por algunos países donantes y por el propio Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE y forman parte de la doctrina de cooperación aceptada por ellos y que debiera orientar sus políticas. En 1998 el CAD publicó el excelente informe «Conflicto, paz y cooperación para el desarrollo en el umbral del siglo XXI» que contiene las llamadas «orientaciones clave para los donantes» en situaciones posbélicas. El libro se publicó en España en 1999 auspiciado, precisamente, por la Oficina de Planificación y Evaluación (OPE) del Ministerio de Asuntos Exteriores, actualmente en la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional). No puede uno evitar cierta tristeza al ojear hoy dicho libro y otros documentos posteriores del CAD y observar como ni una sola de las orientaciones en esta materia ha sido seguida por nuestro gobierno ni por las fuerzas de ocupación de Irak. Sirva como ejemplo el apartado de seguridad que el CAD vincula, necesariamente, con la reforma del sector de justicia y con la formación en materia de derechos humanos y no con una concepción represiva de la seguridad. Más aún, en lo que el CAD denomina áreas prioritarias de apoyo se establece como primera el restablecimiento de la seguridad interna y del Estado de Derecho, sosteniendo con toda claridad que «la seguridad de las personas y el respeto a los derechos humanos fundamentales es la base de la estabilidad económica y política. La recuperación de unas instituciones que gocen de credibilidad es vital». ¿Es qué es posible pensar que la seguridad, y cuando decimos seguridad nos referimos a la de los ciudadanos iraquíes fundamentalmente, puede garantizarse por soldados ocupantes, pertrechados para la guerra y atemorizados por el poco apoyo y simpatía con que cuentan por parte de la población civil? La seguridad, en su más moderna acepción, debe vincularse necesariamente con la reconstrucción del Estado de Derecho, y en eso, lamentablemente, las fuerzas ocupantes no parecen mostrar mucho interés.

En cualquier caso, no resulta justificable esta ignorancia por parte de nuestros gobernantes, de lo que son experiencias de toda la comunidad internacional. Experiencias en muchas de las cuales, como El Salvador o Guatemala, nuestro país ha tenido una positiva participación. Por eso, cuando Kofi A. Annan presiona por conseguir un mayor peso para Naciones Unidas en el proceso de rehabilitación de Irak, está planteando también que se aproveche esta experiencia de los organismos internacionales y no que, por ignorancia o por el machadiano «desprecia cuanto ignora», se vuelvan a repetir los mismos errores que en anteriores crisis.

Pero de la ignorancia a la arrogancia hay un paso y si analizamos todo el proceso de rehabilitación veremos que de esta última ha habido mucha. Basta recordar la improvisación y la falta de planificación de la posguerra, sólo justificable por una visión mesiánica y arrogante del papel de las fuerzas de ocupación. ¿Cómo interpretar ahora las palabras del primer «virrey» Garner, responsable de la situación de caos y saqueo de los primeros días tras la ocupación, cuando afirmaba que los problemas se arreglaban en unos días?. Esa actitud prepotente ha estado en la base de muchos de los errores y en la escasa aceptación de las fuerzas de ocupación por parte de la población iraquí.

Más preocupante ha resultado la falta de actitud mínimamente autocrítica durante todo el proceso. El «sostenella y no enmendalla» ha sido el comportamiento básico del gobierno español que en ningún momento, ni tan siquiera cuando los otros gobiernos ocupantes rendían cuentas a sus Parlamentos u opiniones públicas con alguna dosis de reflexión autocrítica, ha dado un solo paso de reconocimiento de que algo iba mal. La tortura a la que ha sometido nuestro Presidente a las Resoluciones del Consejo de Seguridad para interpretar que dicen lo que no dicen y sí lo que él quiere que digan es un ejemplo claro. De ahí al «ladran luego cabalgamos» de la Ministra Palacio en los últimos días no ha habido más que un paso.

Pero sea cual sea la actitud de nuestros gobernantes, es un secreto a voces que la reconstrucción de Irak va mal y, en cualquier caso, no va como algunos llegaron a pensar, mientras que los pocos funcionarios que Rajoy «reclutó» abandonan el país. Por todo lo anterior y como la cosa puede durar, aún tendrían tiempo nuestros gobernantes de echar una ojeada a las experiencias de otros procesos de rehabilitación posbélica y tratar de no repetir los mismos errores. Si tras ello se hacen menos arrogantes, mejor. Si no, al menos habrán aprendido algo.

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