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El conflicto del Cáucaso más allá de los tópicos (Segunda parte)

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(Para El Correo)
Analizábamos hace algunas fechas (El Correo 11 de septiembre de 2008) algunos de los estereotipos que están impidiendo un análisis ponderado de la situación en el Cáucaso y que se están convirtiendo en verdaderos frenos para una eventual solución del mismo. Finalizamos hoy mencionando algunos otros, aunque la lista sería interminable.

Efecto Kosovo.

A estas alturas es evidente que el ilegal reconocimiento de la independencia de la ex provincia serbia, que hicieron el pasado mes de febrero numerosos países, ha abierto la caja de Pandora de otras escisiones en realidades territoriales muy diversas. Y mucho nos tememos que en los próximos años esta dinámica se acelerará. Sin embargo, no parece que los casos de Osetia del Sur o Abjasia sean similares a Kosovo ni que los intereses de sus líderes sean los de la independencia territorial. Más bien, como ha manifestado claramente el lider surosetio Eduard Kokoiti, su voluntad es la de incorporarse a la Federación Rusa mediante la unificación con Osetia del Norte. Por otra parte, Rusia tampoco está interesada en animar procesos secesionistas, teniendo como tiene abiertos problemáticos frentes internos (con Chechenia en lugar destacado).

Todo es humanitario.

La utilización de razones humanitarias para justificar intervenciones militares de dudoso carácter solidario no es nueva y, lamentablemente, se ha generalizado en las últimas décadas y forma parte del agitprop de muchos Estados y de la publicidad de sus ejércitos. Lo original en este caso es que Rusia, que no solía utilizar este tipo de discurso y que lo cuestionaba cuando era utilizado por otros, ha incorporado habilidosamente las justificaciones humanitarias para legitimar su actuación. Escuchar términos como protección de civiles, prevención del genocidio y la limpieza étnica, entre otros, en los comunicados rusos, o defender el carácter de fuerza de paz de todas sus tropas en Georgia, no deja de ser chocante. Pero no nos engañemos, Rusia no hace sino usar un discurso que sabe que cuenta con respaldo internacional y que ha aprendido de otros, aunque luego dificulte y ponga trabas al despliegue de la ayuda humanitaria y de las organizaciones internacionales para atender a las víctimas.

Por otra parte, también los Estados Unidos y otros países han jugado a la confusión proponiendo el envío de ayuda en buques militares que, “casualmente”, se encontraban en el Mar Negro y que no sólo llevaban suministros de primera necesidad sino otras mercancías dudosamente humanitarias. Una confusión, en suma, que contribuye a dificultar el trabajo de las organizaciones verdaderamente humanitarias.

En este punto, como señalábamos en el artículo anterior, es lamentable el papel del Secretario General de la ONU y la parálisis real a la que está sometida la aplicación del llamado principio de responsabilidad de proteger que aprobara la Asamblea General en 2005.

Poder duro frente a poder blando.

La coincidencia de los sucesos de Georgia con la celebración de los Juegos Olímpicos en China ha hecho que muchos analistas, incluido el propio creador de esos términos, Joseph Nye, hayan especulado sobre las diferencias entre la opción China por el poder blando para ganar peso internacional, frente a la opción agresiva rusa y su revitalización del poder duro. En ambos casos, no obstante, se ha dado una combinación de estrategias blandas y duras, por seguir con esa terminología, para aumentar su peso internacional y poner ciertos límites a la hegemonía de los Estados Unidos. China ha obrado con dureza en el caso del Tibet y la Rusia de Putin lleva años intentando ser admitida en foros internacionales en los que no participaba y desplegando iniciativas diplomáticas impensables en décadas anteriores. Ambos países, también, están aprovechando las oportunidades que se abren con la debilidad de un presidente Bush en sus últimos días y con su empantanamiento en Afganistán e Irak. Y lo hacen combinando dureza y blandura, dejando también claras las líneas rojas que no están dispuestos a dejar traspasar. Como ha dicho irónicamente el escritor mexicano Carlos Fuentes, Rusia no puede tolerar que Estados Unidos quiera rodearle de misiles en Polonia y de peleles en Georgia.

La breve guerra de Osetia del Sur y la situación creada tras ella necesitan ser interpretadas con otras claves que las del mero expansionismo ruso. Y si, como parece, el asunto se convierte en moneda de cambio y eje de los debates en la campaña electoral estadounidense, la situación se complicará aún más. Las imprudentes declaraciones de la candidata a la Vicepresidencia por el Partido Republicano, Sarah Palin, sobre una eventual declaración de guerra a Rusia si ésta invade Georgia, no auguran nada bueno. Eso de las amenazas, evocando la “innombrable” palabra guerra, sí es poder duro. De pitbull con labios pintados.

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