Vulnerabilidad global: y ahora la marea negra
(Para Radio Nederland)
El año 2010 está mostrando, con un despliegue de lo más variado, la enorme vulnerabilidad de las sociedades modernas y la creciente y compleja tipología de amenazas que nos afectan. La marea negra que se está extendiendo por todo el Golfo de México y que llegará a las costas de Louisiana, nos recuerda, una vez más tozudamente, que la reducción de riesgos de desastres debiera ser una de las prioridades de las políticas públicas de cualquier país. Y de la comunidad internacional en su conjunto. Cosa que apenas sucede.
¿Quién dijo vulnerabilidad?
Hasta hace unos años, el término vulnerabilidad era de uso muy restringido por parte de los psicólogos, o de aquellos que nos dedicamos a las cuestiones humanitarias o de gestión de desastres. Pero tras los atentados del 11 de septiembre en los Estados Unidos y sus secuelas de destrucción, el uso del término se ha popularizado, ya que deja claro algo que, aunque veníamos repitiendo desde hacía tiempo con escaso éxito, comenzó a hacerse patente para el gran público: vivimos en sociedades en las que surgen nuevas amenazas de todo tipo, frente a las que no estamos preparados y que ponen en cuestión nuestras capacidades y hacen aflorar nuestra enorme vulnerabilidad ante ellas. Se trata, en unos casos, del propio accionar humano que, en amenazas como el terrorismo global, ha dado muestras de una cruel imaginación a la hora de innovar y cuyas nuevas tácticas no habían sido previstas. En otras ocasiones, como la marea negra que esta semana se desarrolla en el golfo de México, se trata de fenómenos también humanos (la construcción de plataformas petrolíferas en el mar) que no siempre tienen en consideración todos los factores relativos a la seguridad y a los elementos del entorno natural en el que operan. Pero en otros casos, como los que vivimos hace dos semanas con los efectos de las cenizas del volcán islandés sobre el tráfico aéreo europeo, la causa del caos y del desastre ha sido un fenómeno natural cuyos efectos no habían sido previstos. Y como quedó bien reflejado en este último caso, el llamado «efecto mariposa» -mediante el cual sucesos ocurridos a miles de kilómetros afectan a zonas muy remotas y de modo imprevisible- es una realidad y no solo una mera suposición teórica. Y ¿cómo no hablar de los efectos del calentamiento climático en el agravamiento de inundaciones, tifones, huracanes, sequías,… en grandes zonas del planeta?
Vulnerabilidad global
Todos estos hechos, y otros muchos, nos hablan de que la vulnerabilidad es hoy global y de que por ello las medidas para afrontarlos debieran ser también globales. Y de que debiéramos avanzar hacia formas de gobernanza global del riesgo, que superaran los caducos enfoques de soberanía estatal y del mal uso del principio de no injerencia en los asuntos internos. Ningún país tiene el «derecho» de provocar, ya sea por mala fe o por mera imprudencia, situaciones que provoquen o agraven riesgos en otros. Y hemos visto, lamentablemente, que la mera evocación de este enfoque de gobernanza global del riesgo choca con los intereses de muchos países, como vimos en la Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático. Pero la realidad es tozuda, y los primeros meses del año 2010 se están encargando de recordarnos, semana tras semana, que muchas de las amenazas que debemos enfrentar son de carácter global, y que no admiten patrones de prevención o respuesta basados en criterios meramente estatales.
Siguiendo con esta línea de argumentación, la siguiente cuestión, como siempre, es saber quién le pone el cascabel al gato. Evidentemente todas las miradas se dirigen hacia la ONU que a través de la EIRD (Estrategia Internacional de Reducción de Riesgos de Desastres) lleva años avanzando trabajos y propuestas en esta línea. Pero la EIRD y el Marco de Acción Hyogo sobre reducción de riesgos aprobado en 2005 solo se refieren a desastres de origen natural, y con un carácter aún muy modesto en sus propuestas globales. Sería, por tanto, necesario avanzar hacia marcos de regulación de estas cuestiones que incorporaran otras tipologías de riesgos y que concretaran mecanismos de prevención, control y, en su caso, sanción de los que con sus comportamientos puedan afectar al resto de la humanidad. Y en el caso de la marea negra en el Golfo de México se trata de empresas multinacionales como British Petroleum. Que, según los primeros datos, ocultó información sobre la gravedad de los acontecimientos de las primeras horas y, en un patrón que lamentablemente es habitual, minimizó los hechos, lo que dificultó una respuesta más rápida. ¿Dispondremos en el futuro de mecanismos que sancionen este tipo de actuaciones? Esperemos que así sea.