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Algo se mueve en Haití: pero no la tierra

haiti_rnpaco(Para Radio Nederland)

 La toma de posesión del presidente electo Michel Martelly el pasado 13 de mayo, tras el largo y confuso proceso electoral, abre un nuevo escenario político y social en el país que, pese a las muchas incertidumbres, debiera ser aprovechado para relanzar por fin la reconstrucción del país.

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Y la nominación por parte del secretario general de la ONU del nuevo jefe de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), el chileno Mariano Fernández, hace unos días, clarifica quien será otro de los actores relevantes en ese proceso y despeja, en alguna medida, las dudas sobre el compromiso del resto de países de América Latina y el Caribe en la crisis haitiana.

Caminando hacia la «normalización»

Es evidente que la situación del país dista mucho de estar normalizada pero en las últimas semanas se observan signos alentadores. El propio Mariano Fernandez, en sus primeras declaraciones, aseguró que hay «una cierta esperanza» tras las elecciones celebradas en el país antillano, y la toma de posesión de Martelly. «La comunidad internacional también está interesada en que Haití no sea una rémora para siempre en el continente sino que al revés, empiece a estabilizarse su institución, sobre todo porque aparecen nuevas crisis en otros lugares» declaró el diplomático chileno.

En este escenario, el primer problema de Martelly va a ser, está siendo, el de la aprobación de su propuesta de primer ministro y el de la constitución de un gobierno. El candidato propuesto para el cargo, el economista Daniel Gerard Rouzier, deberá superar ciertos trámites, entre otros el de ser aceptado por la mayoría del parlamento en el que la mayoría no la tiene Martelly, sino el partido del presidente saliente René Préval (INITE). Y los primeros movimientos de Rouzier ya han despertado el debate y los desacuerdos con el partido mayoritario en temas extraordinariamente relevantes. El primero, respecto al papel de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) que Rouzier propone eliminar. Recordemos que esta Comisión, copresidida por el ex presidente estadounidense Bill Clinton y el ahora primer ministro haitiano en funciones Jean-Max Bellerive, ha sido objeto de numerosas críticas debido a la lentitud del proceso de reconstrucción y a las disfuncionalidades de su funcionamiento. Pero, al día de hoy, sigue siendo el mecanismo puesto en marcha tras el terremoto para canalizar las aportaciones de la comunidad internacional y de los donantes y éstos tienen cosas que decir al respecto. Y en la CIRH participan países tan diversos como Venezuela, Estados Unidos, España o Noruega.

En cualquier caso, este tipo de discrepancias deberían ser interpretadas como normales y sanas en cualquier país y reflejo de las posiciones de muchos haitianos sobre la legitimidad, más que dudosa de la CIRH. Como también deben ser interpretadas en clave normalizadora los regresos del antiguo dictador Baby Doc, o del ex presidente Jean Bertrand Aristide, que tanto alarmaron a ciertos sectores de la opinión pública internacional y que no han ocasionado, hasta la fecha, mayores sobresaltos.

Problemas que continúan

Lamentablemente, en este contexto de cierta normalización política, la situación económica y social y, especialmente, las condiciones de vida de las más de 600.000 personas que aún viven en campos de desplazados, han cambiado muy poco y las previsiones, con el nuevo inicio de la temporada de lluvias y huracanes, son preocupantes. A ello se suman, los hechos denunciados, entre otros, por el Servicio Jesuita de Refugiados (SJR) y algunas ONG de que algunas personas están siendo forzados a regresar a sus antiguos lugares de residencia sin las condiciones mínimas para ello. Esta situación debe ser vigilada y controlada por los organismos internacionales que deben apoyar el retorno solo si se cumplen ciertas condiciones.

Presencia de América Latina

La designación de Mariano Fernández, ex ministro chileno de exteriores, para la jefatura de MINUSTAH sigue siendo reflejo del interés de los países del sub continente en el país caribeño y debería servir para relanzar su papel aún más. Subsisten discrepancias ente los países de América Latina sobre la MINUSTAH y es previsible que éstas se agudicen cuando se deba renovar o no su mandato en el mes deoctubre. Pero no existen dudas en el interés de todos en contribuir al desarrollo y a la seguridad en Haití, no solo por obvios motivos de interés colectivo, sino como símbolo de que los caribeños y latinoamericanos pueden gestionar y resolver sus propios asuntos.

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