11-S: parece que fue ayer
(Para Radio Nederland)
Cinco años después de aquel fatídico 11-S seguimos todavía bajo su poderoso influjo, hasta el punto de que esa fecha ha inaugurado por sí sola una nueva etapa, todavía sin nombre, en la historia contemporánea. Y básicamente esto es así tanto por la acción desencadenada entonces por Al Qaeda, convertida hoy en una especie de franquicia con una capacidad operativa no menor que la que tenía entonces, como por la reacción liderada por George W. Bush.
Se oficializó en aquel momento que el terrorismo internacional (al que algunos siguen empeñados en calificar interesadamente de islamista) se convertía en la única amenaza a considerar, como si todas aquéllas que habían sido correctamente identificadas en la década anterior como las más preocupantes- pobreza y exclusión, pandemias, deterioro medioambiental, flujos migratorios descontrolados, crimen organizado, comercios ilícitos…-, no tuviesen ya espacio en la agenda internacional. Al mismo tiempo, se modificó drásticamente el propio concepto de la seguridad internacional y las estrategias para garantizarla. Tal es el poder de Estados Unidos en el mundo de hoy que su decisión unilateral de proclamar la mal llamada “guerra contra el terror” ha contaminado la totalidad de la agenda internacional, con consecuencias, a día hoy, claramente insatisfactorias.
Por una parte, la estrategia seguida no ha evitado que el terrorismo internacional siga, desgraciadamente, constituyendo una preocupación real en muchos rincones del planeta. En parte, éste sigue siendo el resultado de una estrategia reactiva, únicamente obsesionada con sus síntomas más visibles (dejando al margen muchas de las causas que lo explican) y orientada con un enfoque netamente militarista que resulta poco adecuado para hacerle frente (Iraq y Afganistán son, entre otros, ejemplos sobradamente conocidos). Por otra, se ha vuelto a reducir el esfuerzo por potenciar los marcos y los instrumentos multilaterales (ni se ha permitido que la ONU se consolide como el referente de la comunidad internacional, ni la OMC ha logrado cerrar exitosamente la Ronda de Doha, ni parece factible lograr un ritmo sostenido que garantice los Objetivos del Milenio, ni el Protocolo de Kioto registra un nivel de cumplimiento satisfactorio…). En resumen, la idea de la seguridad compartida (que reflejaba que sólo a través de la acción multilateral sería posible mejorar la situación mundial) se ha perdido para volver a periodos que parecían superados, basados en una lectura principalmente militarista, en planteamientos esquemáticos en los que sólo cabe estar “conmigo o contra mi” y en un creciente gasto militar que contrasta con los escasos recursos para hacer que, efectivamente, la globalización beneficie al conjunto de la humanidad. Por el contrario, las brechas de desigualdad continúan aumentando y la doble vara de medida sigue siendo una realidad difícilmente explicable, salvo que se entienda que los valores y principios siguen sometidos a los intereses propios y a los de los aliados.
En este panorama, escasamente optimista, no bastan algunas luces positivas- como la creación de la Corte Penal Internacional –para modificar el balance. Estados Unidos se considera en guerra, y actúa en consecuencia- atrapado en un papel que ya percibe como equivocado, pero que no logrará modificar, como mínimo, hasta el final de la presidencia actual. La Unión Europa, mientras tanto, no logra superar el bloqueo que supuso el rechazo al Tratado Constitucional y sigue sin demostrar la suficiente voluntad política para convertirse en un actor relevante en el terreno de la seguridad que, entre otras cosas, pudiera ayudar a Washington a reconsiderar sus posturas.
Al fondo de la escena, hoy como ayer, siguen desarrollándose múltiples conflictos que no reciben atención política suficiente, aumenta el número de Estados frágiles que hacen el planeta más inestable y se profundiza el deterioro en las condiciones de vida de centenares de millones de personas. Las estrategias preventivas siguen, una vez más a la espera de que las de tipo reactivo (como la “guerra contra el terror”) demuestren su ineficacia. ¿Todavía queda algo por demostrar después de cinco años de errores y fracasos?
Escucha la entrevista, siguiendo el siguiente enlace:
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