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25 años del acuerdo de paz en Irlanda del Norte y sus lecciones para la construcción de paz

Imagen: Peacemaker Press

Esta semana se cumplen 25 años desde la firma del Acuerdo del Viernes Santo en Irlanda del Norte, un acuerdo que puso fin al período violento conocido como “The Troubles”, en el que paramilitares nacionalistas y lealistas se enfrentaron por el estatus de esta pequeña región al noreste de la isla de Irlanda. La resolución de este conflicto, que dejó un saldo de más de 3500 muertos en un territorio de menos de dos millones de habitantes, marcó un hito en la historia de la isla y en los esfuerzos de construcción de paz en sociedades profundamente divididas. Por ende, este aniversario es una oportunidad para reflexionar sobre algunas de las lecciones que este proceso nos ha dejado y los retos que quedan por delante.

El acuerdo que calmó un conflicto centenario

La discusión alrededor del estatus de Irlanda del Norte se puede rastrear hasta la firma del Tratado Angloirlandés de 1921, el cual finalizó la guerra de independencia de Irlanda contra el Reino Unido. El tratado reconoció la independencia de 26 de los 32 condados de Irlanda, en los cuales la población era predominantemente católica y primaba el sentimiento nacionalista irlandés. Los seis restantes, de predominancia protestante, optaron por seguir su espíritu lealista y seguir siendo parte del Reino Unido bajo el nombre de Irlanda del Norte. No obstante, este tratado no fue bien recibido por toda la población irlandesa, ya que los nacionalistas más radicales se opusieron bajo el argumento de que Irlanda quedaría dividida en dos. Esto llevó a que el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés) se dividiera en fuerzas pro y anti tratado, dando inicio a la Guerra Civil Irlandesa.

Las fuerzas pro-tratado lograron la victoria en la guerra y la consolidación de los 26 condados independientes de Irlanda como una república. Mientras tanto, Irlanda del Norte quedó bajo el control de una élite lealista que implementó instituciones excluyentes contra la población predominantemente católica. Durante las décadas siguientes, remanentes del ala más nacionalista del IRA se reorganizaron para continuar su lucha por una Irlanda unida e independiente de las autoridades británicas.

En la década de los 60, los abusos de autoridad contra la población católica en Irlanda del Norte llevaron al surgimiento de un movimiento pacífico que abogaba por el respeto de los derechos de la población minoritaria. Por su parte, el Reino Unido y sectores radicales lealistas respondieron con mayor brutalidad policial y con la formación de grupos paramilitares leales a la corona. Los distintos enfrentamientos entre el IRA y lo paramilitares lealistas, seguidos por la intervención de las fuerzas armadas británicas, dio inicio al período conocido como “The Troubles”. En éste, se intensificaron los ataques con bombas a objetivos políticos y de infraestructura, así como retaliaciones y ataques a iglesias y comercios de ambas comunidades.

Luego de casi 30 años de intensificación de la violencia y de varios esfuerzos fallidos por llegar a la paz, los gobiernos de la República de Irlanda y del Reino Unido, junto con la mayoría de los partidos políticos de Irlanda del Norte, finalmente lograron una negociación exitosa y firmaron el Acuerdo del Viernes Santo el 10 de abril de 1998. El acuerdo contempló que Irlanda del Norte seguiría siendo parte del Reino Unido hasta que la mayoría de la población votara lo contrario en un referendo. Sin embargo, se acordó que las personas nacidas en Irlanda del Norte tendrían derecho a acceder a la nacionalidad irlandesa. En términos políticos, se le dio un alto grado de autonomía a Irlanda del Norte y se definieron mecanismos claros para compartir el poder entre los partidos a través de la distribución equitativa de puestos ministeriales en el ejecutivo. Estos acuerdos llevaron a la desmovilización del IRA y de los paramilitares lealistas y al desmonte de puestos de control y de varios muros que habían dividido a las comunidades durante décadas. Desde su firma, el Acuerdo y el conflicto que éste resolvió ofrecen algunas lecciones que se abordan a continuación.

La religión no siempre explica el conflicto

El conflicto en Irlanda del Norte ha sido tradicionalmente catalogado como uno de naturaleza religiosa. Quienes defienden esta postura tienen razón en que la sociedad está fuertemente dividida por líneas de carácter religioso. Durante décadas, el acceso a bienes y servicios en Irlanda del Norte se caracterizó por la segregación: católicos y protestantes accedieron a viviendas públicas que los encerraban dentro de sus mismas comunidades y las posiciones de poder generalmente quedaron reservadas para personas protestantes. Incluso, hoy en día 98% de los votantes protestantes votan por partidos lealistas mientras que 96% de votantes católicos lo hacen por partidos nacionalistas. Además, aún persiste un porcentaje relativamente bajo de matrimonios mixtos.

Sin embargo, para entender este conflicto con mayor profundidad, vale la pena escuchar el llamamiento de historiadores de dejar de lado la simplificación de que esto ha sido una simple lucha de protestantes en contra de católicos. El caso de Irlanda del Norte se entiende mejor cuando se incorporan nociones de proyectos nacionalistas y coloniales a lo largo de la historia. En este sentido, el conflicto se ha caracterizado más por una lucha de opresores versus oprimidos, de agente colonial versus colonizado, que de dos interpretaciones chocantes alrededor de la doctrina cristiana. Ejemplo de ello es el hecho de que la inmensa mayoría de líderes religiosos de parte y parte se opusieron a la violencia. Además, la solución a este conflicto no giró alrededor de discusiones doctrinales, sino que los puntos de encuentro que llevaron al Acuerdo del Viernes Santo giraron esencialmente alrededor de temas políticos y de carácter nacional.

