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Elecciones en Irak: algo más que un calendario

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(Para Radio Nederland)
El informe entregado estos días por Lakdar Brahimi, enviado especial de Naciones Unidas a Irak, sobre las posibilidades de un proceso electoral democrático en Irak, pone de manifiesto y constata las enormes dificultades  para que tal proceso se de y hace algunas recomendaciones de gran calado, pero abre nuevos interrogantes sobre cómo debe conducirse la transición y cuando entregar de facto la soberanía al pueblo iraquí. La conclusión fundamental, asumida y presentada ayer por el Secretario General Kofi Annan, es que las elecciones generales no pueden celebrarse en condiciones antes de la fecha prevista de traspaso de poder del 30 de junio, fecha, no lo olvidemos, impuesta por los Estados Unidos debido a razones más vinculadas con sus propias elecciones presidenciales. El escenario de inseguridad y la falta de mecanismos institucionales que permitan unas elecciones limpias han estado en la base de la posición de Naciones Unidas. 

Sentadas, por tanto, estas dos premisas de partida, no habrá elecciones antes del 30 de junio, pero en esta fecha se entregará el poder a los iraquíes, las cuestiones fundamentales son concretar a quién se traspasa este poder y cuál es el proceso posterior que culmine en unas elecciones generales democráticas.

El Consejo de Gobierno iraquí (CGI) no parece, en su actual composición y con una carencia absoluta de legitimidad política,  ser el organismo adecuado para asumir el poder y el control del proceso. Su actual presidente de turno, Mohsén Abdelhamid, representante suní, ha presentado la ampliación y extensión del mandato de la CGI como un acto de responsabilidad y de sentido del deber, pero nadie parece creer esa retórica proveniente de un organismo que se ha plegado siempre a los dictados del administrador estadounidense Paul Bremer y que no cuenta con el apoyo del sector mayoritario de la población chií. Una posibilidad, conservadora pero razonable en este contexto, sería ampliar la composición de la actual CGI dando mayor peso a sectores actualmente poco representados y sobre todo a los chiies. Éstos, y especialmente su líder religioso Ali al Sistani,  han venido solicitando durante todo este tiempo la convocatoria de elecciones generales directas cuanto antes, pero parecen dispuestos a flexibilizar su postura tras haberse entrevistado con Brahimi. En cualquier caso, parece claro que el órgano que recibiera el poder no sería la actual CGI sino una CGI reformada y ampliada o, incluso, un nuevo órgano más representativo, tipo Loya Jirga afgana, con un alto grado de interinidad y provisionalidad pero con algo más de legitimidad y apoyo social que el actual Consejo de Gobierno.  Los buenos oficios de Brahimi y la convicción de muchos de los actores implicados sobre la conveniencia de aumentar el papel de la ONU, han ido abriendo paso a esta posibilidad. Como en muchos procesos anteriores, la idea de una especie de Gobierno Provisional de amplia base parece aceptarse, aunque lamentablemente en este caso, demasiado tarde. 

Respecto al proceso posterior a julio de 2004 y la convocatoria de elecciones generales, las posiciones se han ido también acercando pero aún no hay acuerdo. En sus primeros pronunciamientos, los estadounidenses demoraban las elecciones hasta finales del 2005, por argumentos técnicos,  mientras que los chiies las querían cuanto antes. La actual posición de la ONU, que no da la razón a ninguna de las partes, pero que supone de hecho, un aplazamiento respecto de los planteamientos chiies, parece abrir paso a una convocatoria electoral antes de finales de 2004. Algunas fuentes islamistas proponen que las elecciones iraquíes sean antes que las estadounidenses pero no parece ser ese, en la situación actual, un elemento a considerar. 

Tras el anuncio de ayer de Kofi Annan de imposibilidad de elecciones inmediatas, la ONU debe en los próximos días avanzar propuestas más concretas que avancen en las dos cuestiones planteadas: institución receptora del poder y calendario electoral. En ambas debe mostrar suficiente flexibilidad para consolidar positivamente su nuevo papel de arbitro de todo este proceso. Papel que debe continuar durante bastante tiempo, hasta que las instituciones y el proceso de rehabilitación y reconciliación en su conjunto se hayan fortalecido.

Una última cuestión que no hay que olvidar y que en el próximo futuro cobrará importancia, es que durante este tiempo, de un modo muy pragmático, el Secretario General de la ONU ha optado por un método de trabajo basado en el formato de “países amigos” y enviados especiales, huyendo de las discusiones en el Consejo de Seguridad. Razones no han faltado para ello y los resultados son alentadores, aunque también han jugado a favor de la ONU la incompetencia de las fuerzas ocupantes y la cita electoral norteamericana. Parece, sin embargo, conveniente, que una vez que se asuma la participación protagonista de las Naciones Unidas en el proceso iraquí , se recupere el espíritu y la letra de la carta de las Naciones Unidas y esto contribuya a fortalecer el organismo.

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