Elecciones en América Latina: pocos cambios en 2011
La celebración hace dos semanas de los procesos electorales en Guatemala y Nicaragua pone fin a la ronda de elecciones previstas para el año 2011 en el continente.
Son procesos que se han saldado con más continuidades que cambios, y que se han celebrado con bastante normalidad. Desde luego, con mucha mayor tranquilidad que la que muchos preveían a inicios del año. Y ésta, por si sola, sería una buena noticia en una región en la que en años anteriores –recordemos Honduras y su golpe de Estado- comenzaba a haber otra vez señales inquietantes.
Las buenas perspectivas económicas que, en general, vive la región, parecen haber contribuido a esta calma, pese a las elevadas cotas de inseguridad ciudadana y de desigualdad social que persisten.
Recuento del año electoral latinoamericano
Perú, Haití, Argentina, Nicaragua y Guatemala han celebrado elecciones presidenciales y legislativas durante el año 2011 que, pese a los augurios de años anteriores, se han resuelto con pocos cambios y con la consolidación de algunos mandatarios en el poder.
Éste es el caso de Argentina con el masivo apoyo a Cristina Fernández de Kirchner o el de Nicaragua, donde Daniel Ortega, pese a las poco sólidas acusaciones de fraude electoral, se reafirma en su liderazgo con perspectivas de permanecer mucho tiempo en el poder.
El caso de Perú, donde también fue claro el resultado, supone sin embargo un importante cambio en el país pese a la moderación que adoptó el candidato y actual presidente Ollanta Humala durante toda la campaña y el inicio de su mandato.
En Haití las cosas fueron mucho más complejas, con evidentes datos de manipulación electoral pero, finalmente, la victoria de Michel Martelly fue indiscutible y, a trancas y barrancas, se ha logrado poner en marcha un gobierno y elegir un primer ministro con ciertas garantías.
Por último, en una Guatemala asolada por la inseguridad y los efectos del narcotráfico, la elección de un candidato de mano dura como el ex general Otto Pérez Molina, entra totalmente dentro de las previsiones y no supone grandes modificaciones por el momento en el país.
Mirándolos en perspectiva, salvo el caso de Haití, donde la crisis política agravada por el terremoto de 2010 complicó la situación aún más, en todos los otros casos las elecciones se han podido celebrar con una razonable normalidad democrática. Desde luego, mucho mayor que la de elecciones anteriores en los mismos países, o que la que pudiera suponerse si se leen las incendiarias declaraciones de algunos candidatos durante el proceso preelectoral.
La calidad de la democracia representativa en América Latina tiene muchas carencias (todo hay que decirlo, como en otras muchas partes del mundo), pero los rituales electorales se realizan con bastante rigor y, aunque el clientelismo es una práctica muy habitual, los comicios se desarrollan con bastante tranquilidad.
Evidentemente, en algunos casos especialmente visibles en Haití o Nicaragua ha habido irregularidades. Pero éstas, a juzgar por los organismos internacionales de monitoreo, no han afectado el resultado global. Resaltamos esta cuestión, especialmente en unos momentos en los que la Unión Europea vive un creciente descrédito de la democracia, pues en el pasado ha existido desde Europa una visión desdibujada de las elecciones latinoamericanas que las presentaba siempre –especialmente en algunos países- como poco creíbles, corruptas, amañadas, cargadas de populismo y con escasa representatividad.
Mucho nos tememos que estas características son las que priman aún más en Europa donde, parafraseando a algunos analistas latinoamericanos, tenemos «democracias de baja intensidad». La calidad de la democracia no se mide solo por la de los procesos electorales pero, sin duda alguna, éstos son muy importantes y no tan diferentes ahora en América Latina.
A modo de balance… esperando el 2012
Los que preveían grandes cambios electorales en 2011 con una continuación de los debates entre los «bolivarianos» y el resto, se han debido llevar un chasco. Releyendo ahora la prensa de hace un año, se ve hasta qué punto lo que se presentaba como «el drama electoral haitiano», «la dura batalla entre sandinismo y antisandinismo», las «enormes dudas de la viuda Cristina Fernández de Kirchner», o «los riesgos del populismo de Humala frente al realismo de Keiko Fujimori», se ha ido desarrollando de una manera mucho más calmada y menos traumática.
Eso es una señal de normalización democrática que no hay que minusvalorar, como también lo han sido las elecciones departamentales y municipales en Colombia donde, pese a los intentos de control por grupos vinculados a la «narcoparapolítica», se han producido importantes cambios y donde algunos ejemplos como el triunfo de las papeletas en blanco frente al candidato único en la ciudad de Bello (Antioquia) pasarán a la historia de los comportamientos democráticos de la ciudadanía.
Pero a nadie se escapa que el proceso electoral más trascendente del continente se producirá en México a mediados de 2012. Y en este caso, las actuales perspectivas en un escenario de aumento de la violencia, son preocupantes.