Algo se mueve en Oriente Próximo
(Para Radio Nederland)
“No se puede hacer la guerra contra Israel sin Egipto y no se puede lograr la paz sin Siria”, así reza una de las sentencias más conocidas del largo conflicto árabe-israelí. Desde hace casi treinta años -con la firma del Acuerdo de Camp David entre egipcios e israelíes, empujados muy directamente por Washington- la participación de El Cairo en una nueva confrontación abierta contra su vecino parece definitivamente descartada. Sin embargo, y a pesar de algunos puntuales intentos en el pasado, apenas se ha prestado suficiente atención a la importancia de Damasco en esta historia, convencidos quizás prematuramente de que la desaparición de la Unión Soviética convertía en mero discurso para consumo popular toda palabra o gesto del régimen sirio.
Desde su posición de liderazgo del “frente de rechazo” a la existencia de Israel como Estado, Siria ha ido manejando sus limitadas bazas (que incluyen el apoyo a grupos palestinos y libaneses disidentes y violentos) para sacudirse la presión sobre sí misma, al tiempo que ha logrado una creciente atención desde el exterior. Así parecen haberlo entendido en estos últimos tiempos actores tan destacados como la ONU, la Liga Árabe, la Unión Europea … y hasta Estados Unidos, que han vuelto a poner en marcha sus maquinarias políticas. A partir de la conformación del nuevo gobierno palestino de unidad entre Hamas y Al Fatah, todos parecen asumir que se vuelve a abrir una ventana de oportunidad para explorar, si no un proceso de paz, sí al menos un proceso, a secas, que desbloquee una situación que, tanto en Oriente Próximo como en el Golfo Pérsico, sólo beneficia ahora a los que apuestan por el “cuanto peor, mejor”. Todos entienden, asimismo, que Siria es, tras Irán, un actor principal en este drama regional. Ninguno se engaña al considerar que el núcleo fundamental del problema, hoy como ayer, está en el conflicto palestino-israelí. Pero parece que algunos olvidan que la clave fundamental para salir del túnel sigue siendo la postura de Israel.
Con estos referentes en mente se suceden en estos últimos días las visitas a la región de altos dignatarios. Ban Ki-moon ha intentado desbloquear en Líbano la creación del tribunal internacional que debe facilitar la delimitación de responsabilidades en el asesinato de Rafiq Hariri (febrero de 2005).
Aunque físicamente ese asunto se dirime actualmente en el parlamento libanés (paralizado por la decisión de su portavoz, el chií Nabi Berri, de no convocar a la cámara para evitar que los críticos al prosirio presidente Emil Lahoud puedan aprobar esa medida), el verdadero escenario está en Damasco, con un presidente sirio empeñado en evitar un paso que haría muy difícil su propia posición política.
Por otra parte, la XIX Cumbre de la Liga Árabe ha servido de marco para un gesto político del régimen saudí (convertido ahora en el nuevo referente árabe, en detrimento de Egipto) con su vecino sirio. El rey Abdalá recibió personalmente al presidente Bachar el Asad, en un cambio de actitud que pone de manifiesto la necesidad de contar con un aliado más en el intento por evitar el colapso de la región y la consolidación de Irán como nuevo líder. Más importante aún es la imagen de unidad que insólitamente ha transmitido la Liga al refrendar la propuesta de paz con Israel, siguiendo las bases de la iniciativa aprobada en ese mismo marco hace ya cinco años. Su actualización, siguiendo literalmente los elementos que la legalidad internacional ha establecido a lo largo de los años (especialmente en relación con la retirada unilateral e incondicional de los Territorios Ocupados- Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y Altos del Golán- y con el derecho al retorno para los refugiados palestinos) obliga a Tel Aviv a reaccionar.
También la Unión Europea , principalmente a través de la canciller alemana, como presidenta de turno, ha hecho referencia explícita a Siria en su reciente gira por la zona, valorando su importancia para la estabilidad tanto en Líbano como en Iraq. Aunque la UE no se ha atrevido a romper el embargo sobre el gobierno palestino- lo que no sólo acrecienta el deterioro de las condiciones de vida de los palestinos, sino también de su propia imagen como intermediaria eficaz-, sí ha mostrado cierta flexibilidad al reiniciar contactos con algunos miembros del gabinete (independientes o de Al Fatah, pero no de Hamas) y al llamar nuevamente a la puerta de Damasco.
Más atrevida está siendo la actitud de algunos representantes estadounidenses. Tras la toma de contacto de una representación parlamentaria (compuesta exclusivamente por republicanos), es ahora la propia presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi , la que ha añadido Damasco a su gira por Israel y Líbano. Con su movimiento pone de manifiesto la imperiosa necesidad de integrar al régimen sirio en cualquier plan de salida al empantanamiento actual en Oriente Medio y, al mismo tiempo, deja en evidencia la falta de capacidad operativa que tiene hoy el equipo liderado por George W. Bush, para el que todo cambio en su estrategia militarista es interpretado en clave de fracaso.
No cabe imaginar que nada visible vaya a seguirse de modo inmediato de esta sucesión de visitas al más alto nivel. En todo caso, muestra que hay un convencimiento generalizado de que ya no hay más trecho por recorrer en el camino trazado por los ideólogos travestidos en estrategas militares en Washington y Londres. Simultáneamente, y por simple contraste con tanto movimiento, agranda la sensación de parálisis que aqueja al gobierno israelí de Ehud Olmert, incapaz de asumir en la práctica la insostenibilidad a largo plazo de sus posiciones, quebrantador de la legalidad internacional y parapetado tras unos lemas (“muro defensivo”, “ningún palestino ha sido nunca obligado a abandonar su lugar de residencia”, “Jerusalén, capital única, eterna e indivisible de Israel”, “asentamientos legales e ilegales”…) asimismo indefendibles. Más allá de la obligación perentoria de decir algo, ¿puede concederse algún crédito a la difusa propuesta de Olmert para una reunión regional con los árabes?