Entender que el conflicto en Irlanda del Norte va más allá de la lógica de protestantes en contra de católicos no solamente permite dimensionar la complejidad de la paz hasta ahora alcanzada en la isla, sino que también sirve de recordatorio para abordar de forma más profunda otros conflictos alrededor del mundo. Entre ellos, están los casos del conflicto entre Israel y Palestina y las frecuentes tensiones entre Irán y Arabia Saudita. Estos generalmente tienden a interpretarse bajo el lente de la religión: como una lucha entre judíos y musulmanes en el primer caso y como una tensión entre la vertiente chií y la suní del islam en el segundo. Pero la realidad es que el conflicto en Palestina e Israel responde más a una lógica de lucha por el control de los recursos en un territorio y de identidades nacionales y las tensiones entre Irán y Arabia Saudita a cálculos geopolíticos de dos naciones con proyectos a escala regional. Como lo muestra el caso de Irlanda del Norte, contar con el diagnóstico adecuado es un paso fundamental para aproximarse a respuestas en clave de construcción de paz.

La paz es un esfuerzo frágil y de largo aliento

La implementación del Acuerdo del Viernes Santo y la consecución de la paz durante 25 años es un motivo de celebración, especialmente al considerar que la gran mayoría de los procesos de paz en el mundo no logran sobrevivir hasta este punto. De hecho, el 50% de los países que firman acuerdos de paz suelen caer nuevamente en el conflicto en los cinco años siguientes.

Esto no significa que el camino haya concluido, ya que varios hechos aún amenazan la paz alcanzada en Irlanda del Norte. La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea implicó la necesidad de imponer una barrera dura entre ambos para controlar el paso de bienes y servicios. Esto va en contra del Acuerdo del Viernes Santo, en la medida en que éste abogó por una isla con libertad de movimiento, lo cual era posible cuando tanto Irlanda como el Reino Unido formaban parte del espacio común europeo. Con el bréxit, las partes enfrentaron el dilema poner una frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, lo cual molestaba a los nacionalistas, o ponerla entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido, lo cual molestaba a los lealistas. Al decantarse por lo segundo, el gobierno británico despertó el malestar del partido lealista DUP, quien se retiró de la Asamblea en Irlanda del Norte y puso en riesgo el frágil modelo para compartir el poder contemplado en el Acuerdo del Viernes Santo. Mientras tanto, en los últimos meses ha vuelto a emerger el grupo denominado por los medios como el Nuevo IRA, el cual recientemente se atribuyó el intento de asesinato contra un policía en la ciudad de Omagh.

Aunque el último acuerdo alcanzado en las últimas semanas entre el Reino Unido y la Unión Europea con respecto a la frontera en Irlanda puede abrir una pequeña ventana de oportunidad para superar este impasse, este episodio muestra que la paz en Irlanda del Norte puede verse seriamente afectada por acontecimientos exógenos al día a día en la isla. De igual manera, éste también es un llamado a persistir y a no descuidar los avances que poco a poco se alcanzan en materia de construcción de paz alrededor del mundo. Por ejemplo, en el caso de Colombia, el acuerdo de paz con las FARC ya ha logrado sobrevivir a su sexto aniversario, algo loable pero también frágil si no se implementa lo pactado y si los esfuerzos por negociar la paz con los grupos armados restantes no son llevados a buen puerto.

La sociedad civil como actor fundamental

El intento de homicidio perpetrado por el nuevo IRA en Omagh fue un recordatorio de lo frágil que puede ser la paz en Irlanda del Norte, pero también sirvió para mostrar que, en los últimos 25 años, la sociedad civil poco a poco se ha apropiado de lo hasta ahora alcanzado. Ejemplo de ello fue la marcha organizada por sindicalistas tan solo unas horas después del ataque con pancartas mostrando el mensaje “No hay vuelta atrás”. Este simple mensaje es de altísimo valor, especialmente al tener en cuenta que el rol de la sociedad civil es fundamental para sentar las bases duraderas de la paz en un escenario de post conflicto.

 Para entender este rol, se debe tener en cuenta la noción de paz negativa y paz positiva formulada por Johan Galtung hace ya varias décadas. Galtung insiste en que, mientras que la paz negativa solo significa la ausencia de guerra y violencia directa, la paz positiva implica contar con una cultura e instituciones al servicio de una paz armoniosa y sostenible. En este sentido, el Acuerdo del Viernes Santo solo llegó hasta el punto de la paz negativa: un acuerdo pactado por las élites de bando y bando que adopta medidas puntuales para acabar con la violencia armada. A partir de ahí, el trabajo activo de organizaciones de la sociedad civil ha sido necesario para intentar sanar las heridas, acercar a poblaciones que por décadas han sospechado de sus vecinos, y fortalecer la cultura de paz.

Esto es importante porque, una vez la sociedad en su conjunto abraza la paz, se aumenta el costo político de las élites cuando éstas encuentran incentivos para derrumbarla. Esta lección es fundamental en cualquier proceso de paz, e ignorarla le abre la puerta a que el fantasma de la guerra vuelva incluso décadas después de que se haya llegado a un acuerdo, como podría ocurrir en Bosnia en cualquier momento.

La paz en Irlanda del Norte cumple 25 años en un momento de la historia que la pone a prueba. El gran desafío para mantenerla, más allá de las decisiones tomadas por políticos en las altas esferas del poder, recaerá sobre una sociedad que ya ha experimentado tanto la violencia como la calma. De ésta dependerá que los próximos aniversarios también sean motivos de celebración.

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