El paseo de Baker por el Sahara Occidental
(Para Radio Nederland)
Aunque todavía no se sabe en detalle cuál es el contenido de la nueva propuesta que el antiguo secretario de Estado de EEUU, James Baker, está presentando estos días (del 14 al 17 de enero) a sus interlocutores en Marruecos, Argelia y Mauritania, todo indica que su visita se traducirá en malas noticias para los saharauis, empeñados en lograr algún día la independencia del Sahara Occidental. La insistencia del emisario personal del secretario general de la ONU sería encomiable, si no fuera porque su actuación trasluce un sesgo promarroquí que hace difícil imaginar que esté realmente interesado en realizar una sincera labor de intermediación.
En la práctica- y de manera muy evidente a partir de la resolución 1359 de la ONU (29 de junio de 2001), en la que se contemplaba el llamado acuerdo marco-, se ha convertido en el principal promotor de una idea que arruina las expectativas que los saharauis han ido construyendo a lo largo de estos últimos 27 años. Su presencia en este conflicto es, entre otras, una señal de que EEUU está interesado en reconducir el problema en función de su visión del mundo, cada vez más centrada en la guerra contra el terror y en el control de los recursos energéticos. En esa línea debe interpretarse su implicación directa como un apoyo a las posturas soberanistas de Marruecos. Rabat, tradicional aliado de Washington, fue uno de los primeros países árabo-musulmanes en renovarle su apoyo incondicional, tras el 11-S, tratando, entre otras cosas, de encontrar comprensión para su intento por cerrar el conflicto en sus «provincias del Sur». Además, el interés estadounidense por diversificar sus fuentes de aprovisionamiento encaja perfectamente con la concesión marroquí de permisos de exploración a la empresa Kerr McGee en territorios saharauis que deben ser considerados, cuando menos, en disputa. El apoyo a Rabat implica, asimismo, un interés estratégico por evitar la aparición de un nuevo Estado en la zona que sería estructuralmente débil y caería bajo el control de Argel o, lo que es lo mismo, concedería a Argelia el papel de líder regional. Es evidente que Rabat no desea entregar esa baza a su vecino y que, por parte de Washington, no hay confianza suficiente para conceder a Argel esa categoría.
El realineamiento internacional que se está produciendo tras el 11-S está acentuando, por otro lado, la pérdida de apoyos a la causa saharaui. Es notoria, a este respecto, la pasividad argelina en un tema que, hasta hace bien poco, constituía una de sus principales prioridades. El radical apoyo que las autoridades de Argel han mostrado a Washington en su lucha contra el terror busca, fundamentalmente, recuperar una mejor posición en la escena internacional y lograr la comprensión y la colaboración del exterior en la lucha interna contra los grupos violentos que impiden el cierre de una crisis abierta ya desde 1991. En consecuencia, el abandono de su aliado saharaui es el precio a pagar. La falta de este respaldo se completa con las señales que, desde Washington y París (que también juega sus bazas energéticas de la mano de Total Fina Elf), dan a entender que la opción marroquí ha ido ganando adeptos. Aunque el Frente Polisario en empeñe en interpretar como una victoria la resolución 1429 de la ONU (30 de julio de 2202), al entender que supone el abandono del acuerdo marco (autonomía saharaui bajo soberanía marroquí), la realidad se empeña en mostrar cómo crece el bando de los que apoyan a Rabat, que se ve así reforzado en su pretensión de evitar la celebración de cualquier tipo de referéndum que pueda hacer peligrar sus planes de dominio sobre una zona en la que lleva ya invertida una gran cantidad de fondos, que le puede reportar cuantiosos beneficios económicos (pesca, fosfatos e hidrocarburos) y que le permitiría consolidar su posición como líder hegemónico y como principal aliado de Occidente.
En definitiva, Baker se mueve con un estrecho margen de maniobra tanto porque así interesa a sus propios planes (de EEUUU y de los principales países de la comunidad internacional), como porque Marruecos está en condiciones, como lleva haciendo desde 1991, de bloquear cualquier vía que no se ajuste a sus esquemas. La resistencia actual de Rusia y España ya está dando muestras de flaqueza, abriendo paulatinamente la mano hacia una aceptación de los dictados de la real politik. El hecho de que Baker esté pidiendo a sus interlocutores que le hagan llegar sus comentarios a la propuesta que actualmente se debate antes de marzo, da a entender que en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU del próximo día 30 no se producirá ningún giro significativo en la situación actual; se prorrogará, una vez más, la misión de la MINURSO y se seguirán arañando apoyos a las tesis marroquíes.
En última instancia, lo más probable es que termine por imponerse una solución que implique: el abandono total de la vía planteada por el plan de paz (1991); el control marroquí de la región, compatible con una autonomía limitada para los saharauis, para lo cual Marruecos ya lleva preparándose desde que aprobó a finales de los años noventa una ley de descentralización regional que, no por casualidad, divide en dos unidades administrativas al Sahara Occidental; la celebración posterior de un referéndum, meramente confirmativo de la soberanía marroquí, en el que podrá participar toda la población de la zona (mayoritariamente formada por colonos instalados por Rabat durante estos últimos años); y una aceptación internacional, Argelia incluida, de la nueva situación. ¿Y el Polisario?, ¿reemprenderá, como sostiene contra viento y marea, la vía armada para oponerse a un enemigo que le supera militarmente en todos los terrenos? No resulta descabellado pensar, dados los tiempos que corren, que si finalmente adoptara esa decisión, acabaría formando parte de la lista de grupos terroristas contra los que todo vale. En definitiva, quedarían proscritos, con sus fuentes de financiación bloqueadas y sin posibilidad de que ningún país les pudiera prestar, públicamente, su apoyo. ¿Es ésa una solución a defender?