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El intento de frenar el sida en África choca con los intereses de las farmacéuticas

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A pesar del acuerdo logrado en 2001- por el cual cinco grandes compañías mundiales de la industria farmacéutica bajaron considerablemente el precio de los fármacos que mejores resultados ofrecen a quienes padecen la enfermedad del Sida, haciéndolos más asequibles para un mayor número de personas-, la realidad es que los precios actuales siguen siendo excesivos para la práctica totalidad de la población afectada por esta enfermedad en la totalidad del África subsahariana.

El continente africano, que es el más afectado por esta pandemia, registra más de veintiocho millones de personas infectadas por el virus de inmunodeficiencia adquerida (VIH), sobre todo en los países subsaharianos, según las estadísticas proporcionadas por Naciones Unidas relativas al pasado año. Cada año se producen tres millones de nuevas infecciones en el continente y son más de dos los millones de enfermos que mueren afectados por este síndrome, que ha dejado ya alrededor de trece millones de niños huérfanos que, sin educación, sin alimentación y sin protección estarán, a su vez, expuestos a sufrir la misma suerte que sus progenitores.

Desde el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se destaca que uno de los aspectos más complicados y problemáticos en el contagio del Sida es la generalización de la explotación sexual de menores. Desde UNICEF se recuerda que, a nivel mundial, los niños que son forzados a formar parte del negocio del sexo (estimados en un millón cada año, y alrededor de 130 millones en total), son los más vulnerables a contraer y contagiar la enfermedad. En el caso de África subsahariana los 2,7 millones de niños menores de quince años afectados por la enfermedad vienen explicados, en una parte significativa, por esta práctica.

En las investigaciones presentadas en el Segundo Congreso Internacional contra la Explotación Sexual Infantil, celebrado en Yokohama (Japón) el pasado mes de diciembre, se afirma que la mayoría de los explotadores son hombres que eligen siempre a los niños más pequeños para satisfacer sus apetencias sexuales. Parte de sus motivaciones son la creencia de que, por ser niños, seguramente estarán más sanos y serán incapaces de contagiarles enfermedades de transmisión sexual. Cuando, en realidad, por sus condiciones físicas, los niños son más propensos a contraerlas y padecerlas. Así, se estima que trece millones de adolescentes entre 15 y 24 años tienen ya el Sida y que más de siete mil son infectados cada día.

De los cinco millones de personas infectadas en 2001 por el VIH, tres millones y medio viven en el África subsahariana, constituída básicamente por sociedades patriarcales en las que las mujeres tienen poco o ningún control sobre su sexualidad. Los altos incidentes de violaciones, frecuentemente exacerbadas por la guerra, la poligamia, la presión cultural que obliga a las mujeres a tener hijos desde muy temprana edad y su inferior posición social respecto al hombre, hacen muy difícil que el factor de la prevención sea mínimamente eficaz en la lucha contra el Sida.

Al factor cultural se añade el económico. La causa de que cada año mueran miles de personas sin remedio en los países de la región se explica fundamentalmente por el elevado precio que las multinacionales farmacéuticas mantienen en el cóctel antirretroviral capaz de frenar la evolución y el desarrollo de la enfermedad. Asimismo, han mantenido una larga lucha contra países como Sudáfrica- que presenta una de las estadísticas más altas en cuanto a casos de Sida en el mundo-, por tratar de investigar y desarrollar la producción propia de medicamentos genéricos -mucho más baratos y, por lo tanto, al alcance de más personas.

Este enfrentamiento entre Sudáfrica y cinco poderosas compañías farmacéuticas llegó a provocar un contencioso en los tribunales. Estas industrias veían peligrar los extensos beneficios obtenidos por la comercialización de los medicamentos antirretrovirales (ARV), cuyo precio de venta es sumamente elevado. Pero las protestas de activistas y organizaciones no gubernamentales, además de la presión internacional, les hicieron recapacitar y, finalmente, retirarse del pleito, ofreciendo como solución una rebaja considerable en los precios de venta de los ARV, en los países subsaharianos más afectados por el Sida, a cambio de mantener protegidas sus patentes –lo que les permite seguir ejerciendo el control sobre el precio final de sus productos en el mercado.

Sin embargo, aunque esta reducción implique una bajada de precios desde los 10.000 dólares, por año de tratamiento, a los 300 ofrecidos a estos países, la medida no es suficiente. Con la medida adoptada el coste del tratamiento bajaría a dos dólares diarios cuando, en la práctica totalidad de la región, la mayoría de la población dispone de una renta per capita que apenas llega a un dólar al día, lo que hace, en definitiva, casi imposible que puedan costearse el tratamiento.

Poco puede extrañar que, ante esta situación, la respuesta de los países afectados de la zona se incline hacia la potenciación de la producción propia y la importación de medicamentos genéricos; medida que, por otro lado, cumple la normativa vigente estipulada por la Organización Mundial del Comercio, según la cual los países que se encuentren en situación de emergencia tienen el derecho de producirlos e importarlos, aunque con ello se vulnere la protección existente respecto a las patentes de los productos ya registrados. Los positivos resultados que está registrando Nigeria, uno de los primeros países en adoptar decididamente esta estrategia, con una considerable reducción del número de contagios y con una notable elevación de la calidad de vida de los enfermos, acabará por animar inevitablemente a sus vecios. ¿Cómo reaccionarán las industrias del sector?

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