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Desastres no tan naturales

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(Para Radio Nederland)
La presentación en la Conferencia de la ONU sobre el clima de Milán de los resultados de diversos estudios sobre el coste de los desastres en el año 2003, no hace sino confirmar una tendencia que a veces nos negamos a ver. El cambio climático unido a la mala gestión de los recursos naturales, están provocando un aumento de los desastres, del número de víctimas por ellos ocasionados y de las pérdidas económicas ligadas a ellos.

Como suele suceder, ha sido esta última dimensión, la económica, la que ha servido para poner de manifiesto las otras dos. En efecto, desde hace años, la reaseguradora suiza Munich Re es la fuente más fiable en materia de costes de los desastres y sus informes anuales son los más usados por todos los organismos públicos y privados internacionales. En esta ocasión, ha sido el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) quien, usando datos de la aseguradora, ha vuelto poner sobre la mesa esta realidad y su relación directa con el cambio climático.  “las importantes pérdidas económicas forman parte de una tendencia inquietante ligada al cambio climático” dice textualmente el informe del PNUD. Resulta curioso, que la compleja maquinaria de la ONU no pueda contar con datos propios que pusieran énfasis, no sólo en los costes económicos, sino en el impacto social y ecológico global de los desastres, y que deba recurrir a datos de empresas de seguros. Fiables, por supuesto pero parciales. Los datos de Munich Re nos dicen que el coste de las catástrofes en 2003 ha sido por el momento de 50.000 millones de Euros, cifra que ya supera en 5.000 Euros a la total del año anterior.

En cualquier caso, pese a que se sigue usando la terminología desastres naturales, todo nos dice que no son  tan naturales.

En el año 2003 se ha confirmado una tendencia ya iniciada en años anteriores que indica que los países desarrollados han comenzado a sufrir “en sus propias carnes” las dramáticas consecuencias  y los efectos de este problema. Si  en el año 2002 fueron las inundaciones en Centroeuropea, en el 2003 el desastre más “costoso” para las empresas aseguradoras ha sido la ola  de calor que afectó a Francia y otros países provocando en torno a 20.000 víctimas y produciendo pérdidas por valor de más de  8.200 millones de Euros, básicamente en la agricultura. Las inundaciones de los ríos Yangtsé y Huai en China y los tornados e incendios en Estados Unidos y Canadá  son otros de los grandes desastres “naturales” del año. A esto habría que añadir los numerosos desastres crónicos y cotidianos de muchos países del Tercer Mundo que en ocasiones no aparecen en las estadísticas de las aseguradoras.

¿Alguien hubiera dicho hace un año que el sistema de salud francés era tan vulnerable y tan mal preparado para una ola de calor como la de este verano?. Por supuesto que no. Si alguien lo hubiera hecho se le hubiera tildado de alarmista. Se hubiera argumentado que Francia es un país con un sistema sanitario sólido, con un Estado de Bienestar bastante consolidado y con otros mecanismos de respuesta, tanto civiles como militares, eficaces. Y sin embargo, todo este sistema ha sido desbordado por los acontecimientos y no ha podido evitar la muerte de varios miles de personas de los sectores más vulnerables de la sociedad: los mayores. Y pese a esta realidad y la crudeza de los datos, ciertos países – como ahora Rusia que se une a Estados Unidos – siguen sin ratificar el Protocolo de Kioto con lo que éste no se puede aplicar. 

Hace algunos años el sociólogo alemán Ulrich Beck propuso el término “sociedad del riesgo” y es cierto que en nuestras sociedades han aparecido nuevas amenazas a las que somos muy vulnerables, para las que no estamos preparados y que representan un nuevo tipo de riesgos  para los ciudadanos y los ecosistemas. Y lamentablemente la mayor parte de estos nuevos riesgos los estamos creando nosotros y no pueden ser presentados como naturales.

Curiosamente, ha coincido la celebración de la Conferencia del Clima en Milán con la Conferencia Internacional de la Cruz Roja y la Asamblea de la Federación Internacional de Cruz Roja y Media Luna Roja en Ginebra que han insistido, una vez más, en la creación de un nuevo instrumento jurídico que permita una mejor respuesta a los desastres “naturales” mejorando aspectos como los trámites aduaneros, el etiquetado e identificación de envíos, la movilidad de personal de un país a otro en caso de emergencia, etc. Este conjunto de medidas contenidas en el llamado Derecho Internacional de Respuesta a los Desastres deberán ser aprobadas por la comunidad internacional, pero ¿no parece lógico que si los riesgos son crecientes y nuestra capacidad limitada debemos todos irnos preparando?

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