Violencia en Kenia y mucho más
(Para Radio Nederland)
Han pasado apenas dos meses desde la segunda Cumbre entre la Unión Europea y África celebrada en Lisboa, y se tiene la impresión de que los acontecimientos nos han ido recordando muchos de los problemas reales a los que se enfrenta el continente africano y que no fueron tratados en la Cumbre. Recordemos que en aquella ocasión gran parte del debate giró en torno a la presencia del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, y apenas se trataron otros temas relacionados con las situaciones de Darfur (Sudán), Somalia, República Democrática del Congo, Chad,… Es más, en un intento por dar una imagen “positiva” del continente que contribuyera a justificar el énfasis en los aspectos comerciales, se rehuyeron deliberadamente y excluyeron del debate estas cuestiones. Y la terca realidad nos recuerda cada día los verdaderos problemas a los que se enfrentan los africanos. Y con ellos todo el planeta.
Desde entonces, varios países africanos han visto agravarse la violencia, y la inseguridad, en muchos de ellos, es creciente, tanto para la población civil como para los cooperantes internacionales y trabajadores humanitarios que en las últimas semanas han comenzado a pagar su tributo en vidas humanas.
En este contexto, el estallido de la violencia en Kenia tras las evidencias de fraude electoral el pasado diciembre, es especialmente significativo y preocupante porque se produce en uno de los países que se presentaba como más tranquilo, pacífico y con mejores perspectivas de futuro del continente. Desde las elecciones la situación no ha hecho sino agravarse, y el asesinato deliberado de diputados de la oposición durante la última semana supone un hito más en esta escalada del conflicto en un país que es también clave desde la perspectiva regional y que puede contribuir a la desestabilización de los países vecinos.
Pero los fraudulentos resultados electorales y las protestas que han generado, no son sino la espoleta de un conflicto de mayor calado que hunde sus raíces en un enorme país construido sobre la base de muy diversos grupos étnicos y de intereses económicos y políticos que, hasta ahora, habían encontrado acuerdos aceptables por las partes sobre la base de un cierto reparto y en un contexto de desarrollo económico. La agricultura de exportación y el turismo han permitido cifras de crecimiento bastante superiores a otros países de la región, aunque la pobreza siga siendo el telón de fondo inexcusable. El intento del líder gubernamental Mwai Kibaki de permanecer en el poder a cualquier precio, manipulando los resultados electorales, rompe ese delicado equilibrio y ha sido el desencadenante de los violentos sucesos que vivimos. Recordemos que este tipo de situaciones, lamentablemente, no son tan infrecuentes. La antigua Yugoslavia era presentada, como Kenia, como modelo de convivencia e integración de diferentes comunidades durante décadas, y en muy poco tiempo tras la muerte de Tito se desencadenó una de las más crueles guerras del siglo XX. Comprender las dinámicas que conducen desde situaciones aparentemente pacíficas a estallidos de violencia es, evidentemente, muy complejo. Pero debemos evitar, en cualquier caso, simplificaciones como hablar de guerras tribales, étnicas, violencias caóticas, u otras denominaciones que ocultan la complejidad de conflictos que tienen otros muchos elementos económicos y políticos en su origen. Tanto desde la perspectiva interna como internacional. ¿ O es que los países occidentales antiguas potencias coloniales no tienen intereses en Kenia?. Todos esos elementos están presentes en Kenia y no olvidemos que el presidente Kibaki ya intentó mediante un referéndum, que finalmente perdió en 2005, reformar la Constitución para poder perpetuarse en el poder.
Los intentos de mediación y negociación encabezados por el ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan no han dado hasta ahora resultados sólidos y pese a las conversaciones que ha mantenido tanto con Kibaki como con el líder opositor Raila Odinga, la violencia se ha extendido por varias regiones del país. Hasta ahora con medios muy rudimentarios, pero con la amenaza de que pueda comenzar a utilizarse armamento más sofisticado y que involucre directamente al ejército.
La comunidad internacional que unánimemente cuestionó los resultados electorales y pidió un recuento con celeridad, ha sido, sin embargo, muy lenta en reaccionar en el plano político con mayor decisión. Incluso algunos líderes políticos han usado con demasiada ligereza términos como limpieza étnica que no se corresponden, al menos por ahora, con la realidad. La coincidencia de que estos días la Unión Africana (UA) haya celebrado su Cumbre en Addis Abeba (Etiopía) hace exigible que este organismo, bastante poco eficaz hasta ahora en sus decisiones, aborde el problema y presione al régimen de Nairobi hacia la negociación. El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon se sumó a los esfuerzos diplomáticos pero, pese al principio de acuerdo al que se llegó este fin de semana entre Kibaki y Odinga, las perspectivas son pesimistas. El Consejo de Seguridad no ha tomado una posición firme al respecto todavía pese a que la diplomacia francesa haya presentado un borrador de resolución que hace alusión al principio de “responsabilidad de proteger” aprobado por la Asamblea General de la ONU en 2005.
La ola de violencia en Kenia no es, sin embargo, la única situación preocupante en el continente africano y eso puede complicar su resolución en la medida que la atención internacional se disperse. Según las últimas noticias, tropas rebeldes controlan Djamena capital de Chad, precisamente en el inicio del despliegue de las fuerzas de la Unión Europea que, al final, ha tenido que suspenderse. Ya advertíamos en anteriores artículos de lo inadecuado de esa operación mayoritariamente francesa y que, por ello, era vista por los líderes rebeldes como un apoyo al régimen de Idriss Deby. La situación de seguridad y sus consecuencias humanitarias se degrada en Somalia y las noticias de Darfur también son pesimistas. Lamentablemente, la historia muestra que este tipo de “perversas coincidencias” afecta a la respuesta internacional. No olvidemos que uno de los motivos de la ausencia de respuesta internacional durante el genocidio de Ruanda en 1994 fue que unas semanas antes se había producido el fiasco de Somalia y la retirada de las tropas americanas. Esperemos que no suceda en esta ocasión.