investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos en otros medios

Cuando la Cruz Roja es el blanco

 
ca54

(Para Radio Nederland)
El criminal atentado contra la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Bagdad, en el que murieron doce personas, en un aciago día en el que más de treinta perdieron la vida por atentados en Iraq, obliga a plantearse algunas cuestiones sobre el papel de las agencias humanitarias en los nuevos escenarios de guerra y sobre los retos y dilemas a los que se enfrenta la acción humanitaria en nuestros días. Frente a lo que se ha dicho, no es la primera vez que el CICR es objetivo directo de los ataques- Chechenia hace seis años, cuando fueron asesinados seis delegados del CICR, es un brutal precedente-, pero este atentado se enmarca dentro de un escenario general de inseguridad en el que también han sido objetivo directo las Naciones Unidas, lo que hace que tanto cuantitativa como cualitativamente este ataque sea diferente. Además, la reacción que ante este acto de barbarie deban tomar las organizaciones humanitarias no es fácil y sea cual sea plantea nuevos problemas.

La violencia directa, como en este caso, en los conflictos armados nunca es casual o gratuita, aunque a veces pueda parecer «indiscriminada» o fruto del caos. Al contrario, siempre busca unos objetivos y la primera pregunta que habría que hacerse sería qué pretenden, cualquiera que sea el grupo criminal autor del atentado, con un ataque a una organización que se caracteriza por su estricta neutralidad. Parece precisamente que los autores pretenden golpear a aquellas organizaciones que han mantenido un alto grado de independencia respecto a las fuerzas de ocupación y que han tratado de evitar ser controlados por ellas. No olvidemos, que fue el CICR quien tuvo que «recordar» a las fuerzas ocupantes en los primeros días tras la toma de Bagdad sus obligaciones al hilo de lo que establece el Derecho Internacional Humanitario (DIH), en unos momentos en que los saqueos, el pillaje y el caos se habían apoderado de la ciudad, sin que los ejércitos ocupantes hicieran nada para evitarlo. También la ONU, y su representante Vieira de Melho, mostró discrepancias con la actitud de las fuerzas ocupantes en los meses posteriores. Una hipótesis, por tanto, sería que los autores pretenden, forzando la retirada o disminución del personal de la ONU, del CICR y otras ONG, mostrar que los estadounidenses y sus aliados se encuentran solos frente a una «resistencia» iraquí que «ellos» encabezan. Esta hipótesis, por descabellada que pueda parecer, se afianza al escuchar las declaraciones de Colin Powell, prácticamente exigiendo y presionando a las ONG para que permanezcan en Iraq y que no reduzcan su plantilla de personal expatriado. Estados Unidos los necesita.

Otro elemento a considerar en este caso, y que apareció ya muy claro en la guerra de Kosovo o en Afganistán, es el que las agencias humanitarias, al margen de su voluntad más o menos explícita de independencia, están siendo percibidas por grandes sectores de la población de Iraq como una parte más del entramado creado para la guerra por los ocupantes y, por tanto, como un actor más del conflicto armado y no como un suministrador imparcial y neutral de ayuda y protección. Y, no nos engañemos, a eso han contribuido muchos factores. Declaraciones como las de Tony Blair durante la campaña de Afganistán diciendo que «la guerra tiene tres escenarios: el militar, el político y el humanitario» contribuyen a dar esa imagen de lo humanitario al servicio y como instrumento de otros fines. Si a eso añadimos que en el caso de Iraq los gobiernos ocupantes han financiado a aquellas ONG que les son afines, que son más dóciles y que no cuestionaron la guerra y, por el contrario, han penalizado a aquellas que han manifestado alguna discrepancia, veremos que esta percepción de la población iraquí tiene algunas bases reales. El caso de la financiación «humanitaria» otorgada por el gobierno español es un ejemplo claro de cómo se han financiado ONG vinculadas con el partido del gobierno, que no tenían ni experiencia en acción humanitaria, ni presencia previa en Iraq.

Lo sorprendente es que tanto el CICR como la Media Luna Roja Iraquí, apoyada por la Federación Internacional, llevan muchos años trabajando en Iraq, cuentan con una base de profesionales y voluntarios locales y nunca habían tenido problemas de ningún tipo. Más «sorprendente» es aún el que hacía pocos días el CICR había roto su tradicional prudencia y discreción, denunciando públicamente la situación de los presos en Guantánamo y exigiendo a los Estados Unidos el cumplimiento de las normas internacionales.

Las ONG están en los escenarios de guerra para socorrer y proteger a las víctimas. Si no pueden hacerlo con rigor deben replantearse su acción y, tal como lo han hecho en este caso, reducir su personal extranjero y llevar adelante los programas a través de personal local. No plegarse a las amenazas de los que hayan podido ser los agresores, pero tampoco a la manipulación e instrumentación por parte de los ocupantes. Difícil decisión.

En cualquier caso, el que las organizaciones humanitarias imparciales e independientes pasen a ser consideradas blanco de los ataques y el que los emblemas sancionados por el DIH como protectores se conviertan en dianas, va a complicar extraordinariamente el trabajo realmente humanitario en los próximos años. Malos tiempos para el humanitarismo.

Publicaciones relacionadas