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El imperio y los ciudadanos

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Pero junto a estos efectos evidentes a corto plazo, las movilizaciones han puesto de manifiesto la irrupción de una nueva forma de actuar políticamente en un mundo globalizado y ante problemas globales. En efecto, la iniciativa de este movimiento coordinado que surge de Porto Alegre y que se extiende por todo el mundo con la participación protagonista de actores muy diversos- entre los que no sólo se encuentran los partidos políticos y sindicatos tradicionales sino un conglomerado de grupos muy diversos, que han sabido aprovechar las redes de comunicación y la tecnología para difundir la protesta- es una magnífica muestra de las posibilidades de una forma de actuación política de alcance mundial. Se pasa del famoso \\\»pensar globalmente actuar localmente\\\» a un actuar globalmente, con unas dimensiones sin precedentes en la historia.

Querer situar, como ha hecho torpemente la Ministra española de Asuntos Exteriores, Ana de Palacio, las movilizaciones en el plano de la ética y de las posiciones morales no sólo es falso sino que refleja hasta qué punto ha sorprendido a algunos líderes este tipo de movilización, y lo que es peor y más inmoral, su intento de sumarse a posteriori a los millones de ciudadanos contra la guerra porque \\\»todos estamos contra la guerra\\\» y \\\»coincidimos en esta posición moral\\\». Patética posición de la representante de un gobierno que desde el principio se alineó sin condiciones con las posiciones belicistas estadounidenses y que cuenta con el rechazo, no sólo moral sino político, de la mayoría de los ciudadanos españoles. La propia posición del Presidente Aznar, en el debate del Parlamento español, sobre este tema indica el increíble intento de apropiación de las protestas de los ciudadanos por parte del gobierno. La curiosa separación entre moral y política que hace el gobierno español, no merecería mayores comentarios si no fuera porque refleja, en esta ocasión más claramente que en otras, una visión de la política \\\»realista\\\» plegada a los intereses del imperio y alejada y contradictoria de los planteamientos éticos que se dice defender. Convendría aquí recordar la contradicción de esta posición con lo defendido por la Iglesia católica y por Juan Pablo II que, al menos, han tratado de tomar una posición coherente con sus planteamientos morales de defensa de la paz.

Por ello, hay que entender las movilizaciones del fin de semana, y lo que representan en clave política, en el sentido más noble del término. Política, que emana, como dice la Ministra, de planteamientos éticos pero que \\\»casualmente\\\» quiere ser congruente con ellos. Política, que representa el sentir de millones de ciudadanos que entienden, en casos como el español o el británico, que sus gobiernos no defienden ni representan en esta ocasión los intereses de la mayoría y que quieren por tanto hacer oír su voz. Política por tanto, que entiende la democracia no como el solo ejercicio formal del voto cada cuatro años y luego carta blanca para los gobernantes, sino como el ejercicio de la participación activa de los ciudadanos y del control y la exigencia de rendición de cuentas a los gobernantes cuando se cree que se alejan de los intereses colectivos. Política asimismo en el sentido de defender no sólo la letra (que también) sino el fondo de la Carta de las Naciones Unidas y del frágil orden internacional articulado en torno a ella. Política en suma, que quiere poner límite al ejercicio omnímodo del poder por parte de la única superpotencia y sus aliados, entendiendo que no hay razones para la guerra y que otras alternativas son posibles y deben ser intentadas.

Sin duda, será difícil mantener un nivel de movilización similar en los próximos meses, pero esta conciencia de numerosos ciudadanos de que deben actuar ante riesgos tan evidentes como los de una guerra de manera \\\»preventiva\\\» evitándola, es reflejo de que al imperio le ha salido alguien que le contradice: sus propios ciudadanos. Si los gobiernos partidarios de la guerra se empecinan en sus posiciones, ¿no es eso un riesgo para la democracia?

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