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Afganistán sigue acumulando desgracias

Para Blog Elcano

 Voice of America, Dominio público vía Wikimedia Commons

Al mismo tiempo que un terremoto bélico se registraba en Palestina, hundiendo aún más las mínimas posibilidades de paz en la zona, Afganistán ha sufrido un seísmo geológico que visibiliza nuevamente el abismo en el que está sumido el país. Sería tentador decir que esa brutal caída es consecuencia directa del régimen talibán que rige los destinos del país desde Kabul; pero la realidad es que resulta imposible fijar la fecha en la que comenzó a precipitarse por esa senda de subdesarrollo, inestabilidad y violencia. En todo caso, es obvio que la vuelta de los talibanes al poder ha intensificado aún más la sensación de que no hay futuro para ese país.

El terremoto, producido el pasado día 7 de octubre y con una magnitud de 6,3, ha castigado especialmente la provincia noroccidental de Herat. Las estimaciones provisionales hablan de más de 2.400 muertos y otros tantos heridos en distintas localidades rurales. Y al igual que ocurrió en junio del pasado año –cuando se registró otro terremoto de magnitud 6,2 en el sureste del país, con un balance similar en víctimas mortales y heridos– ha vuelto a quedar de manifiesto no sólo la extrema vulnerabilidad de un territorio situado en una zona tectónicamente muy inestable, sino también la incapacidad del gobierno para responder a la catástrofe.

Por una parte, el integrista régimen talibán no se distingue precisamente por su operatividad, lastrado por un fuerte sesgo ideológico que aspira al control absoluto de la vida de quienes habitan el país y una notable falta de conocimiento técnico en materia de gestión pública. A eso se le añade un generalizado rechazo internacional (al menos formalmente) a las nuevas autoridades afganas, lo que se ha traducido en una drástica reducción de la ayuda internacional y de la presencia de actores gubernamentales, agencias de cooperación y organizaciones de la sociedad civil, vitales hasta entonces para evitar al menos el colapso de los sistemas de sanidad, educación y otros servicios básicos.

